“Ganarle a mis hijos en un video juego es imposible para mí, van a la velocidad de la luz”; “No sé qué me pasa cuando estudio; antes leía una vez un texto y ya, ahora tengo que leerlo tres veces para recordarlo”; “Uno de mis compañeros de trabajo me dijo que estoy lento; creo que tiene razón; cada vez me lleva más tiempo elaborar las presentaciones”; “Tardo para tomar una decisión y encima me equivoco”; lo que pasa es que me cuesta retener tantas cosas en la cabeza… ¿será el cansancio?”
Lo que he escrito en el párrafo precedente son comentarios y preguntas de personas cuya edad va desde los 30 a los 60 años (aproximadamente) y refieren a problemas que tienen un denominador común: la preocupación por lo que consideran una disminución de su velocidad mental y de las capacidades de aprendizaje y memoria.
Es sabido que con el correr de los años, y durante toda la vida, el cerebro presenta cambios permanentes debido al fenómeno de la neuroplasticidad. Niños y niñas, hombres y mujeres pasamos de una etapa de crecimiento y desarrollo a otra de maduración (la más extensa) hasta la denominada tercera edad, época en la que existe un deterioro neurocognitivo que se traduce en menor agilidad mental.
Sin embargo, y esto es lo más importante: en todas las etapas de la vida podemos trabajar para tener un cerebro sano y activo. Leyendo el próximo apartado, verás que no se trata de un trabajo arduo y complejo. Es suficiente con prestarle atención al cerebro y cambiar los hábitos que son nocivos para éste.
¿De qué depende la agilidad mental?
Para explicarte con claridad de qué depende la agilidad mental he decidido hacerlo a partir de la evidencia científica, seleccionando los resultados de investigaciones que he sintetizado en la siguiente imagen:
Es común que se relacione la agilidad mental solo con las capacidades cognitivas, por ejemplo, con las habilidades para resolver enigmas, ganar en los videojuegos o realizar cálculos con rapidez, sin embargo, ello constituye sólo una parte. Si bien el entrenamiento neurocognitivo es fundamental para agilizar la atención, la concentración y las capacidades de percepción, memoria y aprendizaje, además de lograr mayor velocidad en el procesamiento de la información, un cerebro será ágil siempre que exista autoliderazgo emocional.
Por ello, y en función de mis conocimientos y experiencias, soy concluyente en cuanto a que no se obtienen buenos resultados cuando las prácticas se centran en lo cognitivo y se pasa a un segundo plano, se minimiza o directamente se ignora lo emocional.
La revisión de hábitos constituye un tema de gran relevancia debido a que algunos son nocivos para el cerebro, como el sedentarismo, la escasez de horas de sueño y la alimentación inadecuada (que comprometen seriamente el funcionamiento de la memoria).
Por eso, y sin soslayar la importancia de jugar al Teg, al ajedrez, resolver crucigramas y estudiar incluso en edades avanzadas, te apunto 10 tips que te ayudarán a mejorar tu agilidad mental. Entre ellos, hallarás algunos que involucran, a su vez, un cambio en la filosofía de vida: