En realidad, China transfirió a fin de julio algo previsto, por sus propios técnicos y observadores de Hongkong, Tokio o Singapur, para inicios de octubre. La reforma vale desde este viernes y la canasta queda integrada por dólar, yen y euro. Medios cambiarios japoneses señalaban que Beijing había avisado a Washington, Fráncfort (Banco Central Europeo) y Tokio pocas horas antes del anuncio por la radiotelevisión estatal.
En apareiencia, el Banco Popular (central) disponía de muy poco tiempo para instrumentar la reforma. En las primeras horas del jueves, esto generaba dudas en los operadores de todo el mundo, dada la escasa o nula experiencia de la entidad en este tipo de medidas. No obstante, una fuente surcoreana reveló a la NKK que “la reforma venía preparándose por lo menos desde febrero”.
Así lo confirmó la propia Reserva Fedeal, este viernes, al revelar que su jefe saliente –Alan Greenspan- había hablado telefónicamente, el miércoles, con Zhou Xiaochuan, su colega del emisor chino. Fueron “consultas”, no presiones –como insisten medios financieros occidentales y su prensa-, como imaginaba Michael Spence, que compartió el Nobel económico 2001 y pasó al olvido.
El mecanismo instalado por el banco central prevé la fijación diaria –al fin de cada jornada cambiaria, hora de Beijing y Tokio–, dentro de una banda muy estrecha. Por supuesto, no habrá necesariamente cambios diarios, pero la relación ponderada entre tres divisas de suyo muy variables exigirá sintonía fina, quizá como no había ocurrido hasta ahora en la historia de las flotaciones “sucias”, Da paso, debe acotarse que Argentina, Brasil y muchas otras economías en desarrollo aplican formas de flotación sucia, aunque ninguna vía canasta de divisas referenciales.
En otro plano, China parte de una situación financiera envidiable. En la primera mitad del año, el superávit comercial suma US$ 40.000 millones (Estados Unidos pierde casi 50% más cada mes) y las reservas alcanzan a US$ 711.000 millones, mayormente en bonos o sea deuda norteamericana. Estos números desvirtúan versiones circulantes en influyentes medios occidentales sobre presiones para obligar a esta reforma cambiaria. El mínimo grado de revaluación del yüan (2,06%) así lo señala. Al respecto, cabe apuntar que no hubo “una repreciaciòn de 8,28 a 8,11”, como dicen en Nueva York o Londres, donde se confunde el precio del dólar en yüan con el del yüan en dólares, que pasó de 12,08 a 12,33 centavos.
Más allá de las especulaciones geopolìticas del “Wall Street Journal”, Bloomberg’s, “Final Times” o el inefable “International Herald Tribune”, queda claro que la clave no reside en el pequeño retoque de una paridad, sino en el tipo de régimen cambiario elegido. Primero, porque la canasta no era muy bien vista por los bancos centrales de las principales economías. Segundo, porque la flotación sucia en tabú. No porque esté vedada o sea rara, sino porque hasta el FMI elude mencionarla con nombre y apellido.
Bastante más realistas, bancos comerciales, bancas de inversión y empresas internacionales sólo esperan efectos muy pequeños en costos y no proyectan modificar estrategias ni tácticas. El trasfondo, pues, no se ha alterado desde que este sitio anticipó canasta de divisas y flotación sucia, el lunes pasado. Obviamente, no se trata de medidas que marquen “un paso enorme hacia la inclusión de China en el sistema económico mundial”, como proclama el WSJ. Beijing está en ese sistema desde hace años, aunque no adhiera al tipo de globalización pro mercado que se recomienda al ex Tercer Mundo (aunque parezca mentira, BCWorld la propone como solución para el África subsahariana).
En realidad, China transfirió a fin de julio algo previsto, por sus propios técnicos y observadores de Hongkong, Tokio o Singapur, para inicios de octubre. La reforma vale desde este viernes y la canasta queda integrada por dólar, yen y euro. Medios cambiarios japoneses señalaban que Beijing había avisado a Washington, Fráncfort (Banco Central Europeo) y Tokio pocas horas antes del anuncio por la radiotelevisión estatal.
En apareiencia, el Banco Popular (central) disponía de muy poco tiempo para instrumentar la reforma. En las primeras horas del jueves, esto generaba dudas en los operadores de todo el mundo, dada la escasa o nula experiencia de la entidad en este tipo de medidas. No obstante, una fuente surcoreana reveló a la NKK que “la reforma venía preparándose por lo menos desde febrero”.
Así lo confirmó la propia Reserva Fedeal, este viernes, al revelar que su jefe saliente –Alan Greenspan- había hablado telefónicamente, el miércoles, con Zhou Xiaochuan, su colega del emisor chino. Fueron “consultas”, no presiones –como insisten medios financieros occidentales y su prensa-, como imaginaba Michael Spence, que compartió el Nobel económico 2001 y pasó al olvido.
El mecanismo instalado por el banco central prevé la fijación diaria –al fin de cada jornada cambiaria, hora de Beijing y Tokio–, dentro de una banda muy estrecha. Por supuesto, no habrá necesariamente cambios diarios, pero la relación ponderada entre tres divisas de suyo muy variables exigirá sintonía fina, quizá como no había ocurrido hasta ahora en la historia de las flotaciones “sucias”, Da paso, debe acotarse que Argentina, Brasil y muchas otras economías en desarrollo aplican formas de flotación sucia, aunque ninguna vía canasta de divisas referenciales.
En otro plano, China parte de una situación financiera envidiable. En la primera mitad del año, el superávit comercial suma US$ 40.000 millones (Estados Unidos pierde casi 50% más cada mes) y las reservas alcanzan a US$ 711.000 millones, mayormente en bonos o sea deuda norteamericana. Estos números desvirtúan versiones circulantes en influyentes medios occidentales sobre presiones para obligar a esta reforma cambiaria. El mínimo grado de revaluación del yüan (2,06%) así lo señala. Al respecto, cabe apuntar que no hubo “una repreciaciòn de 8,28 a 8,11”, como dicen en Nueva York o Londres, donde se confunde el precio del dólar en yüan con el del yüan en dólares, que pasó de 12,08 a 12,33 centavos.
Más allá de las especulaciones geopolìticas del “Wall Street Journal”, Bloomberg’s, “Final Times” o el inefable “International Herald Tribune”, queda claro que la clave no reside en el pequeño retoque de una paridad, sino en el tipo de régimen cambiario elegido. Primero, porque la canasta no era muy bien vista por los bancos centrales de las principales economías. Segundo, porque la flotación sucia en tabú. No porque esté vedada o sea rara, sino porque hasta el FMI elude mencionarla con nombre y apellido.
Bastante más realistas, bancos comerciales, bancas de inversión y empresas internacionales sólo esperan efectos muy pequeños en costos y no proyectan modificar estrategias ni tácticas. El trasfondo, pues, no se ha alterado desde que este sitio anticipó canasta de divisas y flotación sucia, el lunes pasado. Obviamente, no se trata de medidas que marquen “un paso enorme hacia la inclusión de China en el sistema económico mundial”, como proclama el WSJ. Beijing está en ese sistema desde hace años, aunque no adhiera al tipo de globalización pro mercado que se recomienda al ex Tercer Mundo (aunque parezca mentira, BCWorld la propone como solución para el África subsahariana).