Leccion Argentina para British Gas

    Gran Bretaña fue, durante la década de los años ´80, el gran laboratorio de la privatización. Durante los sucesivos gobiernos de Margaret Thatcher se acometió la impresionante tarea de reducir el protagonismo económico del Estado y de transferir buena parte de los servicios públicos al sector

    privado.

    Esa experiencia generó un gran debate mundial, originó debates teóricos que no se han resuelto, y dio lugar a una rica experiencia de varios años con la presencia de entes de control y vigilancia donde el Estado concentró su potestad regulatoria, donde abundan las opiniones de los consumidores

    sobre la calidad de los servicios y sobre niveles de precios, y donde existe un cuidadoso seguimiento de estos temas por parte de los medios de comunicación.

    Como es natural, la relación entre las nuevas empresas privadas de servicios públicos y los entes reguladores no fue nunca miel sobre hojuelas. Estuvo desde el principio caracterizada por intereses a menudo contrapuestos, distintas visiones sobre misión y responsabilidad de estas empresas, y en

    muchos casos agriada por enfrentamientos.

    Algunas de estas empresas, como las telefónicas, las de gas y agua potable, decidieron que era tiempo de expandir el negocio e internacionalizaron sus operaciones. Uno de estos casos concretos es el de British Gas, que participó activamente en el proceso privatizador argentino y que hoy es socia de MetroGas y responsable de la operación de la empresa.

    La vinculación es significativa, porque si bien la empresa británica aportó -además de capital- un importante caudal de tecnología, experiencia y management, le tocó participar a su vez de una experiencia inédita que profundizaba la propia. En efecto, tal vez sea la Argentina el laboratorio

    privatizador de la década de los ´90.

    Algo realmente distinto ocurrido en nuestro país fue la decisión de fragmentar la estatal Gas del Estado en distintas empresas que tenían responsabilidad regional por el transporte del gas unas, y por la distribución a los consumidores, otras. Hasta entonces la idea dominante era que lo que se

    llamaba “un monopolio natural” no podía partirse. Este fue un paso audaz.

    Curiosamente, después de la iniciativa argentina, comenzó el mismo debate en Gran Bretaña. Tanto Ofgas -el ente regulador- como el gabinete conservador en el poder pensaron que era conveniente la desregulación total del gas, lo que implicaría la aparición de una intensa competencia en el sector.

    British Gas manejó dos argumentos para oponerse a esta iniciativa: el primero, el interés de los consumidores. Existe un sistema de subsidios cruzados montado en interés del consumidor domiciliario. El resultado del nuevo esquema podría resultar en mayores precios para esta vasta franja de consumidores. El segundo, la misma existencia de Ofgas. El ente regulador existe para compensar la falta de competencia. Si la competencia es plena, ¿para qué sirve un ente regulador?

    En Gran Bretaña, British Gas es un importante productor -aunque también comprador- de gas natural. También se ocupa de almacenarlo, transportarlo y finalmente distribuirlo a grandes usuarios industriales y pequeños usuarios domiciliarios. Es, como antes cuando era estatal, una operación integrada.

    ¿DEMORA O RETROCESO?.

    A principios de este año, la idea dominante en el gobierno era impulsar la desregulación total. En las últimas semanas, el clima parece haberse modificado. El Estado británico no percibiría ningún ingreso adicional por profundizar el esquema, y en cambio hay temor a que ciertamente aumenten

    los precios en perjuicio de la mayoría de los hogares, con el efecto político negativo que puede acarrear. Por lo tanto, es probable que el proyecto siga demorado por largo tiempo.

    Mientras tanto, British Gas experimenta, a través de su presencia en MetroGas, lo que ocurre en un mercado con distintas empresas actuando en competencia y con la actuación simultánea de un ente regulador. Aunque en verdad hay que admitir que la iniciativa británica va todavía más adelante: las cañerías de gas seguirían siendo operadas por British Gas, que debería aplicar el mismo precio de transporte al gas propio que al que suministren empresas rivales. En una misma área -Londres, por ejemplo- distintas empresas podrían prestar el servicio a libre elección del usuario.

