Lo que se viene sabiendo ya desde hace unos cinco años es que la Internet de las Cosas, que consiste en sensores y activadores conectados por redes a sistemas computarizados – es capaz de crear enorme valor para la humanidad. Un último trabajo realizado por tres directores del McKinsey Global Institute (James Manyika, Jonathan Woetzel y Richard Dobbs) intenta determinar exactamente cómo esta nueva tecnología puede crear valor económico real.
The Internet of Things: Mapping the value beyond the hype, concluye que muchas veces el entusiasmo por lo que puede hacer una tecnología ni si quiera se puede imaginar en un principio su verdadero potencial y a dónde pueden llegar los cambios.
A propósito de esto Richard Waters hace una interesante reflexión en el Financial Times. Él dice, en síntesis, que la tecnología suele tener la capacidad de derivar por caminos impensados. “Cuanto más fundacional es un cambio”, dice, ” más difícil es anticipar hacia dónde terminará llevando”. Y con un ejemplo muy simple permite entender esto perfectamente: “el motor de combustión interna creó el automóvil y las fábricas de autos, pero también provocó el crecimiento de los suburbios, los hipermercados y la aglomeración en las rutas”. Ninguna de esas tres cosas se habría producido si la gente hubiera seguido transportándose con coches de tracción a sangre. Es más, eran impensables.
La investigación de McKinsey transita la misma idea. Los investigadoren sostienen que todavía no llegamos a captar o entender el verdadero valor que se puede crear con la interoperatividad entre muchos sistemas.
