<p>Ya el miércoles, Wen advertía que “el país podría recaer en un caos –justamente- como el de la revolución cultural” de 1966/76. En realidad, el primer ministro y el presidente Hun Jintao aprovechan la situación para promover más economía de mercado, menos grupos de interés y más dinamismo en el partido Comunista para responder a los nuevos desafíos.</p>
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<p>Ambos dirigentes presentan como “reformas políticas” el paquete lanzado durante la asamblea anual del congreso. “Al poner el acento en esta segunda revolución cultural enfatizan los riesgos de desdeñarlas o postergarlas y se presenta a Bo como chivo emisario”. Eso sostiene Zhang Ming, experto de la universidad metropolitana.<br />
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Por cierto, desde 2007, el populista Bo llevó a cabo una campaña orientada contra la izquierda más conservadora y “ultramontana”. O sea, los comunistas históricos. Por su lado, Wen impulsa menos capitalismo de estado y una estrategia de desarrollo más activa. No por casualidad, meses después de cumplir noventa años el comunismo chino. Algunos analistas de Hongkong, Tokio y Singapur –y el Banco Mundial- coinciden en que “el actual modelo de crecimiento no es sostenible”.<br />
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Sin llegar a ese extremo, los “reformistas de 1999” afirman que el predominio de bancos y compañías estatales debe recortarse y el sector privado ha de reforzarse. Exactamente eso señalaba entonces el comité central de partido pero, en trece años, los progresos han sido casi nulos. “Resulta difícil impedir que las empresas estatales obtengan del sector público capital y contratos, manipulando decisiones a su gusto”, apunta Hu Shuli, jefa de redacción del South China Morning Post (grupo Caixin), ariete de las críticas “capitalistas”.<br />
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Hasta su destitución, Bo Xilai fue ganando espacios en escala nacional y muchos dirigentes peregrinaban a su reducto, Chongqing, en pos de apoyo. Pero la notoria ausencia de Hu Jintao en esa metrópolis –una de las mayores- era una clara señal. Por un parte, el carisma y la autopropaganda de Bo lo hacían popular entre la gente. Por otra, lo alejaban del poder político. Vástago de un fundador del comunismo, Bo integraba una facción extremista de la Guardia Roja y estuvo en la cárcel durante la última fase de la revolución cultural. Más tarde, optó por abrirse camino en la burocracia comunista. <br />
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Jornadas claves para la cúpula china dividida
Beijing y las ciudades mayores del gigante afrontan una inflexión sin precedentes desde el fin del maoísmo. La caída del popular Bo Xilai otrora poderoso miembro del politburó- revela una feroz lucha interna que inquieta al premier Wen Jiabao .