<p>La reticencia compradora del público caracteriza estas pálidas fiestas, mientras Obama sufre una lenta erosión en el consenso popular. Ello explica que la cumbre ambiental danesa no sea prioritaria para Washington ni los legisladores demócratas. Ni siquiera ante el repentino, feroz cabildeo de las petroleras vía una andanada de blogs que busca desvirtuar los argumentos ecologistas sobre el efecto invernadero.<br />
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Por cierto, al presidente no le faltan temas mucho más acuciantes. Desde la guerra en Afganistán, virtualmente tan perdida como la de Irak, hasta la ampliación del seguro médico y la reforma financiera. Todo esto crea dudas sobre qué podrá hacer el mandatario en una Copenhague donde puede repetirse el fracaso de Kyoto (1992).<br />
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Algunos de los presuntos culpables serán quizá los mismos (Estados Unidos, Gran Bretaña, Japón), más China, Brasil, India, etc. La apuesta política es clara, pero su desenlace es dudoso porque, ahora, los problemas de Obama no son el “lobby” antiambiental, sino una opinión pública que ha perdido interés en el asunto, como si los huracanes que aceleraron el deterioro de George W.Bush, hubiesen ocurrido en otro país.<br />
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Para colmo, la misma recesión que cerró industrias ha resultado en menor contaminación, al igual que redujo el menor uso de vehículos a nafta o gasoil. Basta una sola encuesta (la de Pew Research, noviembre) para demostrarlo: en dos años, la cantidad de norteamericanos preocupados por el efecto invernadero bajó de 77 a 56%. Como si eso fuera poco, otro llamativo brote de tremendismo obra en ese sentido: una lectura torpe del calendario maya anuncia el fin del mundo para 2012. Ya aparecen malos libros y peores películas sobre algo que ni siquiera es Apocalipsis (la palabra sólo significa revelación).<br />
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No obstante, las inquietudes presidenciales no son fantasías y se cifran en las elecciones de medio mandato, noviembre de 2010. Los demócratas se juegan muchas bancas ante republicanos que, en realidad, aún carecen de propuestas. Su arsenal se limita a atacar a Obama. Nadie lo dice todavía, pero su negritud es tal vez el mejor instrumento de la extrema derecha y los fundamentalismos del “cinturón bíblico”. Similar sesgo reaccionario surge en Europa occidental contra los musulmanes –no son blancos, claro- y también los negros.<br />
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Al respecto, hay síntomas claros en Francia (veda de burca femeninos), Suiza (prohíben minaretes) y, en Italia, insultos a Mario Balotelli, un excelente futbolista nacido en Bari de padres africanos. Esta gama de síntomas no es positiva para la cumbre de Copenhague, pues refleja un creciente aislacionismo blanco o, en el plano ecológico, un “après moi le déluge”. En cierto sentido, la suerte de Obama esta ligada no a Washington sino a Beijing, Tokio y Brasilia.</p>
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Obama, lejos de Copenhague, el ambiente y gases fósiles
Lo que desvela al presidente son sus votantes, sumidos en una recesión que no termina. Para peor, Wall Street amaga una euforia a medida de los banqueros, pero distante de una realidad cotidiana donde el desempleo recién cede de 10,2 a 10%.