miércoles, 10 de diciembre de 2025

Data centers en órbita: la jugada de Starcloud para abaratar la IA

La startup estadounidense Starcloud desarrolla centros de datos en el espacio alimentados por energía solar continua, con la promesa de reducir drásticamente el costo energético y la huella de carbono de la computación para inteligencia artificial, en un mercado que explora modelos híbridos entre infraestructura terrestre y orbital.

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El acelerado crecimiento de la inteligencia artificial presiona al límite la infraestructura de datos tradicional y, en particular, a los sistemas eléctricos que la sostienen. En ese contexto, Starcloud, compañía con sede en Redmond y surgida del programa Y Combinator, impulsa un modelo de centros de datos en órbita baja que busca aprovechar energía solar permanente y enfriamiento radiativo para ofrecer cómputo de alto desempeño a menor costo energético y con menores emisiones que los data centers en tierra. 

Distintos estudios sobre el mercado de centros de datos sitúan la inversión global prevista en torno a US$ 6,7 billones en los próximos cinco años, de los cuales más de US$ 5,2 billones se destinarían a infraestructura específica para IA, lo que refuerza el atractivo de soluciones que prometen reducir el costo total de propiedad en un entorno de tarifas eléctricas crecientes y restricciones de red. 

Una startup para llevar la nube a órbita

Starcloud se presenta como una empresa de data centers espaciales, inicialmente orientada a proveer capacidad de GPU a otros satélites y, más adelante, a atender la demanda masiva de cómputo asociada a la IA generativa. Su propuesta se basa en constelaciones de plataformas de cómputo en órbita baja, equipadas con paneles solares de gran superficie y sistemas de enfriamiento por radiación al vacío espacial. 

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De acuerdo con la propia compañía, el uso de energía solar ininterrumpida y la eliminación de parte de la infraestructura de climatización permitirían reducir el costo de la electricidad hasta un 90% respecto de un centro de datos tradicional, además de liberar a los operadores de las restricciones regulatorias y de permisos que afectan a los proyectos de gran escala en tierra. 

Un reciente acuerdo con Crusoe, empresa especializada en ubicar infraestructura de cómputo cerca de fuentes de energía no convencionales, prevé el lanzamiento de los primeros satélites equipados con GPU Nvidia H100 a partir de noviembre de 2025. El objetivo es ofrecer servicios comerciales limitados hacia 2026 y expandir la capacidad de cómputo orbital desde 2027, posicionando a Starcloud como proveedor de una nube “energía primero” más allá de la atmósfera. 

Cuando el costo manda

El marco conceptual de esta apuesta se refleja en la columna “Beyond the horizon: cost-driven strategies for space-based data centers”, publicada recientemente por SpaceNews. Sus autores proponen analizar los centros de datos espaciales no solo desde la viabilidad técnica, sino desde el costo total de propiedad: diseño de misiones autónomas, estrategias de abastecimiento y eficiencia operativa a lo largo de todo el ciclo de vida. 

En esa línea, el principal impulsor del modelo es la convergencia entre la caída esperada de los costos de lanzamiento y la disponibilidad de energía solar continua en órbita. Proyecciones asociadas a iniciativas como el proyecto Suncatcher de Google estiman que, si el costo por kilogramo puesto en órbita se reduce desde niveles actuales en torno a US$ 1.500 hasta el rango de US$ 200 hacia 2035, el costo por kilovatio de un centro de datos espacial podría equipararse al de uno terrestre. 

El componente ambiental también es central. El propio CEO de Starcloud ha señalado que los centros de datos en el espacio podrían generar, en el largo plazo, hasta diez veces menos emisiones de carbono que sus equivalentes terrestres, incluso contabilizando el lanzamiento, gracias al uso intensivo de energía solar y a la posibilidad de producir combustibles para cohetes con menor impacto climático. 

Riesgos técnicos y oportunidades de mercado

El modelo no está exento de desafíos. La experiencia de otros actores, como Lonestar Data Holdings, que prepara un pequeño centro de datos en la superficie lunar orientado a respaldo de información, muestra que persisten riesgos vinculados con el costo de lanzamiento, la confiabilidad de las misiones y la complejidad de operar sistemas críticos a distancia. A esto se suman cuestiones regulatorias relacionadas con la gestión del tráfico espacial y los desechos en órbita. 

En términos competitivos, Starcloud se inscribe en un mercado emergente donde también participan proyectos de Axiom Space, iniciativas de grandes tecnológicas como Google y programas piloto que exploran modelos de nube híbrida, combinando centros de datos terrestres con nodos orbitales para cargas específicas de IA, internet de las cosas y comunicaciones 6G. Las proyecciones de distintos análisis señalan que la infraestructura híbrida tierra-órbita será la forma más probable de despliegue hasta 2040. 

Para las empresas latinoamericanas con fuerte consumo de cómputo —banca, servicios digitales, industria 4.0, economía espacial— el avance de Starcloud y de sus competidores plantea una señal temprana: la localización del centro de datos deja de ser únicamente un asunto de latencia y legislación, y pasa a ser una decisión estratégica de costos y resiliencia energética. En la próxima década, la frontera entre infraestructura digital y economía espacial podría tornarse más porosa, y actores como Starcloud aspiran a ocupar ese nuevo espacio.

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