Al ministro de Economía le encanta repetir que “dentro de dos años estaremos como México”. A menos que Domingo Cavallo crea que los resultados serán parecidos pero que los ritmos pueden ser distintos, es lícito suponer que el razonamiento entraña que la Argentina está hoy en la misma situación en que estaba México hace dos años. O visto de otra forma, que allí donde está ahora México, la Argentina estará en 1994.
La comparación puede parecer -y lo es- demasiado esquemática. Es obvio que el ministro no ignora los excesos de esta simplificación, pero a los efectos persuasivos sobre las bondades de la actual gestión, no deja de ser una frase feliz. ¿Qué pasa cuando se hace una confrontación de datos en detalle?.
En algunas áreas, especialmente en la de privatización, la Argentina está adelantada. Pero en el terreno más complejo de los temas macroeconómicos y en el de la reducción de la deuda externa, la Argentina está bastante más atrás.
La trilogía mexicana de medidas económicas esenciales incluía una rígida política fiscal, la apertura comercial al exterior y -lo más importante- el pacto para la estabilidad y crecimiento económico bajo el cual el gobierno, los sindicatos y la industria acordaron aumentos de precios y salarios. Este acuerdo comenzó a aplicarse a fines de 1987.
En abril de 1990, esas políticas ya habían comenzado a dar resultados. La inflación había caído de 159% en 1987 a menos de 20% en 1989. Más importante todavía, México estaba a punto de lograr su acuerdo de reducción de la deuda con los bancos comerciales.
La combinación de políticas económicas estables y el acuerdo de la deuda (que ahorró a México US$ 2.000 millones al año en intereses y pagos de capital) proporcionó las bases para el crecimiento espectacular de los dos últimos años (4% en 1990 y 4,7% en 1991). La solidez de esos cimientos permitió al gobierno sobrellevar un rebrote inflacionario en 1990 (de menos de 20% anual a casi 30% al año).
El gobierno mexicano financió el fuerte déficit de cuenta corriente en 1990 y 1991 atrayendo capital extranjero. Al principio, el dinero llegó en forma de inversiones directas (como fábricas y maquinaria). Pero en 1991 se había operado un cambio significativo: el grueso del flujo de capital provino de las compras, por parte de extranjeros, de títulos mexicanos. En los primeros nueve meses de 1991, la inversión en valores ascendió a US$ 6.300 millones; la inversión directa era mucho menor: US$ 3.500 millones.
SALARIOS Y COMERCIO EXTERIOR.
Otra gran diferencia entre la Argentina de hoy y el México de hace dos años está en el campo salarial y en el área del comercio exterior. México ha logrado mantener su peso sobrevaluado porque el nivel de los salarios mexicanos y las expectativas salariales eran (y posiblemente todavía lo son) más bajos que en la Argentina. Los exportadores pudieron mantener sus mercados en el extranjero comprimiendo los costos internos. Por otra parte, muchas de las exportaciones mexicanas van, por así decirlo, a mercados cautivos. Fábricas como la planta de Ford en Hermosillo (reputada como la más eficiente del mundo, con un promedio de fallas más bajo que el de la mejor planta japonesa) exporta a los distribuidores Ford en Estados Unidos.
Las empresas producen en México porque es más barato que en otras partes. Las compañías mexicanas, que también advierten esto, han comprado empresas competidoras estadounidenses para aprovechar esta ventaja en el mercado interno norteamericano.
La Argentina no tiene ninguna de estas ventajas. Sus salarios no son especialmente bajos, de modo que las empresas no obtienen beneficios por este lado. No tiene mercados de exportación cautivos en Estados Unidos o la perspectiva de ingresar a la Zona Norteamericana de Libre Comercio. Sus principales exportaciones (alimentos) tienen que luchar con competidores fuertemente subsidiados.
Sus exportaciones no tradicionales también deben competir en precio en el mercado abierto. Esto hace que sea difícil para el país emular los éxitos exportadores (especialmente en productos no petroleros) que ha logrado México.
Este crecimiento (sumado a la constancia de la política económica) ha permitido a México financiar su déficit de cuenta corriente. El auge de las exportaciones no petroleras convenció a los inversores de que México está en vías de convertirse en un productor industrial competitivo. Aunque en la Argentina se ha producido una ola de ingreso de capitales (US$ 5.100 millones en 1991, según Solomon Brothers) existen algunas dudas sobre la continuidad de este proceso.
La inflación -uno de los más fieles indicadores de la confianza en una economía- es todavía errática en la Argentina. Cavallo comenzó desde una posición peor que la que encontró en 1990 su colega mexicano Pedro Aspe. En México, la inflación fue descendiendo constantemente durante los dos años anteriores a esa fecha, gracias a una política convencional de precios y salarios. Es cierto que Cavallo bajó la tasa de inflación de 1.832% en 1990 a 84% en 1991, pero el índice parece haber reanudado la curva ascendente y es probable que en 1992 esté bastante por encima de las estimaciones del gobierno.
La historia argentina de inflación galopante la ha dejado con un sistema financiero comparativamente sobredimensionado. Los préstamos en dólares son mucho más caros que en otras partes del mundo y los créditos en pesos se pactan a plazos más cortos porque mucha gente no cree que el programa de convertibilidad se mantenga. En México, hay (y hubo) más confianza en la moneda: el dólar no es una moneda paralela como lo es en la Argentina.
W.O.
Inflación Comparada México-Argentina
1990 1991 1992
Méx. Arg. Méx. Arg. Méx. Arg.
Indice Precios
Consumidor 30 1832 19 84 20 30
Crecim. PBI +3,9 -2,0 +4,7 5,0 +4,0 +4,0
Def. Cta Cte 6,3 +1,7 13,0 2,6 13,0 4,4
(US$ mil millones)
Exportaciones
(US$ mil millones) 26,7 11,9 28,0 11,0 30,0 13,0
Importaciones
(US$ mil millones) 28,9 4,0 37,0 8,0 37,0 12,0
Déficit fiscal
(% de PBI) 0,5 6,0 +1,6 2,2 +1,0 2,0
