Google: g-mail, una prueba de fuego ante los usuarios

A criterio de varios analistas, la imagen del megabuscador se vería perjudicada, si el nuevo servicio de correo electrónico no tuviese presente la privacía del usuario. Esto bien pudiera afectar la salida de Google Inc. a bolsa.

9 mayo, 2004

Según Walter Mossberg, columnista del “Wall Street Journal”, “ignoro si invertir en acciones de Google es buena opción. Pero, sin duda, la compañía ha creado un servicio que funciona extraordinariamente bien para los usuarios”. Dejando de lado el latiguillo “consumidores” que este experto y otros repiten hasta el cansancio, similar postura adoptan el “Financial Times”, Reuter’s, Bloomberg’s, “Business Week” y “Fortune”.

Pero otro grupo de analistas cree que las ventajas competitivas van reduciéndose o extinguiéndose, porque los rivales se han actualizado. Ni hablar de qué ocurrirá cuando entre el próximo Windows (Longhorn), que incorporará un buscador. No obstante, Google sigue al frente y es el servicio el más diáfano.

Nadie cuestiona, a la sazón, las innovaciones tecnológicas de sus creadores, que permiten búsquedas más efectivas y rápida. Pero la súbita aparición de “g-mail” genera preocupaciones en lo tocante a intimidad y privacía de los navegantes. Esto se relaciona con la separación entre contenidos y publicidad, fuente de ingresos para la empresa.

Como se sabe, Google vende avisos, claramente diferenciables, que se activan por cualquier término de búsqueda que se cliquee en pantalla. A veces, se disparan tantos anuncios en serie que la barra inferior de herramientas queda saturada y se pierde bastante tiempo despejándola. En este punto, surge una trampa potencial: Google proyecta colgar avisos en los mensajes del nuevo “g-mail”.

¿Cómo? Simple: los anuncios en el correo electrónico se activarán vía palabras claves en el propio mensaje personal del usuario. Así, si uno recibe un texto donde figure algún producto o servicio, podrán aparecer avisos de marcas, comercios y ni pensar si la palabra fuera “sexo”.

Aun así, el problema de fondo no es la confusión entre contenidos y avisos, sino que Google escanee correos personales para ubicar esas palabras claves y luego los archive. Ambas cosas orillan una intromisión en lo privado. Justo mientras lanza una oferta pública inicial de acciones por Internet –en sí, toda una novedad- y su éxito depende de la imagen de la empresa.

Según Walter Mossberg, columnista del “Wall Street Journal”, “ignoro si invertir en acciones de Google es buena opción. Pero, sin duda, la compañía ha creado un servicio que funciona extraordinariamente bien para los usuarios”. Dejando de lado el latiguillo “consumidores” que este experto y otros repiten hasta el cansancio, similar postura adoptan el “Financial Times”, Reuter’s, Bloomberg’s, “Business Week” y “Fortune”.

Pero otro grupo de analistas cree que las ventajas competitivas van reduciéndose o extinguiéndose, porque los rivales se han actualizado. Ni hablar de qué ocurrirá cuando entre el próximo Windows (Longhorn), que incorporará un buscador. No obstante, Google sigue al frente y es el servicio el más diáfano.

Nadie cuestiona, a la sazón, las innovaciones tecnológicas de sus creadores, que permiten búsquedas más efectivas y rápida. Pero la súbita aparición de “g-mail” genera preocupaciones en lo tocante a intimidad y privacía de los navegantes. Esto se relaciona con la separación entre contenidos y publicidad, fuente de ingresos para la empresa.

Como se sabe, Google vende avisos, claramente diferenciables, que se activan por cualquier término de búsqueda que se cliquee en pantalla. A veces, se disparan tantos anuncios en serie que la barra inferior de herramientas queda saturada y se pierde bastante tiempo despejándola. En este punto, surge una trampa potencial: Google proyecta colgar avisos en los mensajes del nuevo “g-mail”.

¿Cómo? Simple: los anuncios en el correo electrónico se activarán vía palabras claves en el propio mensaje personal del usuario. Así, si uno recibe un texto donde figure algún producto o servicio, podrán aparecer avisos de marcas, comercios y ni pensar si la palabra fuera “sexo”.

Aun así, el problema de fondo no es la confusión entre contenidos y avisos, sino que Google escanee correos personales para ubicar esas palabras claves y luego los archive. Ambas cosas orillan una intromisión en lo privado. Justo mientras lanza una oferta pública inicial de acciones por Internet –en sí, toda una novedad- y su éxito depende de la imagen de la empresa.

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