jueves, 26 de diciembre de 2024

El poder del sarcasmo

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Por definición, la gente con malas ideas no se deja convencer por la lógica. Si fueran lógicos no tendrían malas ideas a menos que las ideas que tuvieran se basaran en datos erróneos. Lo dijo Scott Adams, creador del personaje de historieta Dilbert.

Esta idea te deja ante dos posibles estrategias a seguir para zancadillear una idea lógica y salirte con la tuya:

 

  • Discutir con los datos en la mano. Investigar exhaustivamente para demostrar los puntos flacos en las suposiciones de la otra persona.
  • Utilizar el sarcasmo para burlarse de la idea y presentar a la persona como un imbécil.

 

Si la opción de la “investigación exhaustiva” te pareció buena, entonces seguramente disponés de demasiado tiempo libre.. Además, sólo puede funcionar si estás tratando con una persona racional que, además, está dispuesta a admitir su error.

 

La segunda opción, el sarcasmo, es mucho más flexible. Funciona tanto si la persona que deseás manipular dispone de datos erróneos o lo que tiene mal es el cerebro. En cualquier caso, apelá al sentido del temor y la inseguridad de la persona. Utilizá el sarcasmo para indicar el potencial de ridículo futuro.

 

Un ejemplo del poder del sarcasmo

Aquí nos será útil ver un ejemplo. Digamos que el imbécil de tu jefe acaba de sugerir que los empleados que trabajen mucho deberían recibir como recompensa un certificado de reconocimiento.

Veamos ahora cómo podés utilizar el sarcasmo para cambiar los planes de tu jefe.


Vos
: “Yo creía que todos los problemas de nuestra empresa eran provocados por una dirección deficiente y por un sistema inadecuado de remuneraciones”.

Jefe: “Esa es una idea bastante generalizada”.

Vos: “Sí, ahora me doy cuenta de que nuestro verdadero problema es que sufríamos de una escasez de certificados”.

Jefe: “Hmmm…”

Vos: “Lo que más me gusta es que por cada persona que reciba un certificado, habrá cincuenta personas que no lo conseguirán, ¡y eso sí que estimula el ‘esfuerzo extra´!’”.

Jefe: “Creo que ya comprendo lo que intentas…”

Vos: “¡Lo que yo quiero es ganar ese certificado! ¡No me detendré ante nada!”

Jefe: “Está bien. Comprendido…”

Vos: “¿Le parece bien que me quede esta noche y lustre las mesas de la sala de conferencias con mi propio pelo?”

Scott Adams

El principio de Dilbert

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