<p>El estado número 193 tiene dificultades de sobra. Al noroeste, limita con Darfur, otro foco permanente de violencia con una historia común respecto de “Adzania”. Los diferencia la base étnica. La provincia occidental del Sudán propiamente dicho es una mezcla de árabes y beduinos unidos sólo por el Islam y el odio a Jartum.<br />
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Por supuesto, la capitulación del presidente vitalicio sudanés Omar al-Bashir ante su flamante colega, Saliva Kiir, no es el fin de la historia. Especialmente si la escribe el petróleo: 80% de la producción queda en el nuevo país, pero los dos oleoductos claves y las refinerías están en Sudán. Esto explica que 50% de los ingresos queden en el norte.<br />
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La composición étnica es otro problema meridional. En tanto Sudán es relativamente homogéneo (lengua árabe, Islam sunní), el sur se compone de dinka (12%), nuer (11%) bedya (7%), adzande (7%)), shilluk-anwak (6%) y grupos más pequeños. Paralelamente, hay tres idiomas mayores (dinka, nuer, adzande), tres religiones –cristianos, musulmanes, cultos africanos- y dos lenguas francas, inglés y árabe.<br />
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En Adzania viven unos 8.500.000 habitantes, 70% con menos de treinta años y 50% bajo el umbral de pobreza. Sus vecinos inmediatos, excepto Kenya, no son precisamente un dechado de virtudes democráticas: Sudán mismo, República Centroafricana –ni siquiera tiene gentilicio propio-, Congo menor, Etiopía y Uganda. Resulta irónico, pues, que China sea una especie de árbitro económico norte-sur.</p>
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¿Sudán sur o Adzania? País con nombre en duda
Treinta años de guerra sin cuartel acabaron en un plebiscito que parte en dos a Sudán, una malhadada invención colonial británica (1863/1956). El sur no tiene designación segura, aunque sí capital, Dyuba, cerca de la frontera con Uganda.