<p>Hubo una señal clave al respecto: el presidente francés cambió de postura, el miércoles, en lo tocante a sus proyectos hasta entonces prioritarios. Así, la “canciller de hierro” le hizo desechar la idea de emitir eurotítulos avalados por las economías más sólidas del área. Eso hubiese permitido “mutualizar” los pasivos nacionales. Otra muestra del garrote germano ha sido la decisión de no ampliar los alcances de Fondo Europeo pro Estabilidad Financiera (FEEF, por ahora “sólo” € 440.000 millones) para tomar deuda soberana de los países en aprietos vía mercado secundario.<br />
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El tercer punto desnuda las intenciones de Merkel: imponer rigurosa disciplina fiscal y monetaria a esas mismas economías, quizá dejando definitivamente de lado el pacto de estabilidad (Maastricht 1992). En un plano políticamente más peligroso, Merkel motoriza la “regla de oro”, consistente en incorporar a las constituciones nacionales el equilibrio fiscal y el paulatino achique de la deuda soberana.<br />
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En síntesis, los únicos fines que le importan a Berlín son la ortodoxia presupuestaria y la estabilidad del euro. Justamente mientras Joseph Stiglitz vuelve a recomendar que se reemplace esa divisa por un sistema de doble moneda.<br />
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Por el contrario, Sarkozy logró el apoyo de Merkel a un “viejo” proyecto político, revelado el 20 de octubre de 2008, en medio de la crisis sistémica occidental de 2007/08. Se trata de un “gobierno económico” en la Eurozona. Durante casi tres años, la canciller resistió ese esquema, hasta que captó las ventajas de ceder ante el francés. Dicho de otro modo, ambos promueven hoy un organismo más formal –por ejemplo, una junta de gobernantes ejecutivos-, conducida por un presidente permanente.<br />
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Ahora bien, si se mantuviese la relación deuda pública-producto bruto interno como referencia, la posición de los grandes no saldría bien parada. Excepto cinco casos extremos (Grecia con 142,8%, Italia con 119%, Bélgica con 96,8%, Irlanda con 96,2% millones, Portugal con 93%), los “campeones” son Alemania (83,2%), Francia (81,7%) Austria (72,3%) y Holanda (62,7%).<br />
En un plano geopolítico, el eje Berlín-París plantea también el fin del sueño comunitario europeo, pues implica un gobierno de cancillerías (como la Alemania anterior a la unificación de 1871) en desmedro de una “Europa coral”. Si cristaliza, la doctrina francogermana deja sin sustento al tratado de Lisboa (2007). En realidad, va más lejos: cuestiona la mayoría de mecanismos creados por la anterior doctrina París-Bonn, luego Berlín, esto es la Comunidad del Carbón y el Acero (1949) y sus avatares hasta la Unión Europea.<br />
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Bien visto, este eje Alemania-Francia representa el triunfo británico y el regreso de los estados nacionales. Pero ni Merkel es Konrad Adenauer ni Sarkozy es Charles de Gaulle o Edgar Faure.<br />
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Merkel, el poder real tras el eje Berlín-París
Las medidas adoptadas o a adoptarse luego de la cumbre Angela Merkel-Nicolas Sarkozy dejan en claro que Alemania y Francia forman una aparente conducción bicéfala dispuesta a esgrimir un garrote en la Eurozona. Pero Berlín pesa más que París.