    En todo caso, la vigencia del tema se explica porque los políticos y los legisladores británicos comienzan a percibir que las “decisiones técnicas” de los entes reguladores pueden tener efectos extraordinariamente importantes sobre toda la sociedad y generar reacciones que -inevitablemente- los afectarán.

    Precisamente, los entes reguladores fueron concebidos para dar soluciones técnicas y racionales a complejos problemas de fijación de precios y de competencia -apartándolos de la esfera política que podía tener más en cuenta intereses electorales de corto plazo que la salud misma de las empresas- y

    de la lógica de los negocios. Desde la privatización del gas en 1986, los precios han caído en promedio 20% en términos reales.

    Hace pocas semanas, Ofgas dio a conocer la nueva tarifa que tendrá vigencia hasta 1997 para el transporte de gas por los gasoductos. British Gas deberá cobrar esa tarifa por el propio gas transportado y por el de terceros. El precio es inferior al que pretendía la empresa, y la tesis de los directivos de BG es que no será posible aumentar el dividendo a los accionistas o invertir en el

    programa de expansión de gasoductos (en el futuro la tarifa se fijará con el nivel de inflación anual menos cinco puntos).

    RADIOGRAFIA DE UNA EMPRESA.

    En Gran Bretaña, el gas cubre 26% del consumo de energía primaria. Hasta hoy, British Gas es responsable de la casi totalidad del suministro de gas a consumidores finales, lo cual representa 48% de la energía usada por consumidores finales. Con un sistema de gasoductos y cañerías de 18.000

    kilómetros, la empresa abastece a 19 millones de usuarios en todo el país.

    Casi todo el gas entregado a British Gas proviene de yacimientos marítimos de Gran Bretaña (80%) y de Noruega (20%). Una pequeña cantidad de gas licuado se importa de Argelia. Los abastecedores son las grandes compañías petroleras y gasíferas internacionales. Sin embargo, desde sus yacimientos propios, British Gas aportó 15% de la producción total de gas en la plataforma continental del Reino Unido.

    British Gas tiene cinco terminales costeras para la recepción de gas a alta presión producido costa afuera. Después del tratamiento de rigor, el gas pasa al Sistema Nacional de Transporte, que lo distribuye a 120 puntos en todo el país. Desde cada uno de esos puntos, el gas pasa a los sistemas regionales de transporte y distribución y directamente a los grandes consumidores industriales.

    La empresa maneja también el almacenaje local para cubrir las variaciones de demanda del día a la noche. Hay casi 750 tanques que se llenan durante la noche para equilibrar la demanda durante el día. En invierno, un día frío puede demandar cinco veces más gas que un caluroso día de verano. Para

    atender esas variaciones se aumenta el volumen recibido de los productores y se usa gas almacenado para estas emergencias en un yacimiento costero vecino, como también se recurre a seis grandes instalaciones emplazadas en lugares estratégicos con gas natural licuado almacenado.

    El mercado más importante es el residencial (64% del mercado de calor abastecido y US$ 8.400 millones de facturación); el comercial (42% y US$ 1.830 millones); y el industrial (33% y US$ 1.545 millones). Los precios están regulados por una fórmula fijada en la licencia otorgada en 1986, al

    tiempo de la privatización. Cualquier alteración en el costo del gas comprado puede ser trasladada al consumidor final, y el resto del precio -la porción de servicio- se puede aumentar cada año por la tasa de inflación menos 5%. British Gas da empleo a más de 70.000 personas.

    Un esfuerzo importante de la empresa se da en el campo de investigación, desarrollo y transferencia de tecnología. Anualmente se destinan US$ 120 millones a este fin. Uno de los centros de investigación -Engineering Research Station- se concentra en ingeniería mecánica, tecnología de materiales, instrumental y electrónica aplicadas al transporte, distribución y almacenaje de gas, y a la exploración costa afuera.

    El nuevo centro de Loughborough -que MERCADO tuvo oportunidad de visitar antes de la inauguración oficial- estudia todos los aspectos del uso del gas en aplicaciones residenciales, comerciales e industriales; tecnologías de gasificación y químicas; y cuestiones de seguridad. Muchos de los adelantos allí logrados se trasladarán próximamente a la Argentina.

    British Gas opera en más de 45 países, y su facturación total fue de US$ 15.300 millones en 1993.