Las empresas son el mercado

    “Esto es como la fiebre del oro. Sólo que aquí
    hay oro de verdad”, dijo recientemente Bill Gates, para referirse al
    negocio del software, que mueve US$ 108.000 millones en todo el mundo
    y viene creciendo a un ritmo de 13% anual. “Eso sí, tal vez
    haya que cavar más abajo que lo que muchos creen”,
    reconoció el presidente de Microsoft.

    La metáfora es casi perfecta. Como en los agitados
    tiempos de los buscadores de oro, la promesa de bonanza atrae por
    igual a ricos y pobres, jóvenes y viejos. Y todos tienen su
    oportunidad. En la vidriera virtual y democrática de la Web,
    cualquier pequeña empresa que haya desarrollado un producto o
    servicio novedoso puede competir de igual a igual con los gigantes
    del sector (que probablemente terminarán comprándola,
    como lo demuestra la creciente ola de adquisiciones, y como
    ocurría, también, con los terrenos prometedores en la
    California de aquellos años).

     

    Guerra santa

     

    Otra coincidencia sugestiva con la época de los gold
    diggers es el auge de los predicadores. Con verdadero fervor
    religioso, proliferan los defensores del nuevo dogma del network
    computing, y sus adversarios, para quienes resulta una herejía
    desafiar el orden establecido por la PC.

    Bill Gates encaja bien en el papel de evangelizador. Pero no
    ignora que, como en cualquier guerra santa, lo que está en
    juego es el poder terrenal. De modo que decidió apostar a una
    solución de compromiso entre ambos credos: la Net PC. Y el 19
    de marzo anunció que su compañero de cruzada
    será Hewlett-Packard, un exitoso veterano de muchas batallas.

     

    De la ingeniería al marketing

     

    De la contienda actualmente en curso podría surgir un
    nuevo líder, o un mundo Microsoft. O bien -como indican muchos
    de los especialistas consultados por MERCADO- podrían
    coexistir durante largo tiempo computadoras personales, redes y cajas
    bobas. Pero, más allá del resultado de la batalla, lo
    indudable es que el terreno donde se definirá pertenece
    más al dominio del marketing que al de la tecnología.

    La cuestión es compleja, porque, a diferencia de lo que
    se suponía pocos años atrás, el primer campo de
    prueba de la revolución informática no será el
    de los hogares, sino el de las empresas. Esto ocurre ya con la
    televisión interactiva, que avanza fluidamente como
    herramienta de entrenamiento y promoción en el mundo de los
    negocios, mientras permanece detenida en el nivel de costosos ensayos
    para el público masivo. Y, dentro de las empresas, el mercado
    no está ya en los departamentos de sistemas, sino en las salas
    de directorio, mucho más permeables a la influencia y el
    prestigio de las marcas.

    Las nuevas jerarquías

     

     

    En un camino de ida y vuelta, las empresas están
    marcando el rumbo de la informática, responsable, a su vez, de
    haber cambiado el cuerpo y el alma de fábricas y oficinas. En
    esta edición de MERCADO, tres expertos de la consultora Price
    Waterhouse describen la transformación que genera en la
    gestión de los negocios el acceso democratizado a la
    información a través de los nuevos sistemas de data
    warehousing: se eliminan los intermediarios para la toma de
    decisiones, lo que, a su vez, deriva en el achatamiento de la
    pirámide en la organización.

    La reducción de niveles jerárquicos, la
    reingeniería y el trabajo en equipo parecen ser las tres
    claves que, según el presidente de la filial local de la
    consultora A. T. Kearney, determinan el sentido del cambio en las
    organizaciones. Tres empresas de diverso origen y actividad (Siemens,
    Docthos y el Banco de Boston) relataron a MERCADO sus experiencias en
    este proceso, en el que los antiguos organigramas y manuales de
    funciones tienden a desaparecer.

     

    Pecado original

     

    El de la salud es, también, un mercado en el que las
    empresas son la primera ciudadela a conquistar. En la Argentina, la
    reforma del sistema se inició, de un modo lateral, con la
    creación del régimen de aseguradoras de riesgos del
    trabajo. El comienzo fue tumultuoso, desordenado y traumático
    para muchas de las entidades, que terminaron atrapadas en la llamada
    guerra de las alícuotas y se enfrentan ahora a la
    imposibilidad de cubrir los costos.

