El trabajo sexual es tan viejo como la humanidad, pero en los últimos 20 años sufrió una profunda transformación gracias a Internet, que cambió la forma en que se vende y se cotiza. Hay más mujeres vendiendo sexo, más encuentros totales y, a diferencia de lo que ocurre en la mayoría de los negocios, más dinero para las trabajadoras.
Antes, una trabajadora sexual con aspiraciones trabajaba como escort en una agencia. La agencia le conseguía clientes y ella pagaba un porcentaje de sus ganancias a la agencia.
Con el advenimiento de Internet, las agencias dejaron de ser imprescindibles, la web les permitía fijar sus propios precios y trabajar en forma independiente.
Para las que no recurrían a una agencia, era bastante difícil el encuentro entre compradores y vendedores de sexo. En los distintos mercados del mundo, las trabajadoras que anunciaban en el diario se arriesgaban a que las arresten. En consecuencia, como cualquier otro negocio ilegal, era ineficiente, con precios oscilantes y disponibilidad despareja. En lugar de la ley se usaba la violencia para cumplir con los contratos.
El mercado del sexo siempre estuvo segmentado. En un extremo están las prostitutas que caminan las calles y trabajan con proxenetas y en el otro las acompañantes de lujo que trabajan con agencias. Pero la web les permitió a todas anunciar sus servicios a muchos más clientes. así, todos los segmentos de la oferta comenzaron a anunciar online, aunque lo hagan en lugares diferentes.
Los mercados clandestinos suelen ser los primeros en adoptar la tecnología. El trabajo ilegal es arriesgado: la tecnología lo hace más seguro y más rentable. Pocos negocios han sido transformados por Internet con la rapidez y la profundidad del trabajo sexual ilegal.
Una mirada a la página web norteamericana The Erotic Review, revela cómo han cambiado los números de la actividad. La economía clásica suele suponer precios transparentes y un mercado donde compradores y vendedores se encuentran con facilidad. Es obvio decir que esto no se aplica al trabajo ilegal del sexo. Internet aumentó la transparencia y facilitó el encuentro de vendedores y compradores. En muchos sentidos, da más seguridad y rentabilidad a las mujeres, aunque también trae su lado oscuro.
Internet no solo las ayuda a anunciar a más público sino también a participar en grupos de chateo donde comparten estrategias, precios y advertencias sobre clientes peligrosos.
Y así, compradores y vendedores se encuentran mucho más eficientemente que antes. Los servicios se venden por paquetes, los costos de búsqueda son menores y las reputaciones verificables en lo que antes era un negocio opaco.
¿Es más seguro? Los riesgos siempre existen. Aceptar una cita con alguien que conocen en internet siempre expone a las trabajadoras a la violencia y al arresto, lo mismo que ocurría en los días de la agencia.