El escenario, después de la burbuja

    Muchísimas empresas, dineros y egos quedaron en el camino tras la implosión de la burbuja de Internet en abril del 2000. En general, cabe preguntarse qué fue de los sobrevivientes y, en particular, ¿cómo se financia hoy una compañía digital en la Argentina?


    Los start up tradicionales ­es decir, no basados en las nuevas tecnologías­ tienen su propia dinámica de financiamiento. En la Argentina, 63% de ellos se instala con menos de $ 100.000, confirmando el preconcepto de que estos emprendimientos suelen arrancar con inversiones relativamente reducidas. De hecho, la media del monto invertido está en el orden de los $ 70.000, siete veces más que el desembolso promedio del entrepreneur estadounidense.


    A su vez, la estructura de financiamiento de los nuevos proyectos locales responden a los siguientes lineamientos:

    • Los start up usan un mix relativamente limitado de fuentes
      de financiación; más concretamente, entre una y dos. De los
      nuevos ventures, 46,8% confía en un único inversor.
    • De las diferentes formas de inversión patrimonial, el ahorro gana
      por lejos: la inmensa mayoría de las iniciativas (88%) utiliza los
      recursos del entrepreneur como fuente de financiación. Si tomamos
      en cuenta que la herencia es, en cierto sentido, una forma de ahorro personal,
      los fondos propios son, sin duda, la fuente más importante.
      Esta conclusión es concordante con lo que sucede en Estados Unidos,
      donde 80% de los start up se financia con ahorros personales.
    • Las inversiones de familiares (27%), amigos (9%), inversores ángel
      (5%), y fondos privados de capital e inversores de riesgo institucionales
      completan el listado de fuentes de financiación en orden de importancia.
      En condiciones normales, solamente una pequeñísima porción
      de los nuevos ventures empresarios tiene el potencial suficiente para
      atraer a un capitalista de riesgo. En los países desarrollados ocurre
      algo similar: sólo entre 1 y 2% de los start up en Estados Unidos,
      y de entre 2 y 4% en Europa, se financian con capital de riesgo.
    • El crédito bancario se utiliza poco para el despegue. Solamente
      20% de los emprendimientos toma un préstamo en la Argentina. Aquellos
      que efectivamente se endeudan, utilizan partes iguales de capital y deuda.


    El bajo endeudamiento no es sorprendente, habida cuenta, primero, de lo difícil que es para una nueva empresa garantizar el préstamo con activos reales personales; y, segundo, por el altísimo costo de financiamiento bancario en la Argentina.


    Burbuja y abundancia


    La aparición de una nueva tecnología puede, sin embargo, generar un frenesí delirante en los inversores individuales e institucionales, empujándolos a financiar start up que, en tiempos de tranquilidad, ni siquiera analizarían.


    Cuando un exceso de capital y entusiasmo inversor topan contra la relativamente escasa cantidad de oportunidades disponibles, el precio de las acciones sube dramáticamente. A partir de este efecto, que técnicamente se denomina burbuja especulativa bursátil, el precio de las acciones de las empresas tecnológicas se aparta fuertemente de las curvas fundamentales de valor ­ganancias y dividendos­ de las propias empresas. La escalada del índice Nasdaq por encima del Standard & Poor (S&P) durante 1999 así lo demuestra. Las acciones tecnológicas componentes del Nasdaq ­electrónica, informática, aeroespacio, biotecnología, software e Internet­ representaban para el inversor un componente de altísimo rendimiento y volatilidad.


    La característica más notable de una burbuja es la abundancia de capital barato, estimulada por el entusiasmo desmesurado de los inversores con el objetivo de hacerse millonarios rápidamente. En consecuencia, para el entrepreneur promedio de comienzos de milenio, no era difícil obtener fondos para un start up de Internet, aunque éste estuviera basado en un pobre modelo de negocio, con proyecciones nebulosas y dudosa sostenibilidad. Es así cómo cientos de emprendedores se hicieron rápidamente de capital ­proveniente tanto de individuos como de fondos de riesgo­ para comenzar sus negocios.


    Sin embargo, los inversores parecían ignorar que, independientemente de que una industria emergente pueda provocar un impacto social de envergadura, las chances de perder dinero invirtiendo como jugadores tempranos es muy alta. Esto se debe, según indica la experiencia, a que las empresas que pertenecen a una industria embrionaria como Internet están sometidas a una multitud de tremendos desafíos, a saber:

