sábado, 28 de diciembre de 2024

Tasas en 4,9/97% a diez y treinta años, con crudos a US$ 67,35

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Las tasas largas siguen muy firmes, alejándose del tipo básico que fija la Reserva Federal (4,75% anual), que puede llegar a 5% en mayo y 5,5% en agosto. Con el oro en picos desde 1983 (US$ 595 la onza), el WTI supera 67,35% el barril.

Algunos analistas de Wall Street atribuyen el fenómeno al “sostenido crecimiento” del producto bruto interno en Estados Unidos, sin cifras que convaliden ese optimismo. Expertos más realistas apuntan a la “obsesión antinflacionaria” de Alan Greenspan y Benjamin Bernanke: creen que un tipo básico de 4,75% es demasiado alto y puede acelerar un desinfle bursátil prematuro. Máxime en un año de elecciones parlamentarias bajo un presidente políticamente débil, sumido –junto con el vice- en el “Plamegate”.

La semana, en efecto, mantuvo 4,9% anual para el rinde de letras federales a diez años y 4,97% a treinta, niveles que no se alcanzaban desde mayo de 2004. Por consiguiente, el crédito hipotecario a 30 años y las tasas pagadas por grandes empresas abandonan los valores en extremo bajos que imperaban, en el caso de la burbuja inmobiliaria, desde 2001.

Si la intención real del SRF, con Greenspan y su sucesor, es presionar para que los tipos largos acaben por subir, está lográndose. Por ende, en vez de neutralizar una inflación poco significativa, el emisor encarece el crédito y, con ello, compromete el ritmo de expansión en el PBI. “Paul Volcker legó un celo antinflacionario excesivo y Greenspan le añadió su escasa imaginación. Ahora –reflexiona Paul Krugman-, Bernanke no atina a salir de lo que podría convertirse en una trampa recesiva para un gobierno cuyo presidente carece de equipo económico serio”

Naturalmente, el dinero caro debiera disminuir el gasto del público (otra obsesión del SRF), la inversión del sector privado y el ritmo de la construcción. Lo malo es que este banco central no tenga otros instrumentos para controla la inflación potencial. Mientras, demasiados analistas financieros dicen que el aumento de tasas largas no afectará el crecimiento del PBI (ya se ve mermado, de paso).

Por supuesto, los mercados creen que la economía se debilitará si los intereses tornan a descender. Un dislate, sin duda. Algunos economistas serios, en cambio, afirman que la actual política monetaria puede repercutir contra el ritmo de expansión real, lo cual acabará enfriando el consumo, las ventas y los ingresos empresarios. “La economía en general arriesga parecerse –apuntaba Robert Kuttner- a esos segmentos maduros que escapan hacia delante vía fusiones y adquisiciones”.

Inclusive un ortodoxo como Hasib Ajmed –analista de JP Morgan Chase- formula una advertencia. “Dado que gran parte de la economía norteamericana es sensible a los tipos de interés, un avance persistente trabará el crecimiento”. En lo atinente al supuesto auge del PBI estadounidense, parece tener “menos resto que la reactivación en Japòn y la Eurozona” (sospecha Jeffrey Sachs).

Algunos analistas de Wall Street atribuyen el fenómeno al “sostenido crecimiento” del producto bruto interno en Estados Unidos, sin cifras que convaliden ese optimismo. Expertos más realistas apuntan a la “obsesión antinflacionaria” de Alan Greenspan y Benjamin Bernanke: creen que un tipo básico de 4,75% es demasiado alto y puede acelerar un desinfle bursátil prematuro. Máxime en un año de elecciones parlamentarias bajo un presidente políticamente débil, sumido –junto con el vice- en el “Plamegate”.

La semana, en efecto, mantuvo 4,9% anual para el rinde de letras federales a diez años y 4,97% a treinta, niveles que no se alcanzaban desde mayo de 2004. Por consiguiente, el crédito hipotecario a 30 años y las tasas pagadas por grandes empresas abandonan los valores en extremo bajos que imperaban, en el caso de la burbuja inmobiliaria, desde 2001.

Si la intención real del SRF, con Greenspan y su sucesor, es presionar para que los tipos largos acaben por subir, está lográndose. Por ende, en vez de neutralizar una inflación poco significativa, el emisor encarece el crédito y, con ello, compromete el ritmo de expansión en el PBI. “Paul Volcker legó un celo antinflacionario excesivo y Greenspan le añadió su escasa imaginación. Ahora –reflexiona Paul Krugman-, Bernanke no atina a salir de lo que podría convertirse en una trampa recesiva para un gobierno cuyo presidente carece de equipo económico serio”

Naturalmente, el dinero caro debiera disminuir el gasto del público (otra obsesión del SRF), la inversión del sector privado y el ritmo de la construcción. Lo malo es que este banco central no tenga otros instrumentos para controla la inflación potencial. Mientras, demasiados analistas financieros dicen que el aumento de tasas largas no afectará el crecimiento del PBI (ya se ve mermado, de paso).

Por supuesto, los mercados creen que la economía se debilitará si los intereses tornan a descender. Un dislate, sin duda. Algunos economistas serios, en cambio, afirman que la actual política monetaria puede repercutir contra el ritmo de expansión real, lo cual acabará enfriando el consumo, las ventas y los ingresos empresarios. “La economía en general arriesga parecerse –apuntaba Robert Kuttner- a esos segmentos maduros que escapan hacia delante vía fusiones y adquisiciones”.

Inclusive un ortodoxo como Hasib Ajmed –analista de JP Morgan Chase- formula una advertencia. “Dado que gran parte de la economía norteamericana es sensible a los tipos de interés, un avance persistente trabará el crecimiento”. En lo atinente al supuesto auge del PBI estadounidense, parece tener “menos resto que la reactivación en Japòn y la Eurozona” (sospecha Jeffrey Sachs).

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