Cuando se habla de asteroide lo primero que viene a la mente es la posibilidad de un choque con la tierra que cause desastres. Pero tienen también un lado bueno: prometen encerrar reservas incalculables de materias primas para la humanidad.
El primer desafío, para poder estar en condiciones de aprovecharlos, es determinar en qué lugar se encuentran los muchos y variados cuerpos celestes que orbitan alrededor del sol y que se acercan a la Tierra. Este primer paso se puede realizar con telescopios. Pero para saber de qué están hechos los asteroides hay que mandar una nave espacial.
Hasta ahora la misión más ambiciosa es la Osiris Rex, de la NASA. Partió en septiembre del año pasado y llegará a un asteroide llamado Bennu en 2018. Navegará alrededor del asteroide durante dos años analizando la superficie rica en carbono. Luego juntará dos kilos de suelo o roca y regresará a la Tierra con la muestra en 2023.
La agencia espacial japonesa Jaxa también está explorando asteroides. En 2010 la misión Hayabusa trajo de regreso una pequeña cantidad de polvo de un asterisco llamado Itokawa. Tienen otra nace en ruta hacia otro cuerpo celeste que regresará el año que viene.
La NASA con la Agencia Espacial Europea (ESA) están analizando enviar “misiones de impacto” para principios de los 2020para investigar la factibilidad de desviar a cualquier asteroide que pudiera estar en ruta hacia una colisión catastrófica con la Tierra Todavía no han conseguido financiamiento suficiente para llevarla a cabo.
Todas estas misiones implican enviar enormes naves espaciales robóticas que cuestan cientos de millones de dólares.
Una vía más barata la podría presentar la miniaturización. El sector privado está proyectando enviar satélites pequeños a inspeccionar asteroides.