<p>La quinta jornada de acciones empezó no en el campo de batalla, sino en Berlín. Allá, el holandés Anders Fogh Rasmussen –secretario de la Otan- sorprendió a todos afirmando “en este momento, no se entiende por qué la organización persiste en su forma actual si sus miembros no la emplean”.</p>
<p>El lugar elegido no era casual: Alemania acababa de anunciar que abandona el campo de operaciones. Por el contrario, la hasta ahora reticente Turquía declaró que participaría en la intervención si se incluyesen países árabes en el mando conjunto. Entretanto, Estados Unidos ya no quiere la conducción y prefiere la Otan, pese a las dudas de Rasmussen.</p>
<p>La actitud de Barack Obama era esperable. Mientras arreciaban los ataques a Libia, el presidente realizaba una gira de relumbrón. Especialmente porque su escala más relevante, Brasil, no está de acuerdo con la guerra libia y el norteamericano no dijo palabra al respecto. Con Francia al frente de una petite entente –España, Grecia y otros-, Italia descubre que “los lazos históricos con Trípoli son un obstáculo para participar en los bombardeos”.</p>
<p>Por encima de todo, flota el espectro de una ofensiva demasiado larga, cuyo desenlace sólo puede acelerarse con fuerzas terrestres. Pero la Otan y el consejo de seguridad (ONU) fueron demasiado optimistas, la semana pasada, al condicionar el espacio de exclusión a la veda de efectivos convencionales. Si, en efecto, los ataques se prolongan más de lo prudencial, causarán más víctimas que las admisibles para Occidente.</p>
<p>Los pretextos de EE.UU. hoy para enfriar su papel son casi idénticos a los esgrimidos la década anterior para meterse en el lodazal afgano. Obama mantiene las políticas militares de George W. Bush tanto como las financieras: tan “ortodoxo” es Benjamin Bernanke (Reserva Federal) como Robert Gates, titular de defensa bajo ambos presidentes. <br />
Esta guerra, temen analistas europeos, está ya tan repleta de propaganda y golpes bajos como Afganistán-Pakistán, antes Irak I y II, Georgia o la ex Yugoslavia.<br />
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Desavenencias entre Estados Unidos y sus aliados europeos
Por una parte, Muammar Ghaddafi juega con las tribus. Por la otra, la operación rojo amanecer puede seguir la suerte de Afganistán. El coronel probablemente no logre ganar. Los aliados tampoco, habida cuenta de sus divergencias y vacilaciones.