Mayo de 2010: los festejos por el bicentenario de la Argentina nos recuerdan extrañamente los de 1910, cuando el país era considerado uno de los más promisorios de la Tierra. Nos visitan delegaciones de todo el mundo, nuestros socios del Mercosur, pero también dirigentes del Nafta, de la Unión Europea y de Asia que vienen a festejar que esta vez, cien años después, la Argentina está trasponiendo las “fronteras del desarrollo”…
En efecto: después de casi treinta años de experiencia democrática, la Argentina muestra un sistema de partidos dinámico; la ciudadanía ha recobrado el interés y el respeto por la política, y la corrupción endémica de los años ´90 se ha reducido sustancialmente. El país, junto con sus vecinos del Cono Sur, ha logrado consolidar la democracia y ha fortalecido sus instituciones, en el marco de la experiencia de la Unión del Sur (la etapa de integración regional posterior al Mercosur de los ´90) que incluye políticas comunes en materia macroeconómica, cultural, social y de defensa. Esta Unión del Sur, con más de US$ 1.500 billones de producto bruto, se ha consolidado, tras el crecimiento sostenido de Brasil y sus vecinos en la última década, como la tercera área económica ampliada del mundo, después del Nafta y de la Unión Europea.
Dentro de esta Unión, la Argentina es el socio más avanzado por su desarrollo económico y social; está entre las veinte mayores economías del mundo y, con un ingreso per cápita de US$ 12.000, pertenece al reducido grupo de países que está llegando a las “fronteras del desarrollo”, junto con Hungría, la República Checa, Polonia, Corea, Malasia y, probablemente, Chile. Los argentinos, que en el 2000 eran la mitad de ricos de los españoles, han ido acortando la brecha y ahora son sólo un tercio menos afluentes.
Ciudad global
El Buenos Aires que recibe a las delegaciones es una auténtica ciudad global. Después de la alianza estratégica firmada con Montevideo, las dos ciudades han construido un polo vibrante de vida cultural, atractivo para las sedes de empresas multinacionales, para el turismo y las convenciones (que les permiten recaudar más de US$ 5.000 millones al año) y han construido un Polo de Innovación, en alianza con Miami, con una infraestructura física y de telecomunicaciones que presenta la mejor base del Cono Sur para las empresas de la Nueva Economía. Pero quizá lo más importante es que las delegaciones extranjeras aprecian cómo estas dos ciudades presentan índices de desarrollo humano comparables a los de Milán y Barcelona, con una envidiable situación de seguridad para todos.
Los analistas externos que vienen siguiendo la historia del país de los últimos años coinciden en señalar que, finalmente, la Argentina parece hallarse en paz consigo misma y ha abandonado parte de la angustia existencial que la caracterizaba. En efecto, la Argentina de 2010 presenta varias características interesantes. Es un país:
- más abierto al mundo y más avanzado tecnológicamente,
- más equilibrado en su distribución regional y de la actividad
económica, - y ofrece más oportunidades de crecimiento personal a sus habitantes.
Más apertura
La Argentina es un país más abierto al mundo: desde aquellos momentos aciagos de comienzos de 2000, en los que se dudó mucho acerca de si mantener o no la política de apertura, el país lanzó una nueva ola de desregulación y de reformas institucionales que lo pusieron de vuelta a la vanguardia de las naciones emergentes. Como resultado, la productividad global volvió a crecer a 5% anual, y el país siguió mejorando su competitividad. Hoy, en 2010, el país ha casi duplicado su grado de apertura, y exporta alrededor de US$ 50.000 millones.
Es especialmente interesante ver que la Argentina ha podido modificar su inserción en el mundo hacia un perfil de mayor avance técnico. De los US$ 30.000 millones exportados de commodities y bienes primarios, muchos, como la carne, los vinos, pescados y frutas, son de alto valor unitario. Las exportaciones industriales superan los US$ 10.000 millones, la mayor parte va a Brasil, pero una porción creciente se orienta al resto del mundo. El turismo ha pasado a ser un gran generador de divisas y de empleo; junto con las ventas de servicios llega a los US$ 10.000 millones.
La Irlanda del sur
La Argentina ofrece una combinación atractiva para las inversiones directas, que han promediado US$ 10.000 millones por año en la última década; la combinación de pertenencia a la Unión del Sur, de la competitividad y calidad de su mano de obra y de su calidad de vida e institucional, la han confirmado como la Irlanda del sur.
Al mismo tiempo, la Argentina ha ido generando progresivamente un perfil productivo más equilibrado: las empresas multinacionales siguen siendo participantes claves de la economía, pero las políticas de alianza Estado-producción, adoptadas allá por el 2001, han dado grandes resultados. El énfasis puesto en el desarrollo de multinacionales argentinas ha permitido que grupos como Techint, Impsa, Arcor o Clarín, sean hoy empresas líderes en el Cono Sur (lo que implicó la construcción de fuertes presencias en Brasil y, en algunos casos, alianzas con empresas en ese país), pero además, ya sean hoy jugadores de clase mundial en sectores como los servicios de ingeniería, la siderurgia, los bienes de capital, alimentos, golosinas y los medios de comunicación.
