<p>Se trata, claro, de herramientas como computadoras ultrarrápidas, asesores e inversores que emplearon durante una década matemáticas muy complejas para amasar fortunas propias o de clientes. En cierto sentido, esa operativa se vincula con otro universo ultraespeculativo, las transacciones de alta frecuencia (TAF). <br />
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Patterson toma nueve casos. Desde Edward Thorp, gurú del movimiento cuántico, o sus seguidores más ricos, Clifford Asnews, Kenneth Griffin y Boaz Wedistein. Desde el británico Paul Wilmott hasta Benoit Mandelbrot o Nassim Taleb. Todos bajo la égida de Eugene Fama, supérstite de Chicago, y su hipótesis del mercado eficiente (HME).<br />
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Ésta postula que, en cualquier punto del tiempo, los precios de títulos negociados públicamente son un reflejo fiel de las opiniones de inversores bien informados. Por ende, es imposible obtener utilidades excesivas. Sin duda, esto remite a otra teoría pasada de moda, la de expectativas racionales (Robert Lucas, Nóbel 1995). <br />
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Sus elegantes ecuaciones hacen muy atractiva la HME, si bien surtía efectos ampliamente disímiles según quien la pusiese en práctica. Para ciertos inversores, obraba como la anfetamina, proporcionando el estímulo y los instrumentos analíticos necesarios para ganarle al mercado. Siempre y cuando se tratase de gente muy astuta o poco escrupulosa y sus computadoras fueran muy, muy veloces. Por ende, a los reguladores bursátiles la teoría los hacía suponer que los mercados se corregían solos y no precisaban controles (la misma falacia de Lucas).<br />
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Patterson no cree que eso sea en sí malo, en tanto las variaciones de precios en instrumentos financieros sigan las distribuciones estadísticas expresadas en curva normal de Gauss. Pero Mandelbrot venía sosteniendo desde hace años que aquellas variaciones no siguen la curva, sino que se parecen a las curvas de extremo gordo descriptas por el francés Paul-Pierre Lévy y resultan más factible que en las de HME. <br />
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El matemático y sus seguidores eran Casandras en quienes sólo creían economistas ajenos a Chicago o a las finanzas cuánticas. Hoy se sabe que los primeros tenían razón, como lo demuestra la fenomenal crisis sistémica de 2006/09.</p>
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La historia de la magia que casi pulverizó a Wall Street
En Quants, how they conquered and almost destroyed Wall Street (2009), Scott Patterson experto en tecnología financiera- encara lo que considera la más significativa innovación de la década. Vale decir, los analistas cuantitativos que usan técnicas numéricas o cuantitativas.