jueves, 9 de enero de 2025

Avanza en toda Europa una oleada extremista

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El ultrapopulismo de derecha –estilo Tea party norteamericano- cubre países más o menos prósperos. En el norte, el partido Finés Auténtico ganó 19% del voto en las elecciones legislativas y queda segundo. Francia y Hungría no lucen mejor.

<p>En Budapest, se aprob&oacute; una nueva constituci&oacute;n por dos tercios de diputados, todos del partido Fidesz (Fe), cuyo lema es &ldquo;Dios, patria, hogar&rdquo;. En Par&iacute;s, el Frente Nacional de Marine Le Pen ya le hab&iacute;a sacado caudal al propio Nicolas Sarkozy (elecciones municipales) y los sondeos lo se&ntilde;alan favorito para 2012, en un eventual desempate de los comicios presidenciales.<br />
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En Holanda, el partido Libertario (PVV) de Geert Wilders es tercera fuerza parlamentaria. En el resto de la UE, Suecia, Eslovaquia, Dinamarca, Letonia, Eslovenia, Bulgaria y Grecia han abierto sus parlamentos a grupos populistas de derecha o extrema derecha. En Alemania, el problema es distinto. No hay por ahora Tea parties, pero cunde el descontento en el oficialismo y Angela Merkel ve agrietarse sus bases electorales, a manos de socialdem&oacute;cratas y verdes.<br />
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La raz&oacute;n es similar a la de los ultras europeos: rechazan los onerosos rescates en la Eurozona (Grecia, Irlanda, Portugal) y la inmigraci&oacute;n de tez cetrina o negra. Especialmente, los centenares de ilegales que Libia y otros pa&iacute;ses pobres expulsan cruzando el Mediterr&aacute;neo. Adem&aacute;s, hay alemanes como Thilo Sarrazin, un socialdem&oacute;crata de origen jud&iacute;o, que le tiene p&aacute;nico a la minor&iacute;a de habla turca (sus declaraciones lo dejaron fuera del Bundesbank).<br />
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Otra cuesti&oacute;n vincula a los partidos alemanes con la derecha europea: est&aacute;n contra los aportes al fondo pro reestructuraci&oacute;n financiera de la Eurozona (por ahora, unos &euro; 440.000 millones). Gente como Sarrazin, hoy en campa&ntilde;a por la intendencia de Berl&iacute;n, sostiene que muchos inmigrantes o sus hijos no exhiben un coeficiente de inteligencia a la par de los europeos. Este lenguaje es digno del franc&eacute;s Joseph Arthur de Gobineau (mediados del siglo XIX) y el jerarca nazi Alfred Rosenberg).</p>
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