El negocio publicitario, dice en una columna que titula “Can the ad industry persuade us to eat more vegetables?, Hooker recuerda lo que todos sabemos: que el negocio publicitario logró convencernos a todos para que consumamos hamburguesas, gaseosas y papitas fritas de paquete.
Comienza su artículo recordando algo que las nuevas generaciones no conocen: Popeye, un personaje de historietas, un marinero físicamente insignificante que se convertía en luchador invencible cada vez que engullía una lata de espinacas. En la década de los años 30 la popularidad de Popeye fue responsable de que las ventas de espinaca en Estados Unidos crecieran un tercio.
Por aquellos años las zonas donde se cultivaba la espinaca erigieron estatuas al marinerito que se convertía en héroe gracias a la verdura. Toda una generación consumió más vitaminas gracias a él.
Con semejante poder de influencia, dice, la publicidad ya debería estar en pie de guerra para combatir la epidemia de obesidad en el mundo. En estos días, sin la ayuda de un popular Popeye, los vegetales no merecen mucha atención en el frente marketinero.
Pero hay algunos publicitarios que comienzan a sentirse culpables. Dan Parker – un ex hombre de la publicidad — es uno de los que creen que ha llegado la hora de cambiar la percepción que se tiene de los vegetales. Trabaja junto a los chefs Jamie Oliver y Hugh Fearnley-Whittingstall y la ONG “Peas Please” en una campaña publicitaria que aspira a cambiar las cosas.
Su posición es que hay que dejar de hablar de la salud. Cuando más se insiste en que los vegetales son buenos para la salud, más la gente los ve como una obligación necesaria. “La gente no compra salud, compara felicidad. Ese debe ser nuestro mantra”.
Durante décadas la industria de la alimentación jugó con el deseo de la gente de “ser como los demás”, “de encajar”. Convenció a la gente de que “lo normal” era comer pizza, tomar gaseosas, hamburguesas y todo tipo de snaks. La gente, de esa forma, lograba la felicidad. Lo decían los avisos. Ahora nos están convenciendo de que cuanto más grande la porción, mejor es.
La publicidad es buena cuando genera emociones. Aquella de los 70 de Coca-Cola con la canción que decía “I want to teach the world to sing“, no decía nada sobre el producto, pero daba al público algo para celebrar, una sensación de felicidad de estar todos juntos”.
Ese es el camino que este grupo de publicitarios se propone recorrer con todos los vegetales.