Quién vale cuánto

    Reconocida como la quintaesencia del negocio en cualquier
    estrategia que intente definir, desde el marketing uno a uno, un
    vínculo distinto entre las empresas y sus clientes actuales o
    potenciales, el empleo de una base de datos como el
    “armazón” sobre el cual edificar una relación
    duradera y permanente entre compañías, consumidores y
    usuarios ya cuenta con un prestigio bien ganado en el mundo.

    En la Argentina, sin embargo, la apuesta recién empieza a
    tomar forma. La creciente competitividad en determinados sectores de
    la economía —bancos, seguros, consumo masivo,
    retail—, el cambio en las conductas de compra de los
    consumidores y el hecho de que algunas empresas hayan comenzado a
    descubrir el valor de gratificar a sus clientes actuales han llevado
    a que un todavía reducido número de
    compañías haga uso de herramientas como el
    telemarketing y el mailing para dibujar de manera más
    nítida el perfil de aquellos que adquieren los productos y
    servicios que ofrecen.

    Llegado ese momento, la base de datos juega un papel crucial:
    “El software disponible ya permite elaborar modelos que ayudan a
    predecir, con un grado más elevado de confiabilidad, la
    conducta de la gente. A medida que se registra y aprende el modo en
    que se comportan las personas frente a una instancia de compra, es
    posible lograr una probabilidad de acierto mucho mayor respecto de lo
    que serán sus conductas futuras. Así, cuando una
    empresa decida hacer llegar a sus clientes de manera personalizada la
    oferta de un producto o servicio, antes deberá necesariamente
    identificar —mediante una correcta segmentación de su
    base de datos— a aquellos que tienen mayores posibilidades de
    responder positivamente a la oferta. Una segmentación adecuada
    permite reducir la relación costo/beneficio en el logro del
    contacto y hacer más eficiente la inversión que demanda
    conservar a los clientes más valiosos”, dice
    Martín Meyer, presidente de la Asociación de Marketing
    Directo de Argentina (AMDA).

     

    Dónde está el cliente

    La necesidad de las empresas de lograr un conocimiento más
    profundo de sus clientes se convirtió en la clave para
    descubrir qué, a quiénes, cómo y cuándo
    venderles. Así, los consumidores dejaron de ser parte de esa
    masa indiferenciada a la que apuntaba la publicidad y, gracias a las
    nuevas tecnologías, adquirieron nombre, apellido, edad,
    profesión, usos y costumbres.

    Si bien el hardware y software del que se dispone actualmente en la
    Argentina hace factible manejar un marketing de base de datos, el
    desarrollo de la herramienta encuentra todavía
    obstáculos fuertes. Uno de ellos es la ausencia de
    especialistas que, dentro de las empresas, puedan combinar una fuerte
    experiencia en el área del marketing con un conocimiento
    acabado de sistemas.

    Fernando Peydro, presidente del Clienting Group, identifica otro
    freno: la falta de interés del management local por generar
    relaciones que vayan más allá de las ventas puntuales.
    “Una empresa cliente nos pidió que construyéramos
    una base de datos con personas que manifestaron estar interesadas en
    sus productos, que recibieron muestras, los probaron, devolvieron
    opiniones y luego, cuando hicimos una investigación de
    mercado, aseguraron haberse convertido en consumidores frecuentes de
    la marca. Sin embargo, durante 1996 esa compañía no
    tenía presupuesto para continuar la relación con sus
    clientes frecuentes, porque había decidido llevar a cabo una
    promoción coyuntural. La empresa tenía que elegir y
    optó por las ventas de hoy, apostando al
    cortoplacismo.”

    Alejandro di Paola, titular de Di Paola & Asociados, apunta en la
    misma dirección: “Frente a la opción de las
    promociones, aconsejaría a las compañías que
    comenzaran a identificar y categorizar a sus clientes, a construir
    análisis del ciclo de vida de cada uno de ellos en
    relación con la empresa. Después, que piensen la
    integración de tecnologías e instrumentos de
    comunicación, no en el sentido en el que la entienden los
    publicitarios —hacer vía pública, radio y TV—
    sino apelando al marketing, el marketing directo, el telemarketing,
    todo conducido por una base de datos”.

     

    El ángulo oscuro

    La información que se espera de una buena base de datos
    debe contener, además de una identificación de las
    personas, datos psicográficos de conductas —los deportes
    que practica, los vehículos que prefiere— y de respuestas
    a las acciones promocionales.

    En la mayoría de los casos, las bases de datos se construyen a
    partir de concursos televisivos, consultas que reciben los centros de
    atención al consumidor, acciones de telemarketing o el listado
    de clientes actuales que la compañía utiliza con fines
    administrativos. Di Paola asegura que “las empresas deben
    preguntarse qué cosas pueden hacer con la información
    que obtienen, por ejemplo, a través de promociones en las que
    se completan cupones, para descubrir cómo utilizarla y
    aprender de ella. Eso supone incorporar valor agregado a la
    relación con sus clientes. De lo contrario, sólo
    seguirán pensando en ellos como clientes de una única
    vez”.

