viernes, 27 de diciembre de 2024

Apertura, integración y el comercio China-EE.UU.

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Abundan las voces de censura contra “esos países que responden a la crisis cerrando sus mercados. Este nacionalismo, que pretende cerrar mercados para defender empleos e inversiones locales amenaza al mundo con más depresión”. Primero fue el semanario británico The Economist.

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Desde la perspectiva estadounidense, Hinrichs enumera una gama de productos expuesta a la competencia de precios chinos más bajos, que contribuye a disminuir presiones inflacionarias vía integración. Entre los costos, cita un substancial déficit comercial, dependencia externa –China acumula una enorme masa de deuda pública norteamericana- y pérdidas en cuenta corriente. Precisamente estos factores son razones primarias para que, en EE.UU., haya presiones contra la integración. <br />
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<strong>Puntos dificultosos</strong> <br />
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Definir pro y contra de la integración tal vez no sea lo más difícil, sugiere Prestowitz. A su criterio, “buena parte del problema es cómo integrar, sobre todo mientras se esfuma la globalización convencional, basada en mercados de riesgo, a raíz de la crisis sistémica internacional. <br />
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El analista cree que “los problemas actuales son similares a los de otras etapas históricas. De ese modo, en el siglo XIX y parte del XX, Estados Unidos planteaba la integración en sus propios términos, aplicando políticas tendientes al proteccionismo. Abraham Lincoln elevó 60% los gravámenes aduaneros y Theodore Roosevelt decía que, gracias a dios, no era librecambista.” <br />
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Por entonces, el proteccionismo le sirvió a EE.UU. para desarrollarse al nivel de Gran Bretaña, la superpotencia económica del momento. Por supuesto, ella y Holanda –líderes de la primera revolución industrial- se sentían muy cómodas con el “laissez faire, laissez passer” (Robert-Jacques Turgot, 1727/81). Las políticas seguidas hasta la megainflación alemana de 1922/5 le permitieron al PB por habitante de EE.UU. subir de 85% del británico en 1889 a 195% en vísperas de la Gran Guerra. Después, paulatinamente, Washington se plegó al libre comercio, salvo en materia agrícola. <br />
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Era inevitable pues que en 1946, el país emergiera de la Segunda guerra mundial como potencia dominante en comercio, industria y tecnología. Más tarde, imitó a Gran Bretaña: en lo interno, fomentó el consumo para estimular exportaciones del resto del mundo. En lo externo, promovió el libre comercio. Las presentes contradicciones entre EE.UU. y China son el problema de integración que Prescott trata de resolver. <br />
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<strong>¿Más integrados, mejor?</strong> <br /><br />Por cierto, la idea de que la integración funciona bien sólo en uno de los dos países involucrados directamente es tan común para Estados Unidos o China como para Rusia y la Comunidad de Estados Independientes o el “interior” de Latinoamérica. Al menos en el primer caso, Prescott sostiene que la integración opera bien para todas las partes. <br /><br />Con una dosis algo desmedida de optimismo, el Nobel 2004 pronostica que “hacia 2100, todo el planeta será más opulento debido a la integración económica”. Pero eso implica arriesgar predicciones para más allá de noventa años. <br /><br />“Al revés de lo que suele creerse –apunta, la torta se agranda cuando más comensales se sientan a la mesa. Ya el grupo de economías industriales se expande y, una vez que reclutas como China, India o Brasil están dentro, ahí se quedan. En otras palabras, el avance chino no perjudicará a EE.UU., pues, entre las economías integradas, cuanto más, mejor. <br /><br /><strong>Divergencias <br /></strong><br />Sin embargo, entre los participantes del foro se produjeron debates significativos. Particularmente, sobre la idea de que la integración beneficia a todos y no se limita a la expansión de unos países a expensas de otros, como insiste Prescott. Algunos objetores que el desarrollo, en términos de PBI, tal vez sea insostenible para los recursos finitos de la Tierra, máxime en esa proyección a 2100. <br /><br />“Es más fácil calcular utilidades que costos en materia de integración económica o comercial. Los ajustes asociados con ambas suelen estar estadísticamente mal presentados”. Eso piensa Clyde Prestowitz, presidente del Economic Strategic Institute. Otro experto, Paul Schiff Berman, observa que, “en lo tocante al intercambio, debiéramos concebirlo en un marco regulatorio más amplio. En el caso China-EE.UU., sería cuestión de perseguir desde ambos lados modelos económicos estables, sostenibles y socialmente positivos”. <br /><br />Merle Hinrichs (consultora Global Sources) articula ciertos costos y beneficios desde las perspectivas de empresarios y clientes tanto norteamericanos como chinos. Entre las ventajas de una integración para Beijing incluye inversiones de capital y transferencia de conocimientos, desde tecnología hasta management. Entre los costos chinos aparecen efectos lesivos en el empleo –vía importaciones- y el ambiente. <br />

