<p>“¿Quiénes pagarán por este salvamento, en última instancia?” pregunta el ortodoxo The Economist. Para empezar, “los miles de turistas de Europa occidental que comienzan ya a abreviar las vacaciones estivales en las islas helenas. En parte –apunta el Frankfurter Allgemeine- por los precios, en parte por el clima tenso subsistente en Atenas y otras ciudades”.<br />
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El componente turístico no debe desdeñarse. Por otra parte, la ola europea de xenofobia está trabando el ingreso de griegos en Italia, Francia, Gran Bretaña, Alemania (que los iguala a los turcos, sus viejos enemigos) u Holanda, por iguales motivos. Trabajadores temporarios y estudiantes son las primeras víctimas, aunque no las únicas.<br />
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Esta combinación de circunstancias puede hacer que, en años venideros, los helenos detesten a los europeos tanto como ya lo hacen latinoamericanos, moros, turcos y africanos. Estos sentimientos también afectarán al Fondo Monetario Internacional, timonel de un salvamento sospechosamente redituable para Italia (se financia a 2,7% anual y le cobra 5% a Grecia). Similar disparidad exhiben Alemania, Francia, España o el Benelux.<br />
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Pero, el caso de este paquete –cuya suerte sigue en dudas-, es políticamente clave para la Eurozona, el FMI y Grecia. Esto sin contar el resto de la Unión Europea y candidatos a nuevos rescates dentro (Portugal, España, Irlanda, Letonia) o fuera (Islandia). <br />
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Un auxilio caro para Grecia con riesgos para la Eurozona
En el plano sociopolítico, observadores de la región temen que el paquete de 30.000 millones (US$ 42.000 millones) tenga consecuencias odiosas para la gente. Eso sin contar con un Banco Central Europeo puesto al margen del rescate. Y a pesar de los 15 mil millones que aportará el FMI.