<p><strong>Un negocio rentable</strong></p>
<p>Proveer agua podría ser muy redituable, pero eso depende de las políticas de precios. Mark Zeitoun (London School of Economics) sospecha que la agricultura –especialmente la subsidiada por gobiernos- es la máxima culpable mundial del derroche. Los productores suelen preferir cultivos hidrointensivos, como la papa en Polonia, Holanda o Israel. En este caso, desperdician el agua que falta en Palestina, Jordania y Siria. <br />
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En realidad, el conjunto de aguas y reservas debiera alcanzar para todos. Pero las mayores fuentes hídricas a menudo están mal ubicadas o son costosas de transportar. En otro plano, los problemas tienden a aumentar debido al efecto invernadero. Aun sin eso, que a Brasil o Canadá les sobre agua no ayuda a Yemen, Somalía, China, Tibet o la faja sahariana.<br />
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Fundamentalmente, “la clave reside más en calidad que en cantidad”, señala Marshall Meyer (también de Wharton), que ha estudiado los severos problemas de escasez en China. Beijing encara proyectos para llevar agua a las grandes ciudades, pero su contaminación dificulta las cosas.<br />
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No obstante, el consumo humano directo representa apenas 10% del agua dulce, el que circula por canillas, duchas o mangueras. El doble, 20%, se emplea en la industria. El 70% restante –bastante más en economías subdesarrolladas- lo absorben explotaciones agroganaderas. Casi 18% de tierra bajo cultivo depende de la irrigación.<br />
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Para un negocio global estimado en US$ 500/600.000 millones anuales, obtener y trasportar agua en forma convencional también depara oportunidades. Quizá por ello, en el seco oeste tejano el magnate petrolero Thomas Boone Pickens viene comprando hectáreas de derechos a aguas subterráneas. Pero su idea no responde a la imaginación de Meyer: sólo proyecta un hidroducto para venderle agua a Dallas.</p>
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<p><strong>Actuales carencias</strong></p><p>Igual lenguaje emplea Witold Henisz (Foro Económico Mundial, Davos) especialista en riesgos ecológicos. “No será el fin del mundo. Pero habrá precios para el agua y, más aún, rivalidades entre países por el acceso al recurso”. No obstante, para la mayoría de la población global, no es cosa de mercados ni negocios. De acuerdo con el Consejo Mundial del Agua, 1.100 millones de personas sufren por falta de agua potable y otros 2.600 millones carecen de instalaciones sanitarias adecuadas: 60% de la humanidad.<br /><br />La mala calidad hídrica, indica Naciones Unidas, causa diarrea infantil y otros males que matan 1.600.000 por año. Obviamente, durante mucho tiempo esos problemas han sido encarados con insuficientes estructuras en países emergentes y subdesarrollados. Pero, con una población mundial capaz de alcanzar 9.000 millones hacia 2050, el surgimiento del agua como bien de cambio puede tener graves implicancias sociales y políticas.<br /><br />Por cierto, muchos empiezan a inquietarse por una crisis de corte malthusiano, no siempre por buenas razones. Por ejemplo, Goldman Sachs coincide en que la falta de agua acabaría siendo una amenaza geopolítica superior a los precios agrícolas y el agotamiento de hidrocarburos. Ya en 2006, Nicolas Stern compartía esas aprensiones en un denso estudio encargado por el gobierno británico.<br /><br />Por ejemplo, el derretimiento de glaciares en los Himalayas o los Andes reduce reservas de agua dulce. Precisamente, mientras varios grandes acuíferos –el mayor está bajo el sistema Paraná-Paraguay- tienden a secarse. Stern afirma que el agua dulce no es recurso renovable y, de puro barato, se explota sin tino. <br /><br />A GS eso lo fascina. Según la banca de valores, cada veinte años se dobla el consumo hídrico mundial y, en muchas zonas, falta agua porque las lluvias no logran cubrir la demanda local. Por consiguiente, la firma prevé un aumento en el precio eventual del agua y lo ve como “oportunidad, casi como el petróleo del futuro”.<br /><br />Tanto GS como Stern creen que las ganancias en ese hipotético mercado no provendrán del agua en sí, sino de colocaciones en infraestructura, tecnología, exploración y distribución. Por ejemplo, EE.UU. deberá gastar alrededor de un billón de dólares en hidroductos y reciclaje de aguas usadas de ahora a 2020. GS estima que el lado tecnológico del futuro negocio (desalinización, purificación) ya representaba en 2007 alrededor de US$ 425.000 millones.</p><p> </p>
<p>En ese escenario, el presumible agotamiento de reservas quizá tenga efectos peores que en materia de hidrocarburos, pues trasformará mercados –los expertos de Wharton dan por seguro que habrá precios para el agua dulce-, ecosistemas y la geopolítica mundial. Naturalmente, no todos creen que el recurso pase a ser negociable y apuntan a China, India, Rusia, Brasil y otras economías no tan condicionadas por el lucro privado. <br />
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¿Cuál es el perfil hídrico del planeta? El agua salada, sólo apta si se la desaliniza –algo por hoy imposible en altamar-, representa 97% de la masa total. En cuanto al restante 3%, su uso humano vive un auge por efectos de la sobrepoblación, la industrialización y la creciente necesidad de alimentos.<br />
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Hacia 1900, el consumo hídrico totalizaba cerca de 700 km3, señala un informe (2008) de Sustainable Asset Management, una consultoría de Zürich. Hace un año, la cifra se elevaba a 3.840 km3 (+400%) y probablemente alcance cinco mil (+550) en 2025. Por supuesto, las dos últimas cifras siguen lejos de los 9.000/12.000 km3 anuales aportados por lluvias en áreas accesibles. Pero, sostienen los promotores del “mercado hídrico”, contaminación, derroche, sequías y licuación de glaciares deteriorarán las reservas disponibles. <br />
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Ya se ven consecuencias tales como racionamiento hídrico en California, desecamiento en la cuenca del río Amarillo (China) o reducción glaciar en la Patagonia argentino-chilena. Los gigantescos desprendimientos de témpanos circumpolares son otros signos. Hacia 2030, estima la Organización de Cooperación para Desarrollo Económico (OCDE), más de media humanidad vivirá en zonas con problemas de abasto hídrico. <br />
Según una encuesta realizada en 2009 por Marsh Center for Risk Insights, 40% de las mil empresas en la lista anual Fortune estima que los efectos de la escasez hídrica serán “de severos a catastróficos”. Apenas 17% de las consultadas se prepara para esa eventualidad.<br />
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En verdad ¿se avecina un futuro sediento? “No necesariamente –señala el experto Howard Kunreuther, también de Wharton-, pero el recurso va en vías se transformarse en oro líquido, o sea un insumo a obtener, disputar, comercializar y vender a los precios más altos posibles”. Apelando a un clásico de management, lo define como “amenaza y desafío en forma simultánea”.</p>
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