Otra advertencia algo estridente pero no sin asidero, da a entender el reciente foro KnowledgeWharton/WPCarey, orientado por Edward Prescott. Este Nobel econ&oacute;mico (compartido en 2004) de formaci&oacute;n monetarista, exponiendo ante un grupo de universitarios y profesionales en la escuela de negocios WP Carey, sostuvo que &ldquo;la integraci&oacute;n es el camino apropiado para crear riqueza, siempre que reemplacemos &lsquo;intercambio&rsquo; por conceptos e interrelaciones m&aacute;s complejas&rdquo;. <br />
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Seg&uacute;n su planteo, &ldquo;pa&iacute;ses como Jap&oacute;n, Surcorea o Taiw&aacute;n, que se desarrollaron en la posguerra inmediata o mediata abri&eacute;ndose a Estados Unidos, han avanzado mucho en t&eacute;rminos de producto bruto interno, especialmente desde los a&ntilde;os 60&rdquo;. Ese grupo y parte del sudeste asi&aacute;tico reun&iacute;a el equivalente a 30% del PBI norteamericano en 1961, rozaba 65% cuarenta a&ntilde;os despu&eacute;s y representaba casi 70% hacia 2006. <br />
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Pero, puntualiza el acad&eacute;mico del Instituto Tecnol&oacute;gico de Massachussets (MIT), &ldquo;lo opuesto tambi&eacute;n se ha dado. Por ejemplo, en Am&eacute;rica latina, donde los pa&iacute;ses demoran en alcanzar a los emergentes l&iacute;deres &ndash;para no hablar de EE.UU. o la Eurozona- porque no se han integrado econ&oacute;micamente en grados aptos para competir&rdquo;. <br />
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En el planteo de Prescott, la integraci&oacute;n promueve desarrollo por tres motivos. Primero, ese camino significa para una econom&iacute;a en transici&oacute;n (como China) obtener acceso a capitales y tecnolog&iacute;as del exterior. &ldquo;La compa&ntilde;&iacute;as multinacionales &ndash;afirma- emplean conocimientos y otras ventajas v&iacute;a sus subsidiarias en pa&iacute;ses emergentes o perif&eacute;ricos. Eventualmente, sus propios intereses requieren que esas econom&iacute;as recipientes permanezcan abiertas&rdquo;. Como lo mostr&oacute; la cumbre del Grupo de los 20, hoy ocurre al rev&eacute;s y resurge el proteccionismo aun en pa&iacute;ses centrales. <br />
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En segundo lugar, si el desarrollo se constri&ntilde;e a econom&iacute;a no integradas hacia fuera los aumentos de productividad ligados a nuevas tecnolog&iacute;as provocan desempleo. Ello se debe a que los sectores internos m&aacute;s eficientes requieren menos mano de obra. Por el contrario, si el desarrollo deriva de la integraci&oacute;n, el aumento de productividad consiguiente lleva a elevar al mismo tiempo el empleo. <br />
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Finalmente, &ldquo;la integraci&oacute;n bien concebida, no cualquier tipo, fomenta la competencia &ndash;cree Prescott- como fuerte motivante del desenvolvimiento. Cuando seis pa&iacute;ses concibieron la Comunidad Europea en 1958, la mera amenaza de la formidable competencia alemana fue tornando m&aacute;s productivas las empresas francesas&rdquo;. El expositor olvida la contraparte: por razones pol&iacute;ticas internas, Par&iacute;s impuls&oacute; un proteccionismo agr&iacute;cola todav&iacute;a subsistente en la Uni&oacute;n Europea (veintisiete socios), EE.UU y Jap&oacute;n. <br />
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