jueves, 26 de diciembre de 2024

Bancos: los grandes ganadores de la década

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Habían quedado al borde del abismo en 2001 pero treparon a lo más alto del podio con ganancias de casi $ 46.000 millones el año pasado. Tras perforar las consignas políticas en su contra, hoy cosechan rendimientos de hasta 200% en su cotización bursátil. Por Rubén Chorny. 

Una versión de esta nota apareció en la edición 139 de Alzas y Bajas. 

 

No era nadie parecido a Alekséi Ivánovich, el jugador de Fiódor Dostoievski, ni a Luis Grow, el abogado de la novela La Bolsa, de Julián Martel, que perdiera todo en la crisis bursátil de 1890 en Buenos Aires.

 

Aquellos legendarios personajes novelescos de dos siglos atrás drenaban la impotencia y el veneno que les inoculara la timba financiera de cada época y geografía a la ambición material de trascenderse, esa misma que desbarataran las resonantes quiebras mundiales de 600 bancos en el ´29 como consecuencia del crack de Wall Street o la explosión de la llamada burbuja inmobiliaria de 2007, que detonó con Lehman Brothers.

 

Con cualquiera de esos tristes desenlaces, en algún punto sí se hubiera sentido identificado un tal Matías Velaino, que a los 25 años se paseaba al borde de la desesperación frente a las puertas de una de las centenares de instituciones argentinas que les “acorralaron” sus ahorros por el decreto 1570, del 3 de diciembre de 2001.

 

Variopintos  ahorristas, jóvenes como él, señores con traza de ejecutivos, amas de casa, empleadas y canos veteranos agitaban, indignados, los papeles que les habían dado como certificados de plazo fijo garantizados por el Banco Central y que, en ese momento, apenas representaban una estafa al portador. Se juramentaron: “Nunca más en la vida volveré a pisar un banco”.

 

Casi con las mismas palabras, pero 12años antes, papá Velaino imprecaba por el canje compulsivo que lo obligaron a hacer de su dinero por bonos. Y, yendo aún un poco más atrás, hasta el abuelo Velaino había repetido el latiguillo al enfrentarse a la quiebra de la tablita de la plata dulce del gobierno militar que cesara en los ´80.

 

Pero él, Matías, no los tuvo presentes, como tampoco se recordó a sí mismo como ese indignado cacerolero del 2001, al principio de su carrera profesional, cuando menos de cinco años después la economía del país se reactivaba y recibía un ascenso en la escala laboral y salarial.

 

¡Cómo no haber caído en la cuenta que consignas anti bancos, como “patria financiera”, “patria o buitres” y otras del acervo panfletario que suelen blindar con caracterizaciones ideológicas a meros actos delictivos en los que se confabula la política gubernamental con la mala praxis empresarial!

 

No había más que repasar que, previo al estallido de la convertibilidad, el sistema financiero argentino ya mostraba los signos de un doble proceso de concentración y extranjerización: las de capital foráneo reunían en diciembre de 2000 el 49,2% de los depósitos, que más que triplicaban el 14,6% de 1991.

 

Y que, si bien el día después el discurso político cambió, en la práctica, transcurridos 14 años, la concentración bancaria nunca cesó: hoy el BCRA sigue los balances de 81 entidades, de las 113 que encontrara en la etapa posconvertibilidad, que a su vez había dejado en la década de los ´90 el tendal de las cerca de 300 con que había arrancado. El reparto en la participación en los depósitos distó de ser equitativo: las diez entidades más grandes acarician el 80%, tras iniciar el milenio con el 73% al que habían arribado desde casi el 50% que detentaban nueve años atrás.

 

Corralero

 

Pero lo del corralito parecía too much. La enjundia contra los banqueros no tenía qué envidiarle a la de los desfalcados en La Bolsa de Martel o a la legión que encarnaba el héroe de El Jugador de Dostoievski.

 

Los jóvenes emergentes en la pirámide social habían rechinado los dientes ante aquella impertérrita mole de la City porteña, los más curtidos se lamentaban de haber sido sorprendidos por enésima vez y cómo, ¿apenas en un lustro, un paquete de tarjetas de crédito y pagos en cuotas de consumos y viajes había logrado arrancarles el indulto?

