Todo es culpa del maíz

En un nuevo ataque a los hábitos alimentarios de Estados Unidos, el maíz es esta vez señalado como la raíz de todos los males. Según Michael Pollan, desde el campo hasta la mesa el grano deteriora la salud personal, la economía y el medio ambiente.

15 agosto, 2006

En un libro que acaba de publicar con el título The Omnivore´s Dilemma:
A Natural History of Four Meals
(el dilema del omnívoro: una historia
natural de cuatro comidas) Michael Pollan argumenta con mucha convicción
que el estadounidense de hoy está hechos de maíz y que eso es nefasto
para la salud, economía y medio ambiente del país.

La agricultura industrial, dice, depende de la producción masiva del maíz,
cuyo precio bajo es asegurado por los subsidios que garantiza el gobierno para
beneficiar al agricultor y al productor de alimentos. Usado para alimentar ganado,
pollos y salmón, el maíz está en la base de casi todas las
carnes y lácteos que consume la gente. También se lo usa para edulcorar,
estabilizar y espesar alimentos, por lo que su presencia es prominente en las
comidas procesadas.

Y va más allá: "en el fondo, leche, huevos y carne "son"
maíz. Lo mismo ocurre con las golosinas, papitas y gaseosas; hasta los
condimentos son maíz. El jarabe de fructosa que se extrae del maíz,
un sustituto del azúcar introducido en la dieta en los ´80, está
presente en los cereales del desayuno, el pan, los jugos de frutas y la comida
sana. Por todo esto, cada norteamericano consume alrededor de 20 kilos del cereal
por año.

Según Pollan, el maíz pone de manifiesto un desorden alimentario
nacional. Al carecer de una cocina milenaria – algo que funciona como una especie
de ancla cultural y aporta continuidad dietaria a lo largo del tiempo – los estadounidenses
se vuelven vulnerables a la moda en comidas, al consejo nutricional del momento
y a la fast food.

Y entonces sufren lo que él llama "el dilema del omnívoro",
que es decidir qué comer y cuándo comerlo. Ese problema ha llegado
a dimensiones pantagruélicas en una cultura donde todo se mide por la "conveniencia".
Se gastan millones en publicitar alimentos, existen todas las opciones imaginables
y también toda la obesidad, diabetes y problemas cardíacos imaginables.
Y una gran deuda ambiental.

Los subsidios del gobierno para ayudar a los productores de maíz son responsables
de que la comida sea abundante y barata (el Departamento de Agricultura subsidió
con US$ 37 millones a los productores entre 1995 y 2003) y esa producción
protegida está agotando los suelos, contaminando el agua, amenazando especies,
dañando la salud de los humanos y consumiendo petróleo.

A partir de este nexo que forma entre aspectos nutricionales, económicos
y ambientales, Pollan arma un estudio de la cultura alimentaria americana que
también es un planteo para reconstruir totalmente esa cultura. El subtítulo
del libro, A Natural History of Four Meals, habla de su deseo de conetar
los impersonales procesos globales de la producción industrial de alimentos
a los tan personales hábitos de comer de las personas. Pollan así
construye su análisis alrededor de una agenda de experimentos alimentarios
cada vez más ambientalistas, desde la comida de mcDonald´s consumida en
el auto que avanza a toda velocidad por la autopista; hasta una comida preparada
con ingredientes compradosen un supermercado norteamericano que es la respuesta
al supermercado sostenible: Whole Foods; hasta una comida hecha a partir
de alimentos totalmente cultivados en el Valle de shenandoah; hasta un festión
en norcalifornia decerdo salvaje con morillas juntadas y preparado por él
mismo. Marcado por relatos cada vez más apetitosos de comidas cada vez
más naturales, The Omnivore´s Dilemma es una invitación a
que la gente vuelva a. También dedica párrafos a los cultivos orgánicos,
que al convertirse en gran negocio legítimo, ha ido adquiriendo algunos
parecidos preocupantes con la industria de la que dice ser una alternativa holística.

En realidad, lo que el autor dice y repite de diversas maneras es que lo que un
pueblo se pone en la boca afecta directamente su salud, el medio ambiente, la
economía y el futuro del país en que vive.

En un libro que acaba de publicar con el título The Omnivore´s Dilemma:
A Natural History of Four Meals
(el dilema del omnívoro: una historia
natural de cuatro comidas) Michael Pollan argumenta con mucha convicción
que el estadounidense de hoy está hechos de maíz y que eso es nefasto
para la salud, economía y medio ambiente del país.

La agricultura industrial, dice, depende de la producción masiva del maíz,
cuyo precio bajo es asegurado por los subsidios que garantiza el gobierno para
beneficiar al agricultor y al productor de alimentos. Usado para alimentar ganado,
pollos y salmón, el maíz está en la base de casi todas las
carnes y lácteos que consume la gente. También se lo usa para edulcorar,
estabilizar y espesar alimentos, por lo que su presencia es prominente en las
comidas procesadas.

Y va más allá: "en el fondo, leche, huevos y carne "son"
maíz. Lo mismo ocurre con las golosinas, papitas y gaseosas; hasta los
condimentos son maíz. El jarabe de fructosa que se extrae del maíz,
un sustituto del azúcar introducido en la dieta en los ´80, está
presente en los cereales del desayuno, el pan, los jugos de frutas y la comida
sana. Por todo esto, cada norteamericano consume alrededor de 20 kilos del cereal
por año.

Según Pollan, el maíz pone de manifiesto un desorden alimentario
nacional. Al carecer de una cocina milenaria – algo que funciona como una especie
de ancla cultural y aporta continuidad dietaria a lo largo del tiempo – los estadounidenses
se vuelven vulnerables a la moda en comidas, al consejo nutricional del momento
y a la fast food.

Y entonces sufren lo que él llama "el dilema del omnívoro",
que es decidir qué comer y cuándo comerlo. Ese problema ha llegado
a dimensiones pantagruélicas en una cultura donde todo se mide por la "conveniencia".
Se gastan millones en publicitar alimentos, existen todas las opciones imaginables
y también toda la obesidad, diabetes y problemas cardíacos imaginables.
Y una gran deuda ambiental.

Los subsidios del gobierno para ayudar a los productores de maíz son responsables
de que la comida sea abundante y barata (el Departamento de Agricultura subsidió
con US$ 37 millones a los productores entre 1995 y 2003) y esa producción
protegida está agotando los suelos, contaminando el agua, amenazando especies,
dañando la salud de los humanos y consumiendo petróleo.

A partir de este nexo que forma entre aspectos nutricionales, económicos
y ambientales, Pollan arma un estudio de la cultura alimentaria americana que
también es un planteo para reconstruir totalmente esa cultura. El subtítulo
del libro, A Natural History of Four Meals, habla de su deseo de conetar
los impersonales procesos globales de la producción industrial de alimentos
a los tan personales hábitos de comer de las personas. Pollan así
construye su análisis alrededor de una agenda de experimentos alimentarios
cada vez más ambientalistas, desde la comida de mcDonald´s consumida en
el auto que avanza a toda velocidad por la autopista; hasta una comida preparada
con ingredientes compradosen un supermercado norteamericano que es la respuesta
al supermercado sostenible: Whole Foods; hasta una comida hecha a partir
de alimentos totalmente cultivados en el Valle de shenandoah; hasta un festión
en norcalifornia decerdo salvaje con morillas juntadas y preparado por él
mismo. Marcado por relatos cada vez más apetitosos de comidas cada vez
más naturales, The Omnivore´s Dilemma es una invitación a
que la gente vuelva a. También dedica párrafos a los cultivos orgánicos,
que al convertirse en gran negocio legítimo, ha ido adquiriendo algunos
parecidos preocupantes con la industria de la que dice ser una alternativa holística.

En realidad, lo que el autor dice y repite de diversas maneras es que lo que un
pueblo se pone en la boca afecta directamente su salud, el medio ambiente, la
economía y el futuro del país en que vive.

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