Es el problema con las percepciones. Si prima la idea de que el daño financiero será poco, ¿para qué seguir haciendo esfuerzos en encontrar una solución. Francia cree que vale la pena el esfuerzo, pero Alemania parece inclinarse por soltarle la mano a Grecia. Es curioso, porque bancos franceses y alemanes son los principales acreedores y los que más sufrirán con un default en serio. En especial los alemanes: sus bancos le han prestado a Grecia € 87 mil millones, una suma muy respetable.
Los estadounidenses insisten ante sus pares europeos en encontrar algún tipo de solución. Tal vez recuerdan cuando en 2008 el Congreso de EE.UU se negó a un rescate financiero de US$ 700 mil millones. Luego vino Lehman Brothers y todo lo demás. En el mundo, recién ahora se recupera la normalidad tras el desastre que dejó esa decisión.
Es que el pragmatismo está reñido con ciertos principios éticos. Es una discusión que la Argentina presenció en 2.001.
Los acreedores no pueden perdonar a los deudores que se endeudaron voluntariamente, a sabiendas, más allá de sus posibilidades de pago. Es un principio ético muy respetable: las deudas deben honrarse.
Del otro lado se argumentaba: la codicia de los bancos sabía que gobiernos irresponsables no podrían pagar en algún momento. Tienen parte de la culpa y deben pagar su incompetencia como prestadores, con recortes sustanciales a las cifras que pretenden cobrar. Otro enunciado ético.
La misma discusión se ha planteado ahora en el caso griego. Pese a los esfuerzos de los que creen que hay que negociar hasta el final, abundan los que quieren clausurar el diálogo y que Grecia caiga de una vez.
Las consecuencias es lo que importa. Y así como desde el 2012 gobiernos y bancos centrales europeos vienen rescatando a bancos y tenedores de bonos que prestaron con imprudencia y excesiva facilidad, en una nueva etapa deberán aportar más fondos e importantes, para salvar a sus ahorristas y entidades financieras.
Claro, facilitar un arreglo con Grecia tiene un precio: soportar la inevitable embestida de españoles, portugueses, italianos e irlandeses que han pasado –y siguen pasando- por parecidas circunstancias. Con lo cual, no solamente el euro estará en riesgo. También la Unión Europea.