India como socio comercial de Estados Unidos

<p>Sin duda, el papel indio en la econom&iacute;a mundial evoluciona a ritmo veloz. Hace menos de veinte a&ntilde;os, el tema de India en Occidente se limitaba a su pobreza y la asistencia internacional requerida para atenuarla. Hoy, el surgimiento de sus empresas es noticia predominante. Desde Tata Motors (compr&oacute; marcas como Jaguar o Land Rover) hasta la proveedora de servicios e insumos inform&aacute;ticos Infosys.</p>
<p>A menudo, no obstante, los logros en tercerizaci&oacute;n de procesos de negocios (TPN) generan atenci&oacute;n negativa. Especialmente entre norteamericanos que ven sus empleos amenazados. En 2009, firmas estadounidenses adquirieron US$ 2.300 millones en rubros TPN indios, 53% sobre los 1.500 millones de 2007. Entretanto, las compa&ntilde;&iacute;as locales continuaban ampliando cantidad y calidad de ofertas, merced a las aptitudes indias en la materia. Pero eso no era todo.</p>
<p>Las exportaciones estadounidenses al subcontinente fueron creciendo de apenas US$ 3.600 millones en 2001 a 18.200 millones en julio de 2009 a junio de 2010 (doce meses). La segunda cifra se compara con los US$ 69.600 millones vendidos a China en 2009. En un lado de la balanza, las importaciones norteamericanas a India han pasado de US$ 10.500 millones en 2001 a 26.500 millones en julio de 2009/junio de 2010. Por supuesto, este volumen es muy peque&ntilde;o en relaci&oacute;n con los US$ 296.000 millones importados de China. Gran parte del crecimiento en bienes primarios ocurre en sectores ajenos a bienes finales que no llaman la atenci&oacute;n en EE.UU., donde la competencia es m&aacute;s visible en manufacturas</p>
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<p>En tanto unos 85 a cien millones de indios han pasado en dos décadas de la pobreza a la baja clase media, esta masa constituye una pequeña parte de los 1.170 millones que habitan el país. Por ende, la fuerza laboral debe recorrer un largo trecho para compararse con sus equivalentes de EE.UU./Canadá, Europa en total o Asia oriental.</p>
<p>Al tope de la pirámide india, existe un selecto grupo de emprendedores que está redefiniendo una gama de negocios. Se lo reconoce internacionalmente como una élite que guía al resto desde un centro mundial dedicado a la tercerización de procesos y servicios. Por debajo, en el medio, se despliega una fuerza laboral que se maneja desde arriba.</p>
<p>Pero, más abajo, está de “vieja India”, un enorme tercer nivel que suele describirse como “victimas de un estado paquidérmico” poco apto para desempeñar papeles activos en una sociedad industrial moderna. Se trata de un estamento que funcionaría mejor si el gobierno hubiese dejado la economía en manos de los emprendedores. Esa subclase vota en términos de casta o religión y acaba eligiendo pésimos políticos que la mantiene en el subdesarrollo.</p>
<p>Aparece a esta altura en contraste con China. Todos saben que la transformación, iniciada en 1978 hacia un modelo donde vastas iniciativas gubernamentales –no el mítico mercado que imaginan muchos occidentales- han mejorado la infraestructura física y humana sin trabas como la religión o las castas. Pero el contexto indio es diferente. Los emprendedores privados que conducen la limitada reconversión lo hacen pese a la pobre calidad de la infraestructura –malos caminos, trenes y puentes, redes eléctricas insuficientes. Todo debido a la renuencia de los políticos a invertir y, mucho más, a mejorar en el enorme capital humano de la India.</p>
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