jueves, 26 de diciembre de 2024

La jubilación se ha vuelto un concepto obsoleto

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Si lo que se vaticina para Estados Unidos sirve para vislumbrar fenómenos que podrían desarrollarse en otras latitudes, habría que prestar atención a los conceptos de William D. Novelli, CEO de la American Association of Retired Persons.

En un simposio auspiciado conjuntamente por la AARP Global Aging Program, el
Centro de Recursos Humanos (Wharton) y el Centro Boettner para la investigación
de Pensiones y Retiro, Novelli abrió el debate hablando de los grandes
cambios demográficos en la fuerza de trabajo actual. Según sus cálculos,
para el año 2010, 20% de la fuerza laboral tendrá más de
55 años, algo que él interpreta como una maravillosa oportunidad
para la comunidad empresaria de aprovechar el conocimiento y experiencia
colectiva que ofrece ese grupo. Eso, claro, si las empresas se avienen a ajustar
su concepto de qué y cómo los “viejos” pueden aprender
y lograr en esa etapa de su carrera laboral.

“Cuestiono seriamente el valor del retiro involuntario en cualquier campo,
salvo tal vez en aquellas tareas que requieren un gran esfuerzo físico”,
dijo al empezar su alocución.

No hay duda de que la composición de la fuerza laboral se vuelve más
vieja a medida que la generación de posguerra se aproxima a la edad tradicional
de jubilarse: 65 años. Pero el significado de ese límite cambia
a la misma velocidad. Hoy, menos de 2% de los trabajadores americanos están
en agricultura; la manufactura emplea aproximadamente a 13% de la población.
Esto quiere decir que la economía se alejó del duro trabajo físico
y de la agricultura Novelli. “en muchos casos el cerebro y las habilidades
aprendidas dominan, si no remplazan totalmente, al músculo y la resistencia
física”. El resultado de ese cambio es la economía del conocimiento,
a la que los trabajadores más viejos pueden hacer un valioso aporte de
experiencia y sabiduría. Eso convierte a la vieja noción de “edad
de jubilación” en algo obsoleto. “Si el trabajo cambió,
también deben cambiar nuestras ideas sobre los trabajadores”, concluyó
Novelli.

El cambio demográfico que señala Novelli no es teórico. Según
el Census Bureau, entre 1998 y 2000 el número de trabajadores entre 65
y 74 aumentó un séptimo a casi 4 millones. En 2002, el total de
la fuerza laboral estadounidense sumó 720.000 trabajadores, y ese aumento
estuvo representado casi totalmente por gente e más de 55 años.
Según el Bureau of Labor Statistics, para fines de la década actual,
20% de la fuerza laboral tendrá más de 55 años.

Aunque circulan teorías que explican la prolongación de la vida
activa como una consecuencia de las bajas tasas de ahorro para el retiro, Novelli
insiste en que – cualquiera sea la causa – el envejecimiento (287900) de la fuerza
laboral es una realidad. Reconociendo que cada vez más estadounidenses
extienden su vida laboral, la Administración de Seguridad Social respondió
elevando la edad de beneficios completos de 65 a 67 años. Novelli pide
que las empresas ajusten de la misma manera su idea del trabajo que pueden realizar
los más experimentados.
Describió ante su público un “plan de impacto social a 10 años”
para cambiar la visión de las empresas y acepten recapacitar a los veteranos.
En términos generales, su plan pretende reducir la discriminación
por edad en el trabajo, instar a los empleadores a adoptar políticas de
recursos humanos con opciones múltiples para satisfacer las necesidades
de la gente mayor y ayudarla a permanecer en o retornar a la fuerza laboral ofreciéndole
más oportunidades de aprendizaje.

Según el plan, las empresas podrían ofrecer trabajos de medio tiempo
u horarios alternativos para dar más flexibilidad en el trabajo. Otra sugerencia
es que los empleadores brinden cursos de capacitación tecnológica
especialmente adaptados para cubrir baches y tener a esa gente al día con
los avances tecnológicos. “Los viejos trabajadores pueden aprender
cosas nuevas, tal vez no con los mismos métodos que se usan para los jóvenes;
pero si se les permite aprender a su ritmo los resultados pueden ser igualmente
satisfactorios”, recalcó. Las empresas que actualicen a sus veteranos
tendrán entonces una fuerza laboral indudablemente mejor capacitada.
Pero lo que más tiene que cambiar es la percepción del público
en general, esa expectativa de que llegada determinada edad, la gente debe jubilarse.