    1. Incertidumbre tecnológica y costos unitarios elevados. La
      falta de estandarización ­no es clara la configuración
      de productos que será más exitosa, ni se sabe cuáles
      serán los métodos de producción más eficientes­
      trae aparejada un aumento en los costos. Aunque a medida que el tiempo pasa,
      el volumen de producción aumenta y los costos unitarios caen fuertemente
      fruto de la experiencia, los estadios iniciales de una industria implican
      altos costos relativos: es caro suministrar el producto o el servicio, como
      también lo es adquirir un cliente o mitigar el impacto de los competidores.
    2. Escasez y costos crecientes de los insumos. En industrias emergentes,
      las fuentes de abastecimiento de insumos son escasas y de confiabilidad incierta.
      Con una oferta de insumos restringida, al explotar la demanda, suben rápidamente
      los costos de aprovisionamiento (recuérdese, por ejemplo, el aumento
      del precio de la hora trabajada de los programadores durante el efecto Y2K).
    3. Ausencia de infraestructura. No existe una infraestructura desarrollada
      para sustentar el despegue de la industria: faltan canales de distribución
      adecuados, canales de promoción y marketing y empleados capacitados,
      entre otros temas.
    4. Productos o servicios de baja calidad, costos de traspaso y obsolescencia
      percibida.
      La industria está dando sus primeros pasos. En este
      camino, sus productos y servicios pueden adolecer de problemas de calidad
      de todo tipo, lo que frena la demanda. El costo que para el cliente implica
      cambiar de un producto y/o servicio a otro (switching cost) ralenta
      el proceso de difusión de la innovación en el mercado. Más
      aun, cuando el cliente observa cómo una generación de productos
      supera a la siguiente en un tiempo tan corto, puede demorar su compra en espera
      de la ola, lo que desacelera el crecimiento de ventas en la industria.
    5. Consumidor inexperto y confundido. Una oferta variada y un consumidor
      poco informado exigen un trabajo misionero. Primero, hay que convencer a los
      clientes de las ventajas de consumir el producto genérico para, recién
      entonces, lograr diferenciarse de la competencia.
    6. Ingreso acelerado de competidores. Las bajas barreras de entrada
      como la inexistencia de economías de escala, el atractivo de la oportunidad
      en términos de mercado y los incentivos económicos individuales
      ­por ejemplo, la posibilidad de poseer acciones que en el futuro construyan
      la riqueza personal del entrepreneur­ son factores que empujan
      a muchos individuos a dejar sus trabajos en relación de dependencia,
      y a montar nuevos emprendimientos por cuenta propia. Una cascada de nuevas
      compañías se vuelca así al mercado.
    7. Regulaciones constrictivas. La aparición de regulaciones
      y normas pueden frenar el desarrollo de la industria emergente (recuérdese,
      por ejemplo, el caso Napster).
    8. Incertidumbre estratégica. En una industria emergente, nadie
      ha identificado aún cuál es la estrategia correcta. Existen
      tantos enfoques estratégicos ­combinaciones de mercado, performance,
      costo, tecnología y escala­ como competidores. El modelo de negocio
      ideal todavía no se conoce.
    9. Represalia de las organizaciones amenazadas. Los competidores extragenéricos,
      es decir, industrias que también compiten con otro enfoque o producto
      por los mismos clientes, pueden frenar el avance de la industria emergente;
      sobre todo, si se trata de empresas bien establecidas con recursos abundantes.


    El efecto distress


    Los factores anteriores conspiran contra la rápida obtención de rentabilidad. Cuando el inversor se da cuenta de que los milagros no existen ­es decir, que las empresas en las que ha invertido siguen consumiendo capital pero no dan señal alguna de obtener ganancias­ la burbuja de precios implota, literalmente.


    El proceso comienza con una caída inicial del precio, que genera angustia e incertidumbre en los inversores, a la que sigue un período de ansiedad, nerviosa discusión y parálisis, técnicamente llamado distress. A grandes rasgos, el mercado está esperando un “rebote” del precio que, al no producirse, dispara una reversión en masa de la tendencia compradora; es decir, una cascada de pedidos de venta que incrementa el pánico de los inversores, mientras el precio del activo colapsa bruscamente, lo que hace que la burbuja se desinfle.


    Y la implosión en Internet efectivamente se produjo: el índice Dow Jones Internet, que había trepado 621% entre agosto de 1998 y febrero del 2000, cayó 80,4% entre febrero del 2000 y abril del 2001. Las fuentes de fondos baratas y abundantes para financiar las punto com se agotaron rápidamente, acelerando la caída de muchos negocios.


    Si bien unos pocos competidores crecieron en capacidad y escala, los más chicos y menos exitosos necesariamente quedaron debilitados y anémicos, y relegados a una existencia precaria. ¿El desenlace? Estos emprendimientos fueron comprados por jugadores mayores, o directamente desaparecieron del mercado.


    Semejante proceso de selección natural parece operar, como tantos otros fenómenos, bajo la llamada ley de Pareto. En términos simples, la ley sugiere que 20% de los elementos de una ecuación produce 80% del resultado de la misma. Aplicada a nuestro caso, la ley indica que en una industria emergente sobrevivirá aproximadamente 20% de los competidores iniciales.


    Las pruebas de la operación de esta ley abundan. Por ejemplo, hacia 1910 existían en Estados Unidos cerca de 500 compañías automotrices; en 1950, permanecían vivas solamente un puñado de ellas. Otro ejemplo es la evolución de la industria del disco duro de computadora (Winchester hard disk drive), que fue una industria emergente en la década de 1970. Tras 14 años de evolución, la cifra de sobrevivientes en este sector fue de 27%.


    Si bien es pronto para asegurarlo ­ya que el período de maduración de una industria demanda entre 10 y 15 años­, en Internet, los síntomas preliminares apuntarían en esa dirección. La evolución de 203 empresas estadounidenses entre mayo de 1998 y abril del 2001 así parece demostrarlo: el número de competidores disminuye con el transcurso del tiempo y muchos de ellos son adquiridos por otros mayores, o simplemente se desvanecen.


    El día después


    Cuando el río de financiamiento barato se seca, los sobrevivientes necesitan de una inyección de fondos, que puede concretarse mediante una adquisición por parte de inversores estratégicos con grandes espaldas financieras. En caso contrario, se condenan a una existencia marginal, y eventualmente, a la desaparición lisa y llana.


    Un análisis realizado sobre un pequeño grupo de ventures argentinos muestra el destino posible de los emprendimientos digitales en el escenario local. Del relevamiento surge que la mayoría de las empresas ha sido adquirida por parte de compañías que dominan el know how de operación en esa industria. Son las firmas compradoras, entonces, las que brindan la escala, la experiencia y el alcance, determinando el camino que, a su vez, conduce al aumento progresivo de la rentabilidad.

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    Luis Pereiro es Profesor de la Escuela de Economía Empresarial de la Universidad Torcuato Di Tella.