<p>Por otro lado, los directivos están sofocando la creatividad y la innovación, por la tendencia a frenar nuevas formas de negocio derivada de su temor a correr riesgos en época de crisis. Actualmente, los líderes se centran sobre todo en salvaguardar sus puestos dentro de las compañías. Por Iván Abreu Anaya.</p>
<p>Lo que ahora se ha comenzado a llamar “la crisis de los países desarrollados” de refleja, en Estados Unidos, en una crisis general de la empresa. Empezando porque su propia crisis obligó a recortes presupuestarios en las empresas de todo tamaño y la desaparición de muchos puestos de trabajo.</p>
<p>Según el vicepresidente de DDI, Wellins Rich, la investigación que dio lugar al informe “Previsión Global de Liderazgo” cambiaron las prácticas pero no cambian los líderes.</p>
<p>En el censo que realizaron para medir la calidad del liderazgo en las empresas encuestadas, sólo un tercio de los directivos cumplen con las metas establecidas. Tampoco hay confianza en la calidad de las personas que se perfilan como sucesores de los actuales número uno. Uno de cada cinco gerentes dijo dudar de la línea del posible liderazgo futuro. Según DDI, uno de los mayores problemas es la falta de una planificación de la sucesión.</p>
<p>En la investigación se determinó que menos de la mitad de las empresas (44%) cuenta con procesos de identificación de talento de alto potencial para conducir, y aún menos compañías (37%) tienen un proceso instalado para el cultivo de esas personas.</p>
<p>El problema es que la identificación y desarrollo de talento futuro no es considerada prioridad entre las habilidades que debe tener un líder. Eso explica, tal vez, que cuatro de cada 10 nuevos dirigentes admiten no saber encontrar nuevos talentos.</p>
<p>El informe revela también que la cuarta parte de las empresas encuestadas carece de plan de sucesión. <br />
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Un problema crónico de liderazgo pobre
Según un análisis que la consultora estadounidense Development Dimensions International (DDI) realizó en colaboración con el laboratorio de gestión de Gary Hamel, la calidad del liderazgo en las empresas estadounidenses es pobre y no muestra señales de mejorar.