<p>La nueva conducción kirghizí, con obvio apoyo de Estados Unidos y Rusia, afronta enormes problemas socieconómicos. Para peor, el régimen soporta un bloqueo de Kazajstán, la vasta república islámica de habla turca, clave de Asia central, partidaria del presidente depuesto el 7 de abril, Kurmanbek Bakiyev. <br />
Pese a las medidas para tranquilizar a los inversores extranjeros, Kirghizstán continuará inestable durante meses. Hasta podría dividirse en un norte golpista y un sur legalista.<br />
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El panorama ha sido complicado por una peligrosa iniciativa del “gobierno interino”: convertir el estado islámico en una república parlamentaria laica. Con esa idea, se ha convocado un plebiscito para fin de junio, al cual seguirán –en octubre- elecciones generales.<br />
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Sea como fuere, Kirghizstán –apenas 5.500.000 de población- está entre los miembros más pobres de la Comunidad de Estados Independientes (ex Unión Soviética). Según el Banco Mundial, su ingreso por habitante no pasaba de US$ 740 en 2009 y, como subraya un informe de esa misma fuente, su primitiva economía agrícola y minera nunca ha sido atractiva para los negocios.<br />
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Una sola explotación aurífera, Kumtor, manejada por la canadiense Centerra Gold, representa casi un cuarto de su producto bruto interno. Eso sí: en poco más de cinco años ha echado dos presidentes. El primero fue Askar Akayev, depuesto en marzo de 2005 por la “revolución de los tulipanes”. Ambos personajes habían alcanzado niveles de corrupción y fortunas personales intolerables, aún para ese país.</p>
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Kirghizstán: golpe contra la estabilidad en Asia central
Mientras, por un lado, tres mil partidarios del gobierno de facto desfilaban este fin de semana por la capital, Bishek, en Dyalalabad (la mayor ciudad de país, al sur) declaraban duelo civil por los disturbios acaecidos el 14 de mayo.