En un simposio auspiciado conjuntamente por la AARP Global Aging Program, el
Centro de Recursos Humanos (Wharton) y el Centro Boettner para la investigación
de Pensiones y Retiro, Novelli abrió el debate hablando de los grandes
cambios demográficos en la fuerza de trabajo actual. Según sus cálculos,
para el año 2010, 20% de la fuerza laboral tendrá más de
55 años, algo que él interpreta como una maravillosa oportunidad
para la comunidad empresaria de aprovechar el conocimiento y experiencia
colectiva que ofrece ese grupo. Eso, claro, si las empresas se avienen a ajustar
su concepto de qué y cómo los “viejos” pueden aprender
y lograr en esa etapa de su carrera laboral.

“Cuestiono seriamente el valor del retiro involuntario en cualquier campo,
salvo tal vez en aquellas tareas que requieren un gran esfuerzo físico”,
dijo al empezar su alocución.

No hay duda de que la composición de la fuerza laboral se vuelve más
vieja a medida que la generación de posguerra se aproxima a la edad tradicional
de jubilarse: 65 años. Pero el significado de ese límite cambia
a la misma velocidad. Hoy, menos de 2% de los trabajadores americanos están
en agricultura; la manufactura emplea aproximadamente a 13% de la población.
Esto quiere decir que la economía se alejó del duro trabajo físico
y de la agricultura Novelli. “en muchos casos el cerebro y las habilidades
aprendidas dominan, si no remplazan totalmente, al músculo y la resistencia
física”. El resultado de ese cambio es la economía del conocimiento,
a la que los trabajadores más viejos pueden hacer un valioso aporte de
experiencia y sabiduría. Eso convierte a la vieja noción de “edad
de jubilación” en algo obsoleto. “Si el trabajo cambió,
también deben cambiar nuestras ideas sobre los trabajadores”, concluyó
Novelli.

El cambio demográfico que señala Novelli no es teórico. Según
el Census Bureau, entre 1998 y 2000 el número de trabajadores entre 65
y 74 aumentó un séptimo a casi 4 millones. En 2002, el total de
la fuerza laboral estadounidense sumó 720.000 trabajadores, y ese aumento
estuvo representado casi totalmente por gente e más de 55 años.
Según el Bureau of Labor Statistics, para fines de la década actual,
20% de la fuerza laboral tendrá más de 55 años.

Aunque circulan teorías que explican la prolongación de la vida
activa como una consecuencia de las bajas tasas de ahorro para el retiro, Novelli
insiste en que – cualquiera sea la causa – el envejecimiento (287900) de la fuerza
laboral es una realidad. Reconociendo que cada vez más estadounidenses
extienden su vida laboral, la Administración de Seguridad Social respondió
elevando la edad de beneficios completos de 65 a 67 años. Novelli pide
que las empresas ajusten de la misma manera su idea del trabajo que pueden realizar
los más experimentados.
Describió ante su público un “plan de impacto social a 10 años”
para cambiar la visión de las empresas y acepten recapacitar a los veteranos.
En términos generales, su plan pretende reducir la discriminación
por edad en el trabajo, instar a los empleadores a adoptar políticas de
recursos humanos con opciones múltiples para satisfacer las necesidades
de la gente mayor y ayudarla a permanecer en o retornar a la fuerza laboral ofreciéndole
más oportunidades de aprendizaje.

Según el plan, las empresas podrían ofrecer trabajos de medio tiempo
u horarios alternativos para dar más flexibilidad en el trabajo. Otra sugerencia
es que los empleadores brinden cursos de capacitación tecnológica
especialmente adaptados para cubrir baches y tener a esa gente al día con
los avances tecnológicos. “Los viejos trabajadores pueden aprender
cosas nuevas, tal vez no con los mismos métodos que se usan para los jóvenes;
pero si se les permite aprender a su ritmo los resultados pueden ser igualmente
satisfactorios”, recalcó. Las empresas que actualicen a sus veteranos
tendrán entonces una fuerza laboral indudablemente mejor capacitada.
Pero lo que más tiene que cambiar es la percepción del público
en general, esa expectativa de que llegada determinada edad, la gente debe jubilarse.

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