 

“No quedaba otra”, según Miguel Angel Boggiano, CEO de Carta Financiera, quien no cree que haya habido una reconciliación entre el público y los bancos, ya que éstos “son el elemento vital para efectuar pagos, cobrar sueldos, tomar préstamos o usar tarjetas de crédito. Si uno quisiera evitarlos tendría muchos más costos que beneficios. Sería inimaginable que las empresas les pagaran a sus empleados en efectivo y que ellos lo guardaran en sus casas”, advierte.

 

El milagro de olvidar el despecho de la fobia de 2001 hacia los bancos tuvo como abanderados a la clase alta y media alta vinculada con los sectores más dinámicos de la economía  (diseñadores, consultores, tecnología, comunicaciones, emprendedores), que se movilizan en  espacios de circulación y socialidad más abiertos. La directora de Trendsity, Mariela Mociulsky individualiza en ellos un estilo más innovador y expresivo, que se expresa por medio de la clásica batería de inversiones, con tasas preferenciales, plazos fijos, fondos comunes de Inversión, acciones, títulos y bonos como insumo compartido, punto más o menos.

 

A Matías le sentaría como un traje a medida. Pero Boggiano encuentra en el paso del tiempo una explicación de que “aquel trago amargo del corralito haya ido quedando en el recuerdo pero, dicho esto, todos los programas de puntos y promociones que se fueron realizando contribuyeron a fidelizar al usuario bancario”.

 

Ve justamente la clave en el consumo elegido como camino en la era kirchnerista para impulsar el crecimiento económico, “con lo cual no sólo eran los bancos los que alentaban las compras con tarjeta, sino indirectamente el gobierno a través de sus políticas”.

 

La inflación como aliada

 

Así, los banqueros que habían resistido la ira popular en la crisis de 2002 tuvieron como premio el rebote hacia un rápido crecimiento: capitalizaron un bajo costo de fondeo asociado a los depósitos transaccionales (cuentas corrientes, cajas de ajorro y plazo fijos de corto plazo), en un contexto macroeconómico de tasas reales de interés negativas.

 

Las mayores ganancias nominales les vinieron de los créditos personales, del descuento de cheques, de los títulos públicos y de las tenencias de dólares. Del lado del pasivo, juntaron utilidades de la gran cantidad de depósitos a la vista que reunían, con tasa casi cero, que en un contexto inflacionario como el actual deja mucha rentabilidad.

 

A estas condiciones exógenas le añadieron una prestidigitadora pericia en transacciones con bonos, adquirida en años de canjes y megacanjes, que le facilitaron al gobierno transitar todo este tiempo por el denominado derrotero del desendeudamiento.

 

El premio extra fue que al cabo de la década larga de administración kirchnerista hayan mutado de la condena social y el ostracismo a subir al podio triunfal de los que más dinero ganaron, inclusive en estos dos últimos años de economía ralentizada.

 

Para Boggiano, es totalmente circunstancial el meteórico ascenso. Justifica: “Habían sido enormemente castigados en la Bolsa en medio de la crisis porque muchos de ellos estuvieron literalmente al borde de la quiebra.  Finalmente no sucedió nada de eso y además, el motor de crecimiento de la era Kirchner fue el consumo, que como se financia con crédito, colocó a los bancos entre los más beneficiados”.

 

El secreto de la calculadora

 

Carlos Donantueno, CEO  de la firma CD&A Financial Services, pasa revista a la idea fija de la rentabilidad que se impusieron los presidentes de los bancos en la década de reconstrucción de sus balances: “Cuando el BCRA tomaba alguna medida que les impedía subir las comisiones, como  se ha visto desde 2002, y terminaba permitiéndoles aumentar, como ahora. O cuando empezó a manipular la tasa Badlar y las entidades seguían colocando dinero a una tasa relativamente alta, a pesar de la disposición que les ordenaba acomodarla hacia la baja, mientras la activa se la mantenían. Un solo día de operaciones representa mucho dinero y el desfase se extendió hasta 30 o 40 días. En la parte de colocaciones, cuando el Central puso un limitante con las tasas de los plazos fijos y empezó a manipular la Badlar, demoraban en aplicar la medida permitiendo que las colocaciones se siguieran haciendo a la tasa superior a la que debían”.

