El jueves 11 de diciembre, un Falcon 9 despegó desde la rampa SLC-40 (Cape Canaveral Space Force Station) a las 17:01 (hora del Este) y colocó en órbita baja un nuevo lote de 29 satélites Starlink V2 Mini, en la misión denominada Starlink 6-90.
La operación fijó un nuevo récord de “turnaround” de plataforma para SpaceX: entre el despegue previo desde esa misma rampa —la misión NROL-77— y el lanzamiento de Starlink 6-90 transcurrieron 2 días, 2 horas, 44 minutos y 55 segundos. El registro anterior, establecido en octubre, era de 2 días, 7 horas, 29 minutos y 10 segundos.
Un hito operativo que se mide en horas
En la lectura industrial, el récord de SLC-40 no es una curiosidad para entusiastas: es un indicador de productividad. En el sector espacial, la rampa es un cuello de botella estructural. Cuando se reduce el tiempo entre misiones, aumenta la oferta efectiva de lanzamientos sin construir nueva infraestructura, algo que impacta en costos, programación y confiabilidad de entregas.
En este caso, el despegue se realizó poco antes del atardecer en Florida, con una secuencia que volvió a mostrar el estándar de la compañía: separación de etapas, aterrizaje del primer tramo sobre una barcaza autónoma y despliegue del lote de satélites en órbita baja.
La propia compañía enmarcó el vuelo dentro de su rutina de misiones Starlink, con el objetivo de sumar capacidad en LEO (low Earth orbit) y sostener la expansión de su red.
Reutilización como contabilidad: el caso del B1083
El propulsor utilizado fue el B1083, en su 16° vuelo. Tras el despegue, aterrizó cerca de 8,5 minutos después sobre el dronship Just Read the Instructions, ubicado en el Atlántico.
Más allá del detalle técnico, la reiteración de vuelos sobre un mismo booster se traduce en amortización acelerada. En un mercado donde el lanzamiento es el principal componente de costo para desplegar constelaciones, cada reutilización sostiene una lógica de escala: más misiones por activo, menor costo por kilogramo entregado, mayor elasticidad para decidir cuándo y cuánto lanzar.
La nota de Spaceflight Now subrayó además el volumen anual: Starlink 6-90 fue el 161° lanzamiento orbital del año para la empresa y el 118° vuelo de 2025 dedicado al despliegue de Starlink. En los últimos 365 días, totalizó 170 vuelos orbitales.
Cadencia, red y mercado: por qué importa Starlink 6-90
La economía de una constelación no se define solo por el satélite. Se define por la cadena completa: fabricación, integración, lanzamiento, reposición y operación. En ese esquema, el ritmo de lanzamientos cumple un doble rol: expande la cobertura y, al mismo tiempo, mejora la resiliencia ante fallas, degradación o necesidad de recambio.
En términos de escala, distintos seguimientos del sector ubican a Starlink por encima de los 10.000 satélites lanzados, con más de 9.100 activos. En paralelo, la compañía afirma que en el último año expandió el servicio a 42 nuevos países, territorios y mercados, y sumó más de 2,7 millones de clientes activos.
Ese crecimiento tiene una contracara operativa: más capacidad en órbita exige una logística que no se interrumpa. Por eso, el récord de SLC-40 se puede leer como parte de una estrategia de integración vertical: controlar el “último kilómetro” espacial (el lanzamiento) para acelerar el “primer kilómetro” del negocio (la disponibilidad de servicio).
En esa lógica, Starlink 6-90 funciona como una pieza pequeña de una cuenta mayor. Cada misión agrega satélites, pero también acumula un activo intangible: la capacidad de ejecutar con regularidad, casi sin fricción, en una industria donde los calendarios suelen romperse por demoras técnicas, meteorología, disponibilidad de rangos y saturación de infraestructura.
El próximo punto de control no es solo la siguiente misión, sino la sostenibilidad de esta cadencia en un cierre de año que, por volumen, vuelve a ubicar a SpaceX como el actor que define el “precio del tiempo” en el mercado de lanzamientos.












