Una pregunta clave de los fiscales es si cabe responsabilizar a la propia junta de la compañía por no haber bloqueado una indemnización tan alta e injustificable (US$ 100 millones). La causa podría modificar pautas de comportamiento en los directorios empresarios, obligar a nuevas normas en la materia e involucrar a auditores externos e internos.
A criterio de varios jurisconsultos, el caso permitirá –por lo menos- ampliar la definición de negligencia, tanto culposa como dolosa. En especial si el tribunal encuentra asideros para las acusaciones, pues entonces la conducta del directorio será puesta sobre el banquillo. Al parecer, sus vocales no tenían idea de cuánto iba a costar desembarazarse de Ovitz. Tampoco habrían calculado bien las obligaciones y los beneficios que le concedía el propio contrato (de hecho, el presidente no trabajaba en nada concreto).
Por lo general, los tribunales en Estados Unidos se remiten al “buen criterio” de la junta directiva y, en circunstancias normales, no surgen dudas “a posteriori”. Pero la demanda sostiene que “respecto de Ovitz no hubo nada normal. El directorio aprobaba automáticamente cualquier propuesta del CEO Michael Eisner”. Presumiblemente el culpable principal del lío, por su estilo autoritario.
Primero lo impuso a Ovitz como presidente del directorio en 2002 y, catorce meses después (2003), lo hizo echar, En el intervalo, Ovitz había gastado dos millones para redecorar su rumboso despacho (entre otros dislates), donde no movía un dedo. El resto del directorio obedecía a Eisner, en perjuicio de los accionistas.
Este proceso deja algo en claro: la justicia comienza a poner en la mira las decisiones empresarias. Sobre todo cuando los miembros del director no aplican sus conocimientos profesionales y su experiencia. O no los tienen.
Una pregunta clave de los fiscales es si cabe responsabilizar a la propia junta de la compañía por no haber bloqueado una indemnización tan alta e injustificable (US$ 100 millones). La causa podría modificar pautas de comportamiento en los directorios empresarios, obligar a nuevas normas en la materia e involucrar a auditores externos e internos.
A criterio de varios jurisconsultos, el caso permitirá –por lo menos- ampliar la definición de negligencia, tanto culposa como dolosa. En especial si el tribunal encuentra asideros para las acusaciones, pues entonces la conducta del directorio será puesta sobre el banquillo. Al parecer, sus vocales no tenían idea de cuánto iba a costar desembarazarse de Ovitz. Tampoco habrían calculado bien las obligaciones y los beneficios que le concedía el propio contrato (de hecho, el presidente no trabajaba en nada concreto).
Por lo general, los tribunales en Estados Unidos se remiten al “buen criterio” de la junta directiva y, en circunstancias normales, no surgen dudas “a posteriori”. Pero la demanda sostiene que “respecto de Ovitz no hubo nada normal. El directorio aprobaba automáticamente cualquier propuesta del CEO Michael Eisner”. Presumiblemente el culpable principal del lío, por su estilo autoritario.
Primero lo impuso a Ovitz como presidente del directorio en 2002 y, catorce meses después (2003), lo hizo echar, En el intervalo, Ovitz había gastado dos millones para redecorar su rumboso despacho (entre otros dislates), donde no movía un dedo. El resto del directorio obedecía a Eisner, en perjuicio de los accionistas.
Este proceso deja algo en claro: la justicia comienza a poner en la mira las decisiones empresarias. Sobre todo cuando los miembros del director no aplican sus conocimientos profesionales y su experiencia. O no los tienen.