 

El mercado de futuros fue la otra mina de oro, alerta. Las expectativas cambiarias redundaban en ganancias superiores a los $1.000 millones. Tan solo durante enero de 2014 los bancos embolsaron, gracias a las regulaciones, $10.150 millones por “diferencia de cotización” en los activos financieros.

 

A lo que agrega las pingües ganancias que hicieron en los negocios con los bonos que estimulaba el gobierno nacional: “Fue la banca el sector que más creció durante este gobierno, cuando el discurso decía todo lo contrario”, sentencia.

 

Lo confirma el equipo de Ecoviews, en el que están Miguel Kiguel y Eric Ritondale, al que acompaña Kevin Sijniensky: en los dos últimos estados contables la ganancia obtenida por los bancos privados fue récord para la década, al superar la de 2014 en 54,6% a la de 2013, que a su vez, había sido 44,1% mayor que la de 2012.

 

¿Confianza genuina o cordial obligación?

 

Carlos Díaz Garzón, uno de los asesores financieros de CD&A Financial Services, desafía con una pregunta a los que, como Matías Velaino, de protestar impotentes del lado de la calle de los edificios bancarios, ahora son conspicuos integrantes de la cartera de clientes: “¿Confiarías en un sector que en su conjunto obtuvo ganancias por $42.000 millones (+44.1%) tan sólo en 2014? Y si la respuesta es sí, ¿desde dónde lo harías… como ahorrista o como inversor?”.

 

  • Los que responden con el bolsillo, a regañadientes o no, triplicaron en promedio a otros rubros, por caso a los que se posicionaron en dólar ahorro (13%), dólar blue (17,26%) o plazo fijo (25% promedio a valor actual).
  • Los que se precian de inversores, analizan desapasionadamente al sector bancario argentino como la gran estrella bursátil desde el penúltimo año de administración kirchnerista.

 

Y, según todo indica, en 2015 será de nuevo consagrado como favorito por los inversores locales e internacionales. Basta tener en cuenta que hacia mediados de 2014 las acciones de los bancos triplicaban en promedio la mayoría de las inversiones: subieron en ese lapso más de un 90%, según el siguiente detalle: Grupo Financiero Galicia: 83%, Francés: 58,30%, Macro: 42,41% y Santander Río: 39,30%.

 

Donantueno ve a “los fondos internacionales empezando a operar muy fuerte en la Argentina desde finales del año pasado. Y no porque se acerquen a comprar una Molinos, sino que van al panel principal y le apuntan a los bancos”. Aun ajustando por inflación, sus números están muy por encima de los colegas del resto de la región.

 

 “Hay papeles que están rindiendo cerca de un 200% en el último año, es una locura”, pero más allá de especulaciones por cambio de gobierno y por la incidencia que tiene la simultaneidad de las operaciones bursátiles bancarias entre Buenos Aires y Nueva York,  recomienda seguir de cerca la evolución de las cotizaciones de los títulos públicos, que se han incrementado en las carteras de los bancos en un 73% en los últimos 12 meses y representan el 23% del total de los activos de las entidades.

 

Los inversores, contentos. Claro que a la banca privada no le salió gratis acompañar la política oficial de desendeudamiento para afrontar la falta de financiamiento externo: a cambio de volver a confiarle cantidades magníficas de pesos inflacionados, la clientela se reservó dos cartas que paradójicamente hipotecan el sistema financiero: el “colchón” (o la fuga de dólares) como resguardo del valor de la moneda y un creciente desapego al sentido de pertenencia con cada entidad que desvela a los banqueros y éstos, a los gurúes del marketing.

 

Quizá no tan dramáticamente como la antigua literatura que denostaba al poder financiero, a ese joven damnificado del 2001 y vuelto a cooptar por el sistema unos años después, Matías o como se llame, no le haya quedado más opción que volver a pisar un banco. Pero seguramente aferrándose a la advertencia que lanzara el poeta alemán Heinrich Heine inspirándose en el apabullante poder financiero de los Rothschilds: el dinero “es más fluido que el agua y menos estable que el aire”. 

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