<p>Entre un momento y otro, por ejemplo, el ortodoxo BCE pasó de privilegiar el extinto tratado de Maastricht (estabilidad fiscal a cualquier costo) a emplear su arsenal de instrumentos para frenar la recesión. Creada, en parte, por aquella obsesión monetarista.<br />
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Por su lado, el inglés O’Neill, no creía en el desacople de mercados emergentes respeto del desmadre financiero en economías centrales. Hoy, el analista jefe de Goldman Sachs admite que el producto bruto interno chino puede crecer, especialmente en el segundo semestre, al 8% anual que proyecta Beijing, a raíz de un paquete de estímulos por US$ 590.000 millones.<br />
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En cuanto a India, su dependencia relativamente baja del comercio exterior (dato por lo común silenciado en Occidente) la protege de la onda recesiva iniciada en el Atlántico norte. Ese cuadro surgía mientras el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, esta semana, remitían al grupo de los 20 –iniciará una sesión preparatoria el viernes- sendos informes negativos sobre el futuro de la crisis sistémica.<br />
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Las señales contradictorias no paran ahí. El martes, bastó que Citigroup hiciese circular una fuerte dosis de optimismo, basada en un trimestre aún en curso, para que una conjunción de grandes bancos desatara un aluvión de alzas locas en sus papeles (10 a 33%) en Wall Street, Londres, Francfort, París y Milán. </p>
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En una gran crisis, se soslayan contradicciones
Un día antes del rapto eufórico bursátil, Jean-Claude Trichet (Banco Central Europeo) y James ONeill (Goldman Sachs) sostuvieron que los mercados especulativos sobrestiman posibilidades de recuperación. Hace dos años, afirmaban exactamente lo contrario.