“Aguafiestas” es el mote más aplicado al gobierno desde hace
algunos días en Brasil. Ocurre que la oficina que regula el sector ordenó
a tres laboratorios líderes en el mundo -Pfizer, Eli Lilly, Bayer- “suspender
los avisos de sus especialidades contra la impotencia y/o la disfunción
sexual de varones”.
Las tres empresas, vía filiales o controladas brasileñas habían
lanzado campañas publicitarias masivas de sumo impacto. Medios allegados
al oficialismo creen que cayó mal el anuncio más comentado, donde
nadie menos que Edson Arantes do Nascimento (Pelé), el mayor futbolista
latinoamericano vivo, recomendaba Viagra
Por supuesto, existe un sustento jurídico: en Brasil está prohibido
hacerles propaganda pública a específicos vendidos sólo con
receta. El comunicado señala que los avisos identifican como tales a los
productos; directa o implícitamente. Pero la medida, pese a lo paternalista,
tiene un trasfondo innegable: muchos brasileños usan medicamentos sin receta
ni orientación médica o los toman como sustitutos -más baratos,
accesibles y lícitos- de estimulantes como crack, bazuco, cocaína,
etc.
“Aguafiestas” es el mote más aplicado al gobierno desde hace
algunos días en Brasil. Ocurre que la oficina que regula el sector ordenó
a tres laboratorios líderes en el mundo -Pfizer, Eli Lilly, Bayer- “suspender
los avisos de sus especialidades contra la impotencia y/o la disfunción
sexual de varones”.
Las tres empresas, vía filiales o controladas brasileñas habían
lanzado campañas publicitarias masivas de sumo impacto. Medios allegados
al oficialismo creen que cayó mal el anuncio más comentado, donde
nadie menos que Edson Arantes do Nascimento (Pelé), el mayor futbolista
latinoamericano vivo, recomendaba Viagra
Por supuesto, existe un sustento jurídico: en Brasil está prohibido
hacerles propaganda pública a específicos vendidos sólo con
receta. El comunicado señala que los avisos identifican como tales a los
productos; directa o implícitamente. Pero la medida, pese a lo paternalista,
tiene un trasfondo innegable: muchos brasileños usan medicamentos sin receta
ni orientación médica o los toman como sustitutos -más baratos,
accesibles y lícitos- de estimulantes como crack, bazuco, cocaína,
etc.