Estas políticas han permitido también desarrollar racimos de pequeñas y medianas empresas que acompañan a los grandes grupos en su expansión mundial, pero además ha dado origen a una serie de consorcios que compiten actualmente en sectores como el turismo, y productos agropecuarios de alto valor. Llama la atención de los analistas externos que la Argentina ha pasado a ser un exportador de servicios; empresas argentinas (en algunos casos en alianza con sus pares chilenas o uruguayas) figuran entre las más activas en desarrollo de soluciones de Internet, de asesoramiento a Pymes y de consultoría institucional (basándose en la experiencia acumulada de veinte años de desregulación, privatización y reforma del Estado).
Alianzas para la competitividad
Este proceso de desarrollo económico y productivo se ha dado en un marco de mejor distribución regional de la actividad. Como ya señaláramos, la alianza Buenos Aires/ Montevideo es un centro urbano de clase mundial, pero ya no asfixia al país como antes. La creación de racimos productivos en el interior ha resultado en el fortalecimiento de varias regiones dinámicas. Posadas, con un rol de bisagra con Brasil, Rosario-Córdoba, como gran centro industrial, Mendoza-Santiago de Chile, como un gran centro hacia el Pacífico, las ciudades del noroeste participando activamente en el corredor Brasil-Pacífico, Neuquén y su zona de influencia como gran centro energético y turístico, y la Patagonia como una marca mundial sinónimo de turismo de calidad, que vendemos en colaboración con Chile…
Todo este desarrollo espacial de mayor calidad se vio también posibilitado por una serie de iniciativas audaces, alianzadas hace ya diez años; la creación de las regiones como Alianzas de Provincias para la Competitividad y el lanzamiento de una iniciativa Nacional de Infraestructura que hicieron que hoy el país tenga las mejores (y más baratas) telecomunicaciones, autopistas, aeropuertos y puertos del Cono Sur.
Una sociedad mejor
Esta Argentina, más abierta al mundo, más avanzada técnicamente y mejor integrada, es también una sociedad mejor, que ha recreado una dinámica de movilidad social que había tenido en la primera mitad del siglo XX y había ido perdiendo posteriormente. Las políticas de desarrollo educativo adoptadas a comienzos de la década anterior recuperaron la tradición sarmientina de un país con el mejor sistema educativo de la región, el acceso a la educación secundaria se ha casi universalizado, pero lo más importante es que la deserción ha caído y la calidad de la educación ha mejorado sustancialmente: 70% de la población tiene acceso a las tecnologías post-Internet y se ha logrado reducir las brechas de calidad educativa y de acceso digital a lo largo del país.
Estas mejoras en la calidad de la educación han sido acompañadas de fuertes mejoras en la calidad de los pocos servicios que el Estado aún presta: la seguridad social y la protección de los más débiles, el seguro de desempleo, la salud, la justicia y la seguridad. En todas estas áreas, el país invirtió una década en procesos de reforma y modernización que lo colocan hoy entre los mejores países comparables.
Como resultado de estas mejoras palpables en la calidad del servicio, los argentinos se han reconciliado con su Estado. Esta reconciliación, sumada a un proceso de simplificación y reforma de la administración tributaria, hace que hoy los argentinos paguen sus impuestos, y que los niveles de evasión sean comparables a los de nuestros vecinos chilenos. Se ha ido reconstruyendo, así, la noción de contrato social y hoy el país tiene la mejor distribución de ingreso de América latina; los argentinos han entendido que una sociedad menos desigual es una sociedad más avanzada y donde todos vivimos mejor.
El indicador final que muestra cómo los argentinos se han reconciliado con el país y no se sienten más como europeos en exilio forzoso es el flujo migratorio: tras un movimiento adverso a comienzos de la década anterior, los argentinos han comenzado a volver al país y se está atrayendo inmigración de alta calidad desde las naciones limítrofes, y también de Asia y de Europa Central.
A medida que los festejos del Bicentenario van terminando y las delegaciones retornan con una favorable impresión del país, algunos historiadores recuerdan que el mismo clima de euforia se vivía en 1910, y que, también en aquel momento, la Argentina ya estaba “a las puertas del desarrollo” …Y se preguntan: ¿podemos creer que, esta vez, después de los enormes esfuerzos de los últimos treinta años, la Argentina va a poder llegar a ser (como decía D´Alema de su país en los años ´90) un país normal?
Jorge H. Forteza es Vicepresidente senior para América latina de Booz-Allen & Hamilton.