El gobierno de Mohamed Morsi no encuentra sosiego. La crisis política, que apenas pudo controlar con una consulta popular que le dio apoyo a una nueva constitución cuyos principios son rechazados por la oposición laica, explotó unas semanas después por las consecuencias judiciales de una matanza en un estadio de fútbol.
En el fondo de tantos conflictos políticos y sociales está la enorme crisis económica que atraviesa el país, la misma crisis que acabó con cuatro décadas de dictadura. Ahora el gobierno musulmán depende de la ayuda financiera del FMI y el gobierno de Estados Unidos. Y Mohamed Morsi, educado en Estados Unidos, donde actualmente vive su familia, es la esperanza de la mayoría musulmana.
Las actuales protestas y la represión policial han dejado ya más de 50 muertos y se han desatado en una zona sensible para el comercio mundial, tres ciudades ubicadas en la costa del Canal de Suez. Al declarar el estado de emergencia, Morsi dijo que estaba en contra de las medidas de emergencia pero se vio obligado a tomar la medida para parar el baño de sangre y proteger a la población.
Este lunes activistas de Ismalia, Suez y Port Said salieron a la calle en desafío al estado de emergencia. La corresponsal de Al Jazeera, Rawya Rageh, comentó que no ve cómo la decisión de Morsi puede inspirar mayor confianza en la población. “La gente en Port Said siente que hay un estado de colapso generalizadoâ€. Varios miembros de la oposición alertan que con las nuevas medidas solo se le da más poder a las fuerzas represivas.
Lo cierto es que el norte de Ãfrica parece estar viviendo ahora su “invierno árabeâ€, con la crisis en Egipto, la guerra civil en Siria y la reciente ocupación francesa de Mali.