<p>Por supuesto, un grupo de emisores optimistas cree que lo peor ha pasado y se evitó un agujero negro. Como Barack Obama y Benjamin Bernanke, se felicitaron mutualmente por la tarea cumplida. Pero no se plantearon políticas de salida, intereses referenciales inclusive, ni se manifestó sentido alguno de urgencia.<br />
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En realidad, se habló mucho (aunque genéricamente) en los seminarios formales sobre las lecciones de la crisis para la gestión futura de los bancos centrales. Cundía una sensación incómoda: aun cuando el último activo tóxico tomado por un estado se refinancie o revenda y se eliminen las últimas malas acreencias, ya no será posible volver las cosas a la fase precrítica.<br />
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Dicho de otro modo, los propios emisores deben cambiar, si bien unos más que otros. Sus elencos directivos y técnicos afrontarán nuevas responsabilidades formales en lo tocante a estabilidad financiera. El negocio se hará más amplio, complejo y espinoso, con objetivos que –por momentos- parecerán contradictorios e instrumentos todavía no puestos a prueba.<br />
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Todo esto alterará mecanismos de política monetaria supuestamente sagrados. Nadie mencionaba esos temas en Jackson Hole, de ahí la escasa trascendencia de sus seminarios y conclusiones. <br />
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Pero la vida de los banqueros centrales tampoco será la misma ni se limitará a asegurar estabilidad manejando indicadores de inflación. Éste fue su cometido desde que Paul Volcker, a fines de los años 70, lo erigió en obsesión. Con el tiempo, analistas y economistas –los neoclásicos- creían saberlo todo sobre ese monstruo.<br />
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Especialmente después de que, a mediados de los 80, se encontró una receta mágica, las metas inflacionarias. De hecho, Bernanke se aferra a metas “de facto”. Su ejemplo, sostienen los ortodoxos, alcanza al Banco Central europeo, aunque éste lo niegue.<br />
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Sin embargo, la crisis financiera occidental dejó en el aire la teoría de metas inflacionarias. Por eso, gente como Masaaki Shirakawa (banco del Japón) sostuvo en Wyoming que “es hora de revisar ideas establecidas a la luz de los acontecimientos”. En buen romance, Bernanke y varios colegas suyos deben replantearse objetivos. Sin esperar la crisis siguiente para descartar las metas inflacionarias y reemplazarlas por metas de precios.</p>
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Nada será igual para los bancos centrales
En casi tres años de crisis sistémica en Occidente, han pasado dos reuniones en Wyoming cuyo anfitrión es la Reserva Federal de Kansas City-, sin resultados perceptibles. Sus asistentes sólo pensaban en el corriente trimestre y sus perspectivas.