<p>En vez, se convirtió en el árbitro para capear la tormenta en Detroit, junto con otros trece miembros en el grupo de trabajo presidencial que –ya mismo- deber resolver si dividir General Motors o mandarla a una quiebra negociada. Rattner es clave para asesorar a la Casa Blanca en ese asunto y en la suerte de Chrysler-Cerberus en manos de Fiat.<br />
Su tarea no es fácil. Debe obligar a ambas compañías a abandonar dos generaciones de prácticas, persuadir a los banqueros –ex colegas suyos- a atemperar exigencias sobre repago de deudas y apelar a sindicalistas que desconfían de sus antecedentes profesionales.<br />
También alejarse de sus conexiones políticas, en una misión que lo pone ante una industria real, o sea “bricks & mortar”. Entretanto, su cargo formal es “consejero especial ante la tesorería” y, eventualmente, podrá cubrir otros sectores afectados por la crisis sistémica. <br />
Este ex periodista financiero llegó en 1983 a Wall Street, donde escaló posiciones en la entonces Shearson-Lehman Brothers, luego en Morgan Stanley y, finalmente, en Lazard Fréres. En 2000 perdió una interna en esa banca privada y fundó Quadrangle Capital. Ya en 2008, la firma manejaba la fortuna personal de Michael Bloomberg, alcalde republicano de Nueva York y viejo amigo de Rattner.<br />
Algo queda bien claro en esta historia: este hombre sabe hacer dinero. No sólo es muy rico, sino que Quadrangle y sus dos fondos extrabursátiles han dado buenos dividendos pese a las turbulencias. Pero, sin duda, Detroit es un problema muy diferente.</p>
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Rattner, un árbitro de lujo para la crisis automotriz
Tras veintiséis años como un banquero políticamente archiconectado en Wall Street, Steven Rattner se mudó a Washington y se puso al servicio de Barack Obama. Pero no en el cargo que hubiese querido, o sea secretario del Tesoro.