<p>No obstante, manifestaciones en Omán, Marruecos, Jordania, Bahrein y Saudiarabia indican que estos regímenes no son inmunes a protestas ni exigencias reformistas. Ostensiblemente, sus autócratas no son tan rechazados como los de Túnez, Egipto o Libia, pero se perciben corrientes subterráneas adversas al statu quo.<br />
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En Marruecos, por lo menos, subsisten esperanzas algo desmedidas entre los realistas y observadores extranjeros que toman en serio la idea de perpetuidad. Ésta resulta del contexto tradicionalista que ofrece una teocracia basada en la versión islámica del derecho divino a reinar. Pero esto no protegerá indefinidamente al sultán Mahoma VI contra una reacción popular al mal manejo de la economía, la injusticia social y la ausencia siquiera de ropajes democráticos.<br />
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Por el contrario, José Luis Rodríguez Zapatero –primer ministro español-cree en las reformas encaradas por Rabat. Pero también creía en Muammar Ghaddafi.<br />
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Algunos argumentos que apoyan la monarquía hereditaria tienen cierto asidero, pues el sultán afirma descender indirectamente del profeta. Como tal, también es califa (del rito idrisí) y comendador de los creyentes, al igual que el rey saudí (wahhabita). Por otra parte, Marruecos era hasta ahora menos represivo que otros gobiernos musulmanes o laicos.<br />
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Muchos moros se refieren con respeto al sultán cuando buscan explicar las diferencias con Túnez, Libia, Argelia o Mauritania. Por ende, las protestas del 20 de febrero no fueron una “jornada de ira”, sino un día de suave mal humor. Sin embargo, van multiplicándose demandas de cambios en serio, nada gratos a los oídos de este monarca de 47 años, inicialmente presentado como innovador al heredar el trono de su padre, Hasán II, en 1999. Hoy se le endilgan demoras en su propio programa y represión.<br />
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Las marchas de febrero tuvieron una característica: la gente no llevaba pancartas con la efigie del sultán como símbolo de lealtad. En ominosa alusión a Zin al-Abidín ben Alí (Túnez) y su codiciosa familia, los manifestantes criticaban los negocios de palacio y se centraba en los de Mohammed Munir Majidí, secretario privado del monarca. Al sujeto lo llaman “director del holding real”.<br />
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Según opositores como Mohammed Salmí, del movimiento islámico Justicia y Caridad, “Marruecos no será excepción, pues no respeta derechos civiles y funciona como una autocracia. Se tortura en las cárceles, se hacen detenciones arbitrarias, no existe libertad de prensa y la constitución es francamente medieval”. <br />
Como en otros países árabes, se perfila una peligrosa mezcla de clase urbana joven desempleada y clase media profesional harta de un parlamento casi infantil. Entretanto, dos factores se oponen el régimen: las redes sociales y la oposición islámica. <br />
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Sa’id Benjeblí, 32 años, dirige la asociación marroquí de blogueros y sostiene que el sultán debiera dirigirse sin intermediarios a los 30 millones de habitantes. No queda mucho tiempo para salvar la monarquía”. Muchos oponentes no tienen nada contra el actual monarca alawita (la dinastía data del siglo XVII), pero aspiran a un sistema estilo español. No será fácil, pues Rabat viene tiranizando a un pueblo de esa lengua en el Sáhara occidental, ocupado por Hasán II en 1975. <br />
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Marruecos pone nerviosos a otros monarcas
¿Cuán seguras están las testas coronadas de turbantes? El hecho de que haya habido dos presidentes depuestos pero ningún rey, ha llevado a exageraciones sobre la presunta estabilidad monárquica en los extremos oriental y occidental del mundo árabe.