<p>Esta novedad genera temores, en UBS, Crédit Suisse y otros, de una caza de brujas. No obstante, algunos funcionarios no creen en los dichos de Worth. El gobierno suizo, que actuó como intermediario entre UBS y el servicio de recaudación fiscal (IRS) estadounidense, restó relevancia a la noticia.<br />
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Pero no sólo Francia quiere datos sobre cuentas numeradas de sus ciudadanos. Canadá y Alemania inician estos días presiones para obtener lo mismo que Estados Unidos.<br />
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Cada país tiene una identidad. La de Suiza es el secreto bancario que ofrece, en las variantes de 1815, 1848 y 1934 para evadir impuestos o lavar fondos. Sus banqueros parecían emisarios de una superpotencia y hasta tenían un títere, Liechtenstein.<br />
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No estaban solos. Por ejemplo, a Marcel Ospel (ex amo de UBS), el FBI le ponía un auto con chofer para recorrer Washington DF transgrediendo normas de tránsito. Esta prebenda databa de cuando John Edgar Hoover tenía su cuentita en Ginebra (hasta que el servicio secreto de la ex república democrática alemana lo puso en evidencia).<br />
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En Tokio, los funcionarios de hacienda, al jubilarse, dejaban a sus sucesores instrucciones sobre cómo tratar a cierto ejecutivo de Crédit Suisse, encargado de cuentas numeradas japonesas. Todo esto suena hoy a un pasado tan remoto como el lavado de fondos para Augusto Pinochet Ugarte, Alfredo Stroessner y otros prohombres de Latinoamérica, África o el sudeste asiático.<br />
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Suiza era síntesis de integridad, confianza, prudencia y cierta falta de escrúpulos. Así se comprobó al investigarse, desde los años 70, el destino de dinero, cuadros y oro –robados con frecuencia a judíos- transferidos por jerarcas o testaferros del III Reich. Ahora, todo eso parece leyenda.<br />
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La crisis involucra bancas que vivían en una ilusión: creerse simultáneamente suizas y norteamericanas. No era pues cuestión de finanzas, sino de identidad tergiversada y una serie de síntomas la pone al descubierto. Por ejemplo, semanas atrás Hans-Rudolf Merz (presidente federal de turno) visitó en Teherán a su colega Majmud Ajmadinedyad.<br />
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Se ignora de qué conversaron. Seguramente no de los asesinatos de opositores iraníes en Suiza, de 1987 a 1990, oportunamente silenciados por Berna. En un irónico revés, poco después la canciller hélveta Micheline Calmy-Rey se retiraba de la conferencia Durban II (¡en Ginebra!), mientras Ajmadinedyad despotricaba contra Israel. ¿Ella y Merz son del mismo país?<br />
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Desde que el congreso de Viena sancionó en 1815 la neutralidad suiza, los hélvetas “viven en una cárcel donde son guardianes y presos al mismo tiempo”, decía el dramaturgo alemán Friedrich Dürrenmatt. El otro país declarado neutral hace 194 años, Suecia, es preclaro ejemplo de lo que Suiza no supo ser. Ningún banco de Estocolmo se habría animado, por ejemplo, a meter diamantes en un tubo de dentífrico para que un cliente los sustrajera al fisco estadounidense. Pero, hoy, tampoco Suecia figura –como Suiza- en la lista de paraísos fiscales compilada por la OCDE para el Grupo de los 20. Pero UBS debe entregar las identidades de 4.450 cuentas anónimas… y le quedan 46.550.</p>
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Bancos suizos tratan de evitar una caza de brujas
Las entidades financieras helvéticas se mostraban alarmadas porque Éric Woerth ministro francés de hacienda- reveló haber recibido de Berna una lista de tres mil cuentas anónimas. No hace mucho, Union des Banques Suisses entregó 4.450 a Washington.