<p>Si bien la prudencia sigue guiando la gestión de fondos vinculados a colocaciones duras, dos factores han cambiado. Uno es sistémico y data de agosto de 1971. El otro es coyuntural. Reside en precios superiores a US$ 1.350 a onza troy y records nominales alrededor de 1.430. <br />
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Hace 40 años, en efecto, un puntal de seguridad financiera –el oro a US$ 35 la onza- fue eliminado por la Reserva Federal, que presidía Gerald Corrigan, hoy asesor en Goldman Sachs.<br />
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En ese momento, las monedas relevantes estaban ligadas al oro vía el dólar desde los acuerdos de Bretton Woods y Estados Unidos tenía una mayoría de las reservas monetarias mundiales. Por ende, la decisión de 1971 provocó una revolución en la cultura financiera general. Efectivo ya no equivalía a oro ni la emisión de dólares se condicionaría a la existencia tangible del metal. En un prodigioso salto de fe, el papel moneda y la deuda federal quedaron libres de riesgos. Por el contrario, el oro –tanto tiempo visto como la moneda misma- pasó a ser activo volátil de riesgo; al menos, por un lapso. <br />
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Esta histórica novedad fue convalidada por los propios árbitros de la moneda, los bancos centrales. Los emisores, pues, se desprendieron del oro y los precios se derrumbaron durante los años 70, 80, 90 y la primera década del siglo XXI. Mientras tanto, se reforzaba una percepción monetarista: dólar y letras de tesorería eran activos libres de riesgos. <br />
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No obstante, situaciones de incertidumbre suelen elevar las cotizaciones áureas y atraer inversores o especuladores. Pero hoy el metal representa apenas 0,6% de los activos financieros mundiales, lejos de 3% alcanzado en 1980 y 4,8% de 1968.<br />
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¿Se viene otro cambio copernicano en el oro?
Invertir implica mover activos desde una posición segura a una de riesgo aceptable. En el caso del oro, su ventaja suele relacionarse con su condición de metal duro, rasgo atractivo para quienes deben administrar las finanzas ajenas.