Trump encabezó actos multitudinarios, almuerzos con empresarios y ceremonias con líderes regionales. En Gyeongju, Corea del Sur, bromeó sobre la limpieza de “los libros” comerciales y prometió eliminar trabas para la inversión estadounidense. Su discurso se centró en promover el gasto en defensa y manufactura local, insistiendo en que “China desaparecerá de nuestro vocabulario”.
Política exterior y escenografía
El viaje coincidió con intentos de su entorno por reposicionarlo en la escena internacional, luego de anunciar su intención de competir nuevamente por la presidencia. La puesta en escena fue minuciosa: recepciones con bandas militares, réplicas de coronas antiguas y fotografías difundidas por la Casa Blanca que buscaban proyectar cercanía con los pueblos visitados.
El itinerario incluyó encuentros con el primer ministro japonés y con representantes de Camboya y Tailandia, quienes llegaron a nominarlo simbólicamente al Premio Nobel de la Paz. La gira también permitió a Trump mostrarse como interlocutor de gobiernos con los que Washington mantiene una relación ambigua, marcada por tensiones comerciales y acuerdos militares.
Negocios y retórica
El tono empresarial dominó gran parte del recorrido. “Estamos limpiando los libros”, declaró ante un auditorio surcoreano, en alusión a la eliminación de regulaciones que afectan a las firmas estadounidenses. Según trascendió, los equipos económicos trabajaron en acuerdos bilaterales sobre tarifas, agricultura y aviación, mientras el propio Trump se presentaba como un “negociador global”.
En paralelo, sus mensajes en redes sociales destacaron los elogios de la prensa extranjera y la cobertura de su gira. La estrategia de comunicación, coordinada por su equipo de campaña, buscó contrastar su figura con la de la administración actual, apelando al recuerdo de su anterior gestión.
Imagen y proyección
El exmandatario combinó símbolos de autoridad con gestos populistas: almorzó hamburguesas con tropas estadounidenses, recibió obsequios tradicionales y se fotografió con líderes de la región. Su entorno habló de una “diplomacia del espectáculo”, orientada más a la construcción de imagen que a resultados concretos.
De regreso en Washington, Trump calificó la gira como “una demostración de respeto hacia Estados Unidos”. Sin embargo, los analistas señalaron que la agenda careció de anuncios sustantivos y que los acuerdos económicos deberán aún definirse en los próximos meses.
El viaje asiático confirmó la estrategia de un liderazgo que se apoya en la teatralidad y la nostalgia, más que en un programa definido de política exterior. La escena final —un ex presidente descendiendo de su avión envuelto en telas doradas— resumió la paradoja de su figura: entre la diplomacia y el espectáculo.












