<p>La nueva geografía, desde Mauritania hasta Omán, incluye dos mandatarios depuestos (el egipcio Hosni Mubarak, el tunecino Zin ben Alí), uno en plena guerra civil (el libio Muammar Ghadafi) y otro tambaleante, Alí Abdullá Saleh (Yemen). Sin llegar al extremo del coronel, el departamento de estado y el Foreign Office no da mucho por él y sí bastante por la escisión de Adén, si el autócrata no acata la propuesta de la Unión de Emiratos Árabes (dejar el poder y el país).<br />
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Entre las cabezas coronadas, la más en riesgo pertenece al emir (no “rey”) de Bahrein, Hamad ben Isa al Jalifa. En su caso, las masacres contra la mayoría shiíta preocupan a Estados Unidos, cuya quinta flota amarra en el archipiélago. Entretanto, tampoco desvela en Wahington y Londres la suerte del rey Abdullá II ibn Saúd, cuya rígida teocracia wahhabí hace concesiones o reformas según evolucionan las cosas.<br />
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La aparente estabilidad de los monarcas está alterando la propia política árabe de la Casa Blanca, que marcha hacia una doctrina muy pragmática identificada con Hillary Rodham Clinton: la estabilidad por encima de todo y la democracia en segundo o tercer plano. Aunque implique respaldar a las coronas más opresoras y distanciarse de los presidentes. Eso explica que, días atrás, Londres sacara de la galera al emir Sayyid Mohammed ar-Rida as-Senusí, sobrino nieto del último rey libio Idrís.<br />
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Ni las doctrinas de ambos Bush ni la de Rodham Clinton pueden obrar maravillas. Particularmente, porque el ajedrez árabe es a varias puntas. Contiene un nivel de regímenes presidenciales laicos pero autoritarios (Siria, Mauritania, Argelia, Yemen, Sudán), uno de monarquías teocráticas –Saudiarabia, Bahrein, Omán-, uno de monarquías moderadas (Jordania, Kuwait, Qatar, Unión de Emiratos Árabes) y dos estados laicos relativamente democráticos, Líbano y Palestina.</p>
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EE.UU. y Gran Bretaña prefieren reinos árabes
Ante la ola de sublevaciones en Levante, a Washington y Londres los asusta una realidad nada democrática: en el Islam, los presidentes caen pero los monarcas sobreviven. Claro que con excepciones. Líbano, una de ellas, es duradero, laico y plural.