    Pero detrás de la conformación de bases de datos se
    esconde un negocio que, en ocasiones, reviste costados oscuros. Por
    un lado, la referencia a cuestiones éticas vinculadas al
    derecho de los individuos de preservar su intimidad cuando sus datos
    son comercializados con fines distintos a aquellos por los cuales
    brindaron la información. Por el otro, el hecho de que en la
    Argentina el alquiler o la venta de listados —que en los
    países desarrollados ha sido legitimada a través de un
    marco jurídico— todavía continúa siendo
    terreno fértil para el “mercado negro”.

    La realidad señala que gran parte de los listados que se
    comercializan en el país son de calidad dudosa —muchas
    veces están desactualizados o no han sido depurados— y de
    origen ilícito. “Lamentablemente existe un gran agujero
    legal respecto del manejo de las bases de datos. Y el Congreso ha
    querido salvarlo a partir de una propuesta de ley de Habeas Data que,
    en mi opinión, incurrió en un exceso legislativo,
    extendiendo poco felizmente esa figura —que tiene que ver con la
    protección de la intimidad de las personas y sus derechos
    personalísimos respecto de la identidad política,
    sexual y religiosa— al terreno del manejo comercial de las bases
    de datos”, opina Meyer.

    El proyecto de ley —que finalmente fue vetado por el Poder
    Ejecutivo a fines de diciembre— establecía que cualquier
    empresa decidida a llevar a cabo acciones de marketing directo
    debía solicitar previamente el consentimiento de cada
    individuo toda vez que deseara hacerle llegar, por ejemplo, un
    mailing. Para Meyer, “eso no sólo hubiera complicado la
    tarea de las empresas, sino que suponía un avance del Estado
    sobre la libertad de las personas. Porque si el argumento que se
    esgrime es que un mailing invade la intimidad, yo puedo responder que
    es anticonstitucional regular el derecho de la gente a la
    información. Una persona recibe un mailing en forma gratuita:
    si le gusta, bien, si no, lo tira a la basura”.

    Para equilibrar la balanza entre los derechos de los individuos y los
    de las empresas, la AMDA propicia la autorregulación. “A
    partir de noviembre implementamos una lista de preferencia postal y
    telefónica (mail preference service) según la cual
    todas las personas, llamando al número telefónico de la
    asociación, pueden excluirse o incluirse en cualquiera de las
    listas que manejan los 300 socios de la AMDA”, explica Meyer.

     

    Cómo operar en el mercado

    Una de las variables que distingue al marketing de bases de datos
    de la publicidad es la posibilidad de medir los consumos realizados
    por un número de individuos concretos antes y después
    de una serie de estímulos. Las empresas que se lanzaron a
    adoptar la herramienta lo hicieron en función de realizar
    ecuaciones como las de costo por venta, o costo por cliente
    adquirido, que hasta ese momento no obtenían respuesta del
    marketing tradicional.

    Frente a la opción inicial entre construir su propia base de
    datos o adquirir alguna a un tercero, Peydro aconseja que “cada
    compañía se plantee para qué va a desarrollar
    una estrategia basada en database marketing. Si la necesidad pasa por
    fidelizar a los clientes ya existentes, poseer una base propia
    permitiría a la empresa hacer cross-sellings e identificar
    qué de nuevo o útil puede ofrecer a sus clientes
    conocidos. Pero si su apuesta se orienta a ganar nuevos clientes,
    deberá recurrir a una base de datos provista por un
    tercero”.

    En este punto, las posibilidades que ofrece el mercado de los datos
    son alquilar un listado a una consultora o comprarlo. En el primer
    caso, la empresa adquiere el derecho a emplear el dato sólo
    una vez, en el envío de un mailing o en una acción de
    telemarketing. El precio de alquilar una cifra superior a los 100.000
    datos es de entre 10 y 15 centavos por registro. La compra de un
    dato, en cambio, supone para quien lo adquiere la posibilidad de
    emplearlo todas las veces que desee. Allí, los valores son
    entre 100 y 150% superiores a los que se establecen para el alquiler
    de la información.

    Para evitar sorpresas amargas —la inversión en listados
    de calidad deficiente u origen dudoso— los especialistas
    recomiendan operar con consultoras reconocidas, preguntar sobre el
    origen de los datos y realizar adquisiciones progresivas. “Nunca
    se debe comprar la totalidad de los datos que se necesitan. Es
    aconsejable adquirir una muestra aleatoria, probarla, luego comprar
    una cantidad mayor e ir escalando. Puede darse que a una empresa le
    estén vendiendo los mejores datos o los más
    actualizados en una primera muestra, y que lo que siga sea
    basura”, dice Peydro.

     

    Apuesta a la fidelidad

    Entre las empresas argentinas, el database marketing
    comenzó a escribir su historia con las operadoras de tarjetas
    de crédito, que desde siempre manejaron información
    valiosa sobre los consumos de sus clientes. Actualmente, más
    de 70% de los nuevos clientes de American Express surgen del
    desarrollo de acciones originadas en su base de datos.

    Pero ahora la herramienta comienza a ser vista como una necesidad por
    compañías que participan en sectores en los que la
    presencia de fuertes competidores internacionales las lleva a
    replantearse el valor de cada cliente. Las experiencias recientes
    más visibles son los programas de fidelización
    encarados por la cadena de supermercados Disco —a través
    de Disco Card— y la petrolera YPF, con su ServiClub. Ambos
    recuperan el diseño de los programas de millaje desarrollados
    por las aerolíneas para gratificar a sus clientes de acuerdo
    con los consumos que realizan.

    “En el momento en que una tarjeta Disco Card pasa por un
    check-out, podemos identificar qué tipo de consumos realiza
    nuestro cliente, por productos y por marcas, la frecuencia con que
    los compra, si es fiel a las marcas. Además, a partir de la
    ficha de solicitud de la tarjeta, obtenemos datos sobre su edad,
    profesión, sexo, la conformación de su grupo familiar,
    si posee tarjetas de crédito. Pensamos que entre el ‘97 y
    el ’98 ya podremos implementar estrategias que tomen como
    referencia la información contenida en nuestra base de
    datos”, dice Carlos Paciarotti, director de Relaciones
    Institucionales de la cadena.

    Rafael Martínez, responsable de la puesta en marcha del
    ServiClub de YPF, señala que “la tarjeta con chip a la
    que recurrimos para implementar el programa nos permite darles
    reconocimientos a todos nuestros clientes, llevando un registro
    ordenado de los consumos que realiza cada persona. Y contar con la
    historia comercial de cada una de las personas que se relacionan con
    la empresa consumiendo nuestros productos o servicios
    permitirá generar una base de datos a partir de la cual
    podremos realizar segmentaciones muy interesantes. El objetivo
    fundamental es premiar todos los días a quienes son fieles a
    nuestra marca, volcando esfuerzos e invirtiendo en aquellas cosas que
    lleven a que cada cliente se sienta verdaderamente valorado por la
    empresa”.

     

     

    El costado tecnológico

    Las empresas descubren que en el marketing one to one es
    impensable desarrollar acciones sin información que permita
    predecir el comportamiento de cada cliente. “Una herramienta de
    base de datos ofrece la posibilidad de guardar esta
    información en un proyecto de data warehousing, para que todas
    las áreas de la organización —marketing, ventas,
    operaciones, planeamiento— puedan manipularla en forma
    estratégica y tomar decisiones que otorguen ventajas
    competitivas frente a sus competidores”, apunta Leonardo Gannio,
    gerente general de la filial argentina de Informix, una de las
    principales proveedoras mundiales de tecnología de base de
    datos.

    Para Miguel Dainesi, director de marketing de la subsidiaria local de
    Oracle, “el uso de una base de datos permite que la
    información proveniente de todas las transacciones comerciales
    de una empresa sea analizado y sirva de input al desarrollo de nuevas
    acciones comerciales. Las aplicaciones desarrolladas sobre estas
    tecnologías son más flexibles, se adaptan
    fácilmente a las necesidades cambiantes de los mercados y
    permiten crear rápidamente nuevos productos a partir de un
    análisis de la demanda”.

    Los costos involucrados en el software necesario para trabajar sobre
    análisis y segmentación de listados de clientes
    varían de acuerdo con el número de estaciones de
    trabajo que tienen acceso a la información: existen versiones
    monousuarias que cuestan US$ 500, y otras destinadas a grupos de
    trabajo que se pagan US$ 8.000. En cambio, si una empresa quiere
    encarar un desarrollo que abarque a toda la organización
    deberá desembolsar hasta US$ 1.500 por cada usuario. Un
    proyecto de data warehousing para un banco o un supermercado puede
    demandar, por ejemplo, una inversión de entre US$ 250.000 y
    US$ 500.000.

    En opinión de Gannio, la demanda de tecnologías de base
    de datos crecerá fuertemente a partir de este año:
    “Creo que 1997 va a ser el año del cliente, porque
    ninguna compañía que quiera seguir actuando
    competitivamente va a poder darse el lujo de perder consumidores. Las
    empresas que evalúen seriamente el retorno de la
    inversión descubrirán en una buena base de datos a la
    aliada necesaria para seguir en carrera”.