    En medio de la actual reestructuración (media docena de
    ART está en proceso de venta o fusión), vale la pena
    preguntarse qué calificaciones obtiene el sector entre las
    empresas que contrataron sus servicios. Los gerentes de recursos
    humanos consultados por MERCADO reconocen, en general, un aceptable
    nivel de prestaciones en la atención de accidentes laborales,
    pero encuentran falencias considerables en materia de
    prevención.

    Terapia acelerada

     

    La reforma del sistema de salud avanza ahora con la
    desregulación de las obras sociales para personal
    jerárquico y llegará, a corto plazo, a las 363
    organizaciones que existen actualmente. Se trata de un mercado de 17
    millones de personas que, según un estudio de la firma Ernst
    & Young, representará un negocio de US$ 15.000 millones
    dentro de un quinquenio. El bocado resulta, por cierto, apetitoso, no
    sólo para los prestadores de servicios, como las
    compañías de medicina prepaga, sino para un extenso
    universo empresario vinculado con los seguros, la banca y los grupos
    previsionales.

    Pero analistas del sector entrevistados por MERCADO coinciden
    en que son relativamente pocos los que podrán superar la
    prueba de la adecuación de las estructuras de costos para
    atender a una clientela tan masiva. “La cantidad de entidades se
    reducirá a la mitad, y veinte de ellas absorberá 80%
    del mercado”, vaticina Enrique Braun Estrugamou, presidente de
    Qualitas.

    Fe en los ladrillos

     

    A pesar de las enormes dimensiones del negocio que se abre a
    partir de la desregulación del sistema de salud, las mayores
    expectativas de los argentinos están puestas en el boom de la
    construcción, un sector al que tradicionalmente -y con
    razón- se le atribuye un extraordinario potencial para
    promover la reactivación de la economía en general y la
    del empleo en particular.

    La promesa de una fuerte inyección de fondos para
    créditos hipotecarios y la puesta en marcha de grandes obras
    de infraestructura alientan las esperanzas, pero los hombres del
    sector prefieren hablar de una reanimación, más que de
    un boom, y querrían ver un horizonte de crecimiento razonable
    y sostenido, antes que una explosión circunstancial. En cuanto
    a la capacidad generadora de empleo, el perfil de la actividad tiende
    a demandar menos recursos y más calificados, en un proceso de
    tecnificación que, por cierto, aún tiene mucho trecho
    por recorrer. El sector mantiene, además, una asignatura
    pendiente en sus políticas de planificación y
    marketing.

     

    Sevel francesa

     

    Francisco Macri, presidente de una de las dos entidades
    (próximas a fusionarse) que representan a los empresarios de
    la construcción, es uno de los más optimistas acerca
    del futuro de la actividad. Y, en cierto modo, está obligado a
    serlo. Este será, junto con la alimentación y los
    servicios informáticos, uno de los tres pilares sobre los que
    deberá mantenerse su grupo cuando culmine el proceso, ya en
    marcha, de traspaso de la automotriz Sevel a los franceses de
    Peugeot.

    En una entrevista con MERCADO, Macri expone con crudeza las
    razones que conducen a la desaparición de empresas nacionales
    en el rubro automotor, afirma que sus advertencias sobre la
    transformación de la Argentina en una “armaduría” ya se
    han cumplido, y es enfático a la hora de lamentar la ausencia
    de una política industrial.

     

    Los exportadores

     

    Sus críticos podrán cuestionarle a Macri la
    legitimidad de su vocación industrialista (él mismo
    dice que, en realidad, su grupo ha estado siempre orientado hacia los
    servicios), pero lo cierto es que los datos del ranking de las
    empresas que más exportan en la Argentina, publicado en esta
    edición, respaldan en buena medida sus advertencias.

    Las cifras globales de las exportaciones son alentadoras: 13,4%
    de aumento con respecto al año anterior. Pero el
    análisis revela dos signos preocupantes. Uno de ellos es el
    aumento de lo que los economistas han dado en llamar
    Brasil-dependencia. En 1992 el principal socio del Mercosur
    absorbía 13,7% de las ventas argentinas al exterior. El
    año pasado el índice trepó al doble: 27,5%.

    La otra luz amarilla surge del perfil de los principales
    exportadores, todos ellos productores de commodities agrarios o
    energéticos, con una única excepción: la
    industria automotriz, un sector que -vale la pena recordarlo- ha
    tenido un papel central en el desarrollo de los países que hoy
    ocupan la vanguardia en tecnología.



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