<p>El equipo económico de Barack Obama analiza establecer una cadena de fondos inversores múltiples para recomprar activos tóxicos y otros incobrables, frutos de la enorme burbuja cuyo lado hipotecario empezó a pincharse a fines de 2006. La idea es asociarse con el sector privado para tomar entre US$ 600.000 millones y un billón en esos paquetes ímposible de colocar.<br />
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Amén de los riesgos sistémicos que esa iniciativa comporta, sus promotores la ven como prolongación del primer megarrescate (US$ 700.000 millones), votado en octubre por el Congreso. Dejando de lado el veloz derrumbe bursátil mundial iniciado el 24 de febrero, el esquema busca normalizar los mercados de crédito en general, no las bolsas.</p>
<p>Timothy Geithner, secretario del Tesoro, hizo un anticipo de la “alianza pública-privada” para restituir liquidez al sistema financiero estadounidense. Hasta el momento hay un riesgo: dejar esos fondos en manos de gestores privados cuya fiabilidad ha sido puesta en tela de juicio por la propia crisis sistémica.<br />
Por cierto, el derrumbe de malas hipotecas (desde 2007), la crisis de liquidez subsiguiente y la recesión que dura casi quince meses ponen en evidencia diversas fallas. Por ejemplo, prestar a cualquiera y no gestionar riesgo correctamente, basándose en el optimismo de Greenspan y Bernanke. O creer en “milagros de entrecasa” como los de Irlanda, Islandia, Letonia o Estonia. Estos “fondos múltiples” que auspicia Geithner (¿y quiénes más?) puede resultar otro espejismo cuya factura pague el contribuyente. </p>
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Del optimismo fácil a la recompra en activos tóxicos
En 2005, Benjamín Bernanke iniciaba su gestión en la Reserva Federal adhiriendo a la teoría del optimismo lanzada en 2004 por su antecesor, Alan Greenspan. Ahora, la crisis del dinero lleva a una peligrosa alianza entre sector público y privado.