<p>El momento de la verdad llegaría este mismo viernes. Máxime si, con vistas al último trimestre calendario o tercero del año fiscal 2010/11, empieza a darse vuelta la curva de desocupación (9,6% en julio). No sin antes rozar 10% en octubre-diciembre.<br />
<br />
Mientras tanto, la lentitud de la recuperación les aporta munición gruesa al mercado bursátil, los sindicatos y la ultraderecha. Ante el silencio de los republicanos moderados, los Koch (magnates mellizos, judíos fundamentalistas) y otro ortodoxo, Steve Schwartzman –Blackstone Group, un gigante de la especulación- le dicen “imam Hussein Obama” al presidente. Lo mismo hace Glenn Beck, numen del “tea party” y columnista de Fox News, o sea operador de Rupert Murdoch.<br />
<br />
Pero el problema de fondo no son esos excesos, sino la sensación de que la economía física marcha a la deriva y puede recaer en una recesión como la de 2007/09 vía efecto W. Este cuadro obligó a que Barack Obama, apenas llegado de las vacaciones, mencionase este lunes un nuevo esquema para vencer el marasmo. Ni siquiera consultó primero a dos funcionarios devaluados, Timothy Geithner, secretario de hacienda, y Benjamin Bernanke, titular de la Reserva Federal.<br />
<br />
Sin embargo, no se intentará comprar activos tóxicos por sumas siderales (como los dos billones de 2008/09), sino operar sobre el déficit presupuestario –alcanzará 100% del producto bruto interno en 2011/12- con medidas no convencionales. El gobierno se apoyará en desgravaciones impositivas generadoras de empleo, orientadas a pequeñas y medianas empresas y la clase media.<br />
<br />
Pero hay un problema de orden político: el equipo técnico del gobierno ha perdido durante 2009 a Peter Orszag (presupuesto), Cristina Rohmae (asesora del presidente) y otros. Le quedan Geithner, demasiado ligado a Wall Street, Lawrence Summers y Paul Volcker, especies de “superasesores”. Precisamente, el primero –autor intelectual del programa pro alivio de activos tóxicos (TARP en inglés)- admite que la economía se ve más débil de lo esperado. No hay pues lugar para otro esquema de ese tipo.<br />
<br />
Ahora bien, justamente ese trasfondo explica que no existan riesgos inflacionarios atribuibles a los estímulos sistémicos. En rigor, hay más bienes y servicios en oferta que dinero o crédito para comprarlos, pese a tasas exiguas, según demuestra el cúmulo de viviendas invendibles. Este clima despierta, en varios analistas el temor al “peligro japonés”. En otras palabras, una deflación intermitente capaz de prolongarse varios años. <br />
</p>
¿Segundo plan de estímulos fiscales en Estados Unidos?
La Casa Blanca contempla otro programa de incentivos y alude a intervenciones quirúrgicas, concepto nada grato a Wall Street. Se apunta a desgravaciones para la clase media, la pequeña y mediana empresa. Objeto: crear o recrear puestos laborales.