miércoles, 31 de diciembre de 2025

Palantir le declara la guerra a los títulos universitarios: una mirada adentro del plan de Alex Karp para construir una nueva élite corporativa[1]

Por Norberto E. Luongo

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Palantir Technologies se ha posicionado como una pieza clave en la IA aplicada a la seguridad, defensa y operaciones estratégicas, posicionándose como uno de los pocos actores capaces de ofrecer IA “operacional” a gran escala, lo que la ha convertido en una de las acciones estrella del mercado.

Cuando este otoño ingresaron a las oficinas de Palantir 22 adolescentes recién salidos del secundario —algunos incluso después de haber rechazado ofertas de universidades de la prestigiosa y elitista “Ivy League”— esperaban tomar un curso intensivo de ingeniería de software. Lo que encontraron en cambio, en sus primeras semanas, fue clases acerca del abolicionista Frederick Douglass, Winston Churchill, los poderes de guerra de Abraham Lincoln y una visita al más famoso campo de batalla en territorio estadounidense: Gettysburg. Se habían inscrito en una beca técnica; pero lo que recibieron se parecía mucho más a un ritual de iniciación.

Estos estudiantes forman la clase inaugural de la “Meritocracy Fellowship” de Palantir, un experimento de cuatro meses, remunerado con 5.400 dólares mensuales, diseñado para capacitar a jóvenes sin título universitario para posibles roles de ingeniería en el controvertido gigante de la analítica de datos. Más radical aún, el programa anima abiertamente a los participantes a saltarse la universidad por completo. “Las universidades estadounidenses han perdido el rumbo”, declara Palantir en su página de reclutamiento. “Evita la deuda (universitaria). Recupera años de tu vida. Obtén el título Palantir”.

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El mensaje proviene directamente del CEO Alex Karp, un hombre que posee títulos de Haverford, Stanford y la Universidad Goethe, pero que ahora sostiene que la educación superior de élite se ha convertido en una máquina que recompensa la conformidad, suprime la originalidad y castiga el riesgo. Durante años, Karp ha lanzado granadas retóricas contra el mundo académico. Con esta beca, está apuntalando con dinero —e ideología—esa crítica.

Un campo de entrenamiento, un retiro ideológico y un filtro de reclutamiento

La estructura de la beca resulta sorprendente incluso para los estándares de Silicon Valley. Los participantes —ninguno inscrito en la universidad— pasan cuatro meses intensivos estudiando civilización occidental, historia estadounidense, filosofía, ética y una selección curada de contenidos de ingeniería. Para muchos, es su primera exposición a un trabajo intelectual serio. Un becario confesó que “nunca había tomado apuntes antes”.

Este currículum inesperado es completamente intencional. Las herramientas más avanzadas de Palantir —Gotham, Foundry y ahora AIP— son utilizadas por el ejército de EE. UU., la OTAN, agencias de inteligencia y operadores de infraestructura crítica. Dentro de la empresa, los ejecutivos suelen describir su trabajo no como “desarrollar productos”, sino como crear “tecnologías que defienden a Occidente”. Tiene sentido, entonces, que la compañía quiera reclutas capaces no solo de programar eficientemente, sino de comprender la tradición filosófica y política que, en su visión, están ayudando a proteger.

Si los certificados profesionales de Google son el “community college” de la formación tecnológica y la Thiel Fellowship es una incubadora de start-ups para desertores universitarios, el programa de Palantir aspira a ser algo completamente distinto: un West Point corporativo. La atmósfera —intensa, ideológica, selectiva— se asemeja más a una academia militar o de inteligencia que a un simple aprendizaje técnico.

Parte de un movimiento mayor —pero más radical que sus pares

La beca se enmarca en un contexto más amplio en el que cada vez más empleadores cuestionan el valor de los títulos universitarios. Sin embargo, Palantir va mucho más lejos que otros programas de “sáltate la universidad”.

La Thiel Fellowship paga a los estudiantes para que abandonen la universidad, pero no ofrece una cosmovisión, ni estructura, ni una vía clara hacia el empleo. Los certificados de Google enseñan habilidades, no identidad. Los aprendizajes corporativos en IBM o Amazon abren puertas, pero siguen siendo inclusivos y ampliamente accesibles.

El modelo de Palantir es distinto. Es exclusivo, orientado a una misión en particular, e intensamente ideológico. Selecciona más de lo que forma. En resumen, Palantir no pretende reemplazar a la universidad: intenta reemplazar a Harvard como puerta de entrada a la élite tecnológica de la seguridad nacional.

¿Por qué ahora? La lógica estratégica detrás del programa

Tres fuerzas explican el momento.

  • Primero, el canal tradicional de talento universitario está bajo presión. Ejecutivos tecnológicos sostienen que los graduados llegan cada vez peor preparados, más aversos al riesgo y, en algunos casos, más políticamente movilizados que adaptables profesionalmente. Para una empresa profundamente integrada en las instituciones de defensa occidentales, la alineación ideológica importa —y mucho.
  • Segundo, Palantir necesita generalistas leales y de gran capacidad. Sus sistemas no son aplicaciones genéricas de consumo; son instrumentos geopolíticos complejos. La empresa quiere empleados que comprendan no solo cómo construirlos, sino por qué deben construirse.
  • Tercero, la economía del talento ha cambiado. Un graduado estrella en ciencias de la computación puede costar 300.000 dólares en su primer año en Meta u OpenAI. Palantir puede, en cambio, reclutar a un adolescente, formarlo internamente y cultivar lealtad a una fracción del costo. La beca es ideológica, sí —pero también económicamente eficiente.

La enorme apuesta para los adolescentes

Para los jóvenes participantes, el potencial es enorme: mentoría de ingenieros de élite, un posible salario de seis cifras antes de los 20 años y una entrada acelerada al mundo de la tecnología de seguridad nacional de alto riesgo.

Pero los riesgos son igual de profundos. La beca no garantiza empleo. Quienes no superen el proceso de selección se quedan sin trabajo, sin título, sin credencial transferible y sin un camino claro de regreso a la educación tradicional. El riesgo recae en el joven.

¿Una universidad corporativa —o un monasterio corporativo?

Para los observadores, lo que Palantir está construyendo se parece menos a un programa educativo y más a una versión corporativa moderna de una institución ideológica de élite.

Fomenta una cosmovisión compartida antes de impartir habilidades técnicas. Crea un sentido de misión y pertenencia que algunos reclutas pueden interiorizar de por vida. Su modelo selectivo de cohortes pequeñas señala prestigio. Y posiciona a Palantir no solo como empleador, sino como moldeador de identidad cívica.

Esto va mucho más allá de la tendencia de “habilidades sobre títulos”. Es una respuesta explícita al fracaso —según Palantir— del sistema universitario para producir ciudadanos adaptables y orientados a una misión capaces de defender los valores occidentales en una era geopolítica volátil.

¿El inicio de una nueva tendencia?

Palantir no está solo en la construcción de una identidad cuasi-política. Anduril, SpaceX, OpenAI y otras empresas de tecnología de frontera expresan cada vez más abiertamente sus objetivos ideológicos, ya sea defender Occidente, expandir la civilización hacia Marte o construir una IA segura.

Pero Palantir es la primera en construir una cuasi-universidad alrededor de esa misión. Puede ser el prototipo de un nuevo fenómeno: corporaciones que se convierten en instituciones culturales destinadas a seleccionar, formar e incluso adoctrinar a sus propias élites.

A medida que las universidades se polarizan más, las matrículas se encarecen y la competencia tecnológica se vuelve más geopolítica, más empresas podrían seguir este camino.

Conclusión: un experimento radical con altas apuestas para ambas partes

La Meritocracy Fellowship de Palantir es audaz, provocadora y claramente estratégica. Desafía las credenciales, cuestiona el valor de la academia moderna y propone un nuevo modelo para producir talento técnico de élite alineado con prioridades de seguridad nacional.

Para los participantes, el programa es un atajo emocionante —y una apuesta enorme. Para Palantir, es una apuesta por el futuro del trabajo, de la educación y de la identidad occidental misma.

La importancia a largo plazo del programa depende de una pregunta simple:

¿Puede Palantir realmente formar a jóvenes de 19 años —sin universidad— para hacer el trabajo para el que Stanford y MIT tardan cuatro años en preparar, mientras les inculca un sentido más profundo de misión y propósito?

Si la respuesta es sí, Palantir puede haber lanzado el primer gran experimento educativo de la era de la IA y la geopolítica.

Si la respuesta es no, la beca será recordada como un intento fascinante pero defectuoso de crear una nueva élite tecnológica desde cero.

En cualquier caso, la batalla entre Silicon Valley y la universidad tradicional ha comenzado en serio—y Palantir ha efectuado el primer disparo.

[1] En este artículo, las menciones a las “universidades y títulos universitarios” hacen referencia a los “Colleges” de Estados Unidos (períodos de estudios preparatorios para acceder a la universidad propiamente dicha).

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