El director del Departamento de Economía del IAE, Universidad Austral, Juan José Llach, analizó el resultado de las PASO y trazó diversas hipótesis sobre el rumbo económico hasta 2015, según la presión que ejerzan los ganadores y la reacción del gobierno, y a condición de que la soja mantenga su actual bonanza.
El resultado de las PASO sorprendió a casi todos por la contundencia de la derrota del Frente para la Victoria y del gobierno, que obtendrían aun sumando aliados sólo un 28% de los votos –unos 4 menos que en 2009, con una economía mejor que entonces-que ganarían sólo 8 provincias y obtendrían resultados ambiguos en Salta (ganando en senadores, perdiendo en diputados) y en Neuquén (ganó su aliado pero en la interna del MPN ganó la fracción menos oficialista, que además cuestiona el acuerdo con Chevron).
Si bien no es magro consuelo para el oficialismo el hecho de que no habrá grandes cambios en la composición de diputados y del senado nacionales –si los resultados se repitieran en octubre-, porque quien arriesgaba más bancas era la oposición, surgen otros dos novedades de bulto, malas para el gobierno pero buenas para el país.
La primera es que quedan anulados el proyecto de reforma constitucional y también otros cambios institucionales expresivos del vamos por todo, como la democratización de la Justicia.
La segunda es que aumentó mucho la probabilidad de que la contienda presidencial de 2015 sea ganada por los responsables políticos, ganadores a su vez de la elección PASO en Buenos Aires, la CABA, Córdoba, Mendoza o Santa Fe -quizás añadiendo a algún otro candidato radical-, todos los cuales desarrollarían políticas socioeconómicas más parecidas a las del vecindario latinoamericano sensato –Brasil, Chile, Colombia, México, Uruguay, Perú- que a las de los populismos o socialismos siglo XXI de Bolivia, Ecuador y Venezuela.
Quedan por cierto muchos interrogantes sobre la larga travesía económica y social desde aquí hasta diciembre de 2015.
Primera pregunta: ¿cambiará su orientación el gobierno?
Su objetivo principal es no hacer cosas tales como una mayor solvencia fiscal o corregir los precios relativos (dólar, tarifas), dejándolas como herencia envenenada para el próximo gobierno (al que se acusaría del “ajuste”) y por ello es muy poco probable que haya cambios significativos en la orientación económico-social de hoy.
Se intentarán sí ajustes –eso son-en los márgenes, tales como evitar que siga en aumento la inflación o que se agudice la escasez de dólares dando paso a un aumento de la brecha cambiaria.
Para ello se moderarán un poco las políticas monetaria y fiscal, se irán poniendo y sacando controles al modo desordenado de los últimos años, podría ocurrir también un intento disimulado de acuerdo de precios y salarios y, en fin, podría intentarse aumentar la oferta de dólares mediante el aflojamiento de restricciones a las exportaciones o la legalización de un tipo de cambio múltiple (no doble) poniendo alto precio a los exportadores de muy alto valor agregado o a quienes quieran comprar o vender turismo o traer inversiones reales y llevarse dividendos.
Segunda pregunta: ¿se evita de este modo que ocurra un accidente macroeconómico que lleve de nuevo a la recesión, al aumento de la brecha y tal vez también de la inflación?
No necesariamente, porque para ello haría falta un programa más contundente, con ataque explícito, sistemático y gradual a la inflación, convenciendo a los agentes económicos de que empezará a bajar y que los contratos deben negociarse en base a la inflación esperada.
También haría falta normalizar la situación de las deudas en litigio –holdouts, Club de París, CIADI-que son una espada de Damocles sobre el mercado cambiario y que además traban la posibilidad de acceder al financiamiento en el mercado de capitales eventualmente necesario si, por ejemplo, continúa la caída de la soja para principios de 2014.
Si esta apuesta gatopardista será o no exitosa dependerá mucho del contexto internacional.
Si se cumplen las proyecciones actuales de crecimiento global para lo que resta hasta 2015, la situación interna no descarrilará pero tampoco será estable.
Llegado el momento es factible que el más probable candidato oficialista se encargue de presionar al gobierno para evitar que se acentúen las políticas responsables en buena medida de la contundente derrota electoral.
Juan J. Llach