<p>Desde el jueves 22, en efecto, las clases media y baja deben acostumbrarse a pagar con privaciones los pecados del laborista Gordon Brown. Entre ellos, insumir miles de millones para rescatar malos banqueros. Ése y otros motivos explican US$ 130.000 millones en recortes del gasto fiscal durante cinco años, unos 500.000 puestos laborales en el sector público y el aumento de 64 a 66 años –cuatro años antes de lo previsto- en el piso para jubilarse.<br />
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Ministerios y otras reparticiones afrontan un promedio de 19% en rebajas presupuestarias. Una de las áreas más golpeadas será la cancillería, que sufrirá recortes de 24%, por lo cual arreciarán los despidos entre centenares de diplomáticos de carrera. Si bien defensa afronta sólo 8% de reducciones, las fuerzas armadas deberán soportar serias disminuciones de personal y programas aéreos. <br />
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Varios analistas, entre ellos Martin Wolf, se preguntan si estas medidas surtirán efectos políticos y económicos, verbigracia en materia de reformas del estado. Estos interrogantes serán cuestión del parlamento y le caerán encima de Osborne, una especie de ”yuppie” conservador, cuya línea argumental es simple: “todo esto son las inevitables consecuencias de la incompetente gestión laborista”.</p>
<p>No obstante, el sesgo de los recortes denota cierta astucia: sus tramos más dolorosos se concentran en pocas áreas y no afectan educación, salud ni asistencia social. Esto podría funcionar si el gobierno lograse neutralizar la reacción negativa de los empleados públicos y la pequeña burguesía, directamente castigados.<br />
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En caso de que la economía siguiese endeble, Cameron y sus ministros serían responsables. En este plano, las duras resistencias de españoles, franceses y, quizás, alemanes son datos insoslayables.<br />
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Gran Bretaña, sus drásticos recortes y el costo social
Predicando contra John Maynard Keynes, el ministro de hacienda George Osborne anunció el presupuesto más astringente desde la II guerra mundial. El primer ministro David Cameron lo secundó haciendo profesión de fe en las recetas de